Esta vez era un Burdeos. Cathy le recibió con una sonrisa, su vestido n***o ajustado acentuaba su esbelta figura. Lo condujo a través de una habitación rala e impersonal hasta la pequeña cocina. Una mesa pequeña, puesta para dos. Algo se cocinaba en los fogones. Era lo más alejado de La Vicaría que se podía esperar. Pero no le importaba. Quería olvidarse de todo eso, concentrarse en la velada y en Cathy. Y la velada fue buena. Se rieron y bromearon y, a medida que se relajaba, cuanto más estudiaba sus rasgos, más se daba cuenta de que aquella pajarita era realmente encantadora. Cuando entraron en la habitación, ella trajo consigo una jarra de cristal tallado y dos copas de fondo grueso. "Siento que no tengan la forma adecuada", le dijo, mientras le servía una gran medida. Lo probó y son