Cuarto

1680 Words
Miré para todos lados. Una cama matrimonial, simple, con un armario, dos mesitas de noche, una gran ventana al lado derecho de la cama, la puerta enfrente de la cama, un baño a un lado… Este no es mi cuarto. Efectivamente, no lo era, estaba en el cuarto de huéspedes. Me senté en la cama, tenía la ropa de ayer. En un pequeño mueble había un bolso, imaginé que era la ropa de Leonardo. La cama estaba hecha un desastre, la sábana que tapa el colchón estaba enrollada en una de mis piernas. A un lado mío, tenía una montaña de almohadas y sábanas. —¿Qué rayos pasó? —dije soñolienta. Realmente estaba muy cómoda en esa cama y no quería levantarme. Me acosté nuevamente y abracé con brazos y piernas la montaña de almohadas a mi lado. Me acurruqué, pero de repente noté que la montaña respiraba. Me paralicé. No puede ser, no, no, no. Esto es una broma. Quité algunas sábanas y una almohada y me encontré con un Leonardo dormido. Estaba plácidamente dormido, le toqué con la yema de mi dedo índice en su mejilla para ver si estaba despierto, pero lo único que hizo fue moverse ligeramente. Yo me alejé y me quedé quieta para no despertarlo. Este imbécil me trajo hasta acá. Se aprovechó de mí. Toqué mis partes imaginando qué era lo que él pudo llegar a hacerme. Levanté un poco la sábana que lo tapaba y me di cuenta que no tenía camisa, la levanté un poco más, tampoco pantalón, sólo tenía su ropa interior. Respiré profundo para aguantar mis ganas de buscar un cuchillo y matarlo ahí mismo. No entiendo por qué con él sacaba ese instinto asesino que no sabía que tenía. Me arrodillé en la cama y agarré una almohada. La levanté en el aire y esperé el momento indicado para golpearlo con todas mis fuerzas. —Leonardo, ¿cariño? Hice el desayuno para ambos. Despierta, ven y come conmigo, ¿sí? —dije con el tono de voz más dulce que pude poner. Él se movió en su lugar y se restregó los ojos como para despertarse. Sin abrir los ojos, bajó un poco la sábana que tapaba su abdomen. Maldición, ¿por qué tenía que estar así de bueno? Sus abdominales se marcaban y sus brazos se veían tan grandes y musculosos. Era perfectamente proporcional a su cuerpo, por un segundo me arrepentí de lo que iba a hacer, pero dormí ahí con él y estaba semi-desnudo, quién sabe qué cosas me habrá hecho mientras dormía. Luego de unos instantes, abrió los ojos y yo en ese preciso momento le pegué con todas mis fuerzas en el rostro. Él se levantó asustado e impresionado del golpe, agarró la almohada de su rostro y la lanzó contra la pared, al parecer estaba molesto. ¡Me importaba un pepino! —¡Eres un idiota! ¿POR QUÉ DIABLOS ESTOY AQUÍ EN TU HABITACIÓN? —le grité molesta. Me miró confundido y se dio cuenta de que estaba en ropa interior. Agarró la sábana y se tapó con ella. Sentí que algo dentro de mí quería quitársela y se había entristecido porque se cubrió el cuerpo. ¿Por qué demonios tenía tantos pensamientos pecaminosos? Dios, necesitaba a un cura justo ahora. —No, espera, puedo explicártelo. No es lo que tú crees. —¿Ah, no? Entonces, ¿POR QUÉ ESTÁS SEMI-DESNUDO? ¡¿ACASO ME VIOLASTE?! —agarré rápido otra almohada y le seguí pegando con la almohada mientras le maldecía prácticamente. Se levantó de la cama para detener los golpes, pero yo lo seguí sin dejar de pegarle. —Mierda, pero si te detienes de pegarme, podría explicarte —me dijo, intentando agarrar mis brazos para que me detuviera, pero le di pelea. No iba a dejar de pegarle. Se lo merecía, yo estaba comenzando a confiar en él, en caerme bien, en hacer las paces, pero me descuido un segundo y ya me lleva a su habitación. ¡DORMIDA, JODER! ¡DORMIDA! —No, eres un imbécil violador. ¡Te aprovechaste de mí mientras dormía! —ya me estaba cansando, pero no iba a desistir. Cuando sentí que mis brazos comenzaban a fallar en fuerza, él se dio cuenta y me agarró de ambos lados y me forjó una especie de llave que hizo que cayera sobre la cama. Él intentó agarrarme de las manos para dejarme indefensa, pero no lo dejé. Lo detuve posando mis manos sobre su pecho, lo empujé con todas mis fuerzas pero él ni se inmutó. Me agarró finalmente de las manos y lo intenté empujar también con mis piernas, ya que estaba recostada de la cama, pero al empujarlo y él tenerme agarrada de las manos, nos fuimos los dos para el suelo. Yo caí sobre él, sentada sobre su estómago, mientras él quedó acostado. —Eres un tonto, te haces daño tú mismo —forcejeé para que me soltara las manos y poder salir. —Miranda, escúchame, nunca