Con una botella de Borgoña a buen precio bajo el brazo, Salmon se dirigió a la Vicaría cinco minutos antes de la hora prevista y llamó tímidamente a la puerta. Echó un vistazo. la VicaríaLas luces exteriores destacaban los detalles. Como si hubiera salido directamente de la portada de una caja de bombones, la casita estaba impregnada de todo lo que componen los sueños. Desde las cortinas de estampado floral hasta la chimenea ligeramente torcida; desde el pequeño columpio bajo el manzano del jardín hasta las jardineras repletas de geranios en cascada; desde la puerta de roble envejecido hasta el sendero cubierto de tejas blancas, todo era tan hermoso y tan inglés. Y tan cerca, invadiendo el propio jardín, el páramo. Inquietante y silencioso, su presencia lo dominaba todo en esta pequeña y