Phoenix la besó con apremió, luego detuvo el beso.
—¡No vuelvas a maldecirme! Yo te volveré una mansa, como necesito que seas.
—¡Solo en tus sueños salvajes, loco! ¡Libérame!
Él siseó.
Se alejó un poco.
—Ahora, Athina, estás en mis manos, y no lo estás entendiendo, déjame te explico, te liberé de la cárcel, estás afuera por mí, pero si no cumples con lo que quiero, te devolveré a prisión.
Ella le miró atónita, muy asustada de sus palabras.
—Ese no era nuestro trato.
Él sonrió.
—Ya no tenemos ningún trato, ahora yo pongo las reglas y tú, obedeces.
Athina lo miró con rabia y odio.
—¡No tienes palabra! ¡Cobarde!
—¡Silencio, Athina! Eres una majadera, ahora escucha; te olvidarás de la tonta venganza contra Brian, y te dedicarás únicamente a ser la madre de mi hija por seis meses