me aprovecharía de ti, menos cuando estás dormida. —me agarró un poco más firme, pero sin llegar a ser muy brusco. —No quiero escucharte. Los hechos dicen otra cosa. ¡Ahora suéltame! —forcejeé con mucha más fuerza y logré soltarme, me levanté de encima de él y pasé por encima de él, yendo a la puerta, pero antes de poder abrirla y salir, apenas abrí unos centímetros, Leonardo empujó la puerta y se apoyó sobre ella. Me volteé y lo tenía muy cerca de mí, su brazo estaba sobre mi cabeza y estaba levemente inclinado sobre mí. Tuve que acercarme un poco a la puerta que estaba detrás de mí, para alejarme de él. —No seas malcriada y escúchame. No me aproveché de ti, sólo te traje porque te habías quedado dormida en el sofá. Te llevé a tu habitación pero estaba cerrada con candado, te intenté dejar en la habitación de tu padre y también estaba cerrada. No te iba a dejar en el sofá sola, así que te traje para acá. —bajé la mirada, me sentía avergonzada. Tenía razón, cada vez que salgo, tengo la costumbre de dejar las puertas cerradas con llave por si acaso llegasen a robar o algo por el estilo. —Eso no explica por qué andas en ropa interior —levanté mi vista y dije firme. —Ah, sí, acerca de eso… No me resistí, es que eres tan bonita —me miró sádicamente, acariciándome la mejilla como si fuese un violador. Lo miré aterrada, me volteé nuevamente y abrí la puerta, pero él volvió a cerrarla como la primera vez y esta vez se reía. —¡Déjame salir, estúpido pervertido! Llamaré a la policía, gritaré para que los vecinos vengan —le di la cara nuevamente. —Tranquila, tranquila. No te toqué siquiera. Después de que te dejé en la cama durmiendo, me quedé viendo televisión y al rato fui a la cocina a buscar algo de comer, encontré una barra de chocolate, pero no sabía que estaba derretida y me manché la ropa. La dejé sobre la lavadora y vine a la cama, estabas toda tapada y no me acordaba que estabas ahí. Yo acostumbro a dormir en ropa interior, por lo que me quité los pantalones nada más y me quedé dormido. —se encogió de hombros, como si fuese algo común lo que estuviese diciendo. Respiré profundo y bajé la mirada. Esperando a que mis ojos no me traicionarían y se clavarían en el suelo, se quedaron en el abdomen tan provocativo de Leonardo y además, en esa pose y en esos bóxers negros, era difícil concentrarse. Debía admitirlo, estaba como para dejarme violar. "Miranda, ¿qué diablos estás pensando?" Sacudí mi cabeza y volví mi vista a su rostro. Sus ojos me miraban fijamente. Me sentía entre la espada y la pared. Eran sus hipnotizantes ojos o su tentador cuerpo. Demonios, papá. ¿No pudiste contratar a una señora gorda y con arrugas? ¿O un viejo que apenas oyera lo que digo? —Está bien, disculpa por haberte agredido con una almohada. Ahora déjame salir. —me quedé mirando a la ventana para no caer en su juego. —Ahora que lo pienso, sí me dolió que me pegaras con la almohada —hizo una pausa y me obligó a mirarlo, debido a que colocó su mano sobre mi mentón—, la idea de violarte en este momento suena tan tentadora —su voz sonaba tan seductora y ronca, que lo hacía ver increíblemente sexy. Sentí que mi corazón latía demasiado rápido, estaba nerviosa. Mis manos parecían cascadas de lo sudadas que estaban. Respiré profundo para calmarme, debía salir de ahí. —No seas ridículo. No vuelvas a hacer algo semejante o en serio llamaré a la policía. —lo empujé levemente para poder salir lo antes posible de ahí. Él se dejó y soltó la puerta, riéndose por mi reacción. Yo pude abrir la puerta y salir corriendo a buscar mi bolso, para poder abrir mi habitación. Abrí mi habitación y me encerré. Puse mis manos sobre mi pecho el cual sentía que iba a explotar por culpa de mi corazón. Ese idiota. Me apoyé contra la puerta y me dejé caer, hasta quedar sentada en el suelo. —¿Quién se cree que es? Tonto, tonto. Me sentía nerviosa, ¿qué estaba pasando? Nunca me había pasado algo de esa manera con ningún chico. No digo que sea inmune, no, pero, tan nerviosa nunca me había puesto. Ni siquiera con mi ex. Él tenía algo raro, algo diferente. Dios, ¿por qué tenía que estar tan bueno? Esto quizá se llame karma o algo por el estilo. Esto me pasa por, en cierto modo, alegrarme de no ir con mi padre de vacaciones. Necesito a mis amigas, aunque si les cuento… me molestarán con esto de por vida y él solamente estaba jugando conmigo, podía notarlo de aquí a China. Joder, todo se complicaba cada vez más.
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