En la puerta, los padres se reunieron como de costumbre, pero esta vez había algo más que un poco de curiosidad en las prolongadas miradas cuando Salmon vio a los niños a salvo fuera del recinto escolar. Varios grupos de mujeres se apiñaron, intercambiaron comentarios y guiños de admiración. Era el nuevo profesor de sus hijos y todos querían saber cómo era. Él les devolvía las miradas con asentimientos y sonrisas. Algunos prefieren ignorar sus insinuaciones y lo saludan con miradas vacías. Nadie revelaba mucho, no lo que había dentro de sus corazones. Eran de Cornualles, gente fuerte y estoica, amistosos sólo hasta cierto punto. Una vez rota la barrera, eran cálidos y afectuosos. Sin embargo, para llegar a ese punto había que trabajar. Salmon aún tenía que aprenderlo, pero no tenía prisa.