Capítulo Treinta: Un lugar en el infierno

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Cuando Athina despertó, Phoenix Masiss no estaba ahí, se levantó, fue a darse un baño, lavó su rostro y boca. Bajó después, un olor delicioso a comida y café la invadió, fue más aprisa. Lo encontró en la cocina, con la mesa servida, aún cocinando los huevos. Ella tomó un poco de tocino, comió. Él la miró. —Oye, espera a que todo esté servido, señora. Ella sonrió. —Así me gusta, ceniciento, la comida lista y puntual. Él la miró con ojos retadores, ella se giró y recibió una buena nalgada que la hizo gritar, rio de él. Luego de comer, fueron al jardín, Athina se empeñó en pasear en bote por el lago, él tuvo que ceder, fueron al muelle, subieron al bote, él remó. —¿Por qué te gusta tanto este lugar? Es hermoso, pero, no pareces un tipo que suela venir aquí. Él la miró con duda. —

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