CAPÍTULO XPasaron quince minutos, veinte... y Fanny seguía pensando en Edmund, en Mary y en sí misma, sin que nadie la interrumpiera. Empezó a extrañarle que la dejaran sola tanto tiempo y a escuchar con ansias de oír de nuevo sus pasos y sus voces. Escuchaba, escuchaba y al fin pudo oír... sí, eran voces y pasos que se acercaban; pero, apenas acabó de percatarse de que no se trataba de los que ella esperaba, aparecieron María Bertram, Mr. Rushworth y Henry Crawford, procedentes del mismo sendero que ella había seguido antes. ––¡Fanny sola...! Querida Fanny, ¿cómo ha sido esto? ––fueron los primeros saludos. Ella lo contó. ––¡Pobrecita Fanny! ––exclamó su prima––. ¡Qué mal te han tratado! Hubiera sido mejor que te quedaras con nosotros. Después, sentándose en el banco con un caballero