La señora Rushworth se sometió. La cuestión de proceder al examen de los terrenos, con quién y en qué forma, parecía que iba a debatirse en agitada sesión, y la señora Norris empezaba a disponer la combinación de carruajes y caballos más factible, cuando la gente joven, al encontrarse ante una puerta tentadora abierta a un tramo de escalera que conducía inmediatamente al césped y a los arbustos y a todas las delicias de un jardín de recreo, como obedeciendo a un mismo impulso, a un mismo anhelo de aire y libertad, se deslizó por ella al exterior. ––Podríamos dar una vuelta por aquí, de momento ––propuso la señora Rushworth, haciéndose cortésmente eco de aquel deseo, y siguiéndoles–– . Aquí está la mayor parte de nuestras plantas, y aquí los curiosos faisanes. ––Me pregunto ––dijo Henry C