Estaba en un largo túnel que se adentraba en la ladera de una colina. Estaba húmedo y apestaba a muerte. Ralph intentó correr, pero no pudo porque la sangre que corría por el suelo era tan pegajosa que ni siquiera podía levantar el pie, a pesar de forzar todos los músculos, gimiendo por el esfuerzo. La sangre se adhería a la suela de su zapato como un adhesivo de impacto. Agarrándose la pantorrilla con ambas manos, tiró con todas sus fuerzas. Al levantarse lentamente, la suela se despegó como la piel de un plátano. Perdió el equilibrio y cayó, justo en el momento en que una gran cosa negra saltaba por el túnel desde las profundidades, con su boca enorme y abierta, sus dientes como grandes cuchillos de carnicero brillando en la penumbra. Gritó. "¡Ralph!" ¡Ralph!Abrió los ojos de golpe y m