—¡Oye, niño! Basta —sentenció Phoenix apareciéndose ante Jean, quien retrocedió ante su imponente imagen. Sin embargo, Jean sacó un valor que desconocía. —¿Este es el hombre con el que engañaste a mi padre? ¿Se siente bien poder comprar mujeres con su dinero? Las manos de Phoenix se volvieron un puño, pero Athina lo detuvo, asustada. Lo hizo a un lado. —¡Phoenix, por favor! —Necesita mano dura. —No, es solo un niño confundido. —Bueno, yo le aclararé la mente, no te angusties, querida, obedece, dijiste que serías dócil. Ella le miró angustiada, cedió. —Ven conmigo, Jean, hablemos, de hombre a hombre. Jean lo miró con duda. —¿Qué pasa, hijo? ¿No eres un hombre? —¡Si soy un hombre, pero no tu hijo! Phoenix esbozó una cruel sonrisa, y salió al jardín, Jean lo siguió. Athina e