Empezó a llover casi en cuanto abandonaron la carretera.
Los niños piaban alegremente, Fearn refunfuñaba y la señorita Gail (Fearn había informado a Salmon más de una vez de que era una señorita) avanzaba imperturbable con el rostro erguido hacia la borrasca. Salmon iba en la retaguardia con los inevitables rezagados, a los que les resultaba difícil avanzar porque el páramo se elevaba con bastante brusquedad.
La lluvia iba y venía, pero lo peor parecía haber pasado cuando superaron la subida y caminaron por lo que se había convertido en un tramo más indulgente del páramo. De vez en cuando, Salmon hacía un alto para que los niños pudieran reunirse de nuevo. Esto permitía a la señorita Gail explicarles algunas características geográficas y geológicas. Les contó la historia de Brown Willy,
