Capítulo 2 Hijo ilegitimo

3730 Words
Ocho años después. Mis manos golpean la bolsa con fuerza, estoy en mi casa, en el gimnasio, Dina está acostada en un rincón durmiendo con la panza arriba. — Menuda vida llevas - su pata se movió, pero siguió en modo inconsciente - Creo que necesitas un paseo - su cuerpo se giró automáticamente - Ja, tramposa. Volví a golpear la bolsa y ella a acostarse, era mi compañera, la que me soportaba y me hacía más humano, si es que aquello era posible. No estaba acostumbrado a tratar con gente, era muy solitario, solo trataba con mi familia y sobrinos, esas pequeñas cosas molestas que ahora habían aprendido sobre derechos humanos, empatía y el uso de la palabra no. Malditos elegidos de Dios. Se negaban a hacer mis mandados, todo porque mis hermanas les dijeron que no tenían que dejar que los manejen las personas, vivía con el enemigo en mi propia casa. Ellos ya no responden al "tráeme agua" o "tira esto", no, ellos te decían cosas como "no soy tu empleado" y "si no pides por favor, no lo haré". Sí, su osadía no tenía límites, ahora tenía que tratarlos como amor y cariño, si es que eso existía. Los quería, pero vamos, eran pequeños y molestos, podían limpiar mis cosas, yo les había cambiado los pañales a todos ellos y la caca, tenemos que admitir, que no es para nada agradable. — Dina - tome la botella de agua - Es hora de correr preciosa. Su cuerpo se levantó, se estiró y salió del gimnasio directo a dónde debía, la puerta. Mi perra estaba entrenada, ella tenía su propio aparato con botones que apretaba para pedir cosas, se lo había enseñado desde pequeña, necesitaba que me volviera a la realidad. Llegué junto a ella y abrí la puerta, vivíamos en el mismo barrio que mi familia, cerca de Barbie y Clara, pero en mi propia casa, a esta altura compraremos el lugar completo solo para la familia, esa gente no paraba de traer hijos al mundo, es que ellos no se habían dado cuenta que estaba todo jodido. Acaricié su cabeza y comencé a trotar, ella iba a mi lado siguiendo mi ritmo, unos vecinos me saludaron y solo levanté la mano, me habían llamado el otro día porque vieron a una persona rara merodeando. Ellos sabían quién era yo, de que trabaja y estaba seguro que la mujer tenía idea de cuánto calzaba, era lo que se consideraba chusma en potencia. Insoportable. En fin, era el nuevo jardinero del barrio, el pobre hombre se puso pálido y yo le ofrecí denunciarlos por discriminación, pensé que eso la dejaría enojada y me ignoraría, pero no pasó, quizás debía hacer algo más. — Mañana vamos a ir a correr al parque - murmuré a mi chica. Éramos nosotros dos y así me gustaba, pasaba tiempo con mi familia, iba siempre a casa de mis hermanas y a visitar a mis padres, sobre todo a mis ahijados. Porque me había adueñado de todos y les hice creer a los demás que ellos tenían participación. Pero oficialmente Audrey era mi princesa, ella vivía consentida, por mí, igual que los demás sobre todo ahora que iban a la escuela, el tiempo había pasado rápido, yo ya no era un niño y ellos eran más revoltosos y molestos, igual que mis demás sobrinos, solo que venían en pack de cuatro, tenían diez años, carácter como para agotar un set de baterías en dos horas y media. Volví a casa, me bañe y salí directo a la oficina, mi día siempre comenzaba temprano y terminaba tarde, tenía muchos casos en lo que ayudar y varios para resolver por mi cuenta, no tenía compañero, digamos que yo era muy complicado para ellos, no entendían mi sarcasmo y no toleraban que les dijera imbécil, aunque muchos lo eran, en fin… la hipocresía. Salude a varios mientras tomaba mi café, la única con la que me llevaba bien era con Maggie, una chica de sistemas, no era un nerd como yo, pero era bastante buena, aplicada, callada y no me molestaba, en lo que a mí respecta era un lujo de compañera. Ella se había ganado mi empatía, la única, los demás seguían siendo unos idiotas, con placa, pero idiotas al fin. — Aarón, hola - Maggie me sonrió - Mira - paso los papeles - Encontré las encriptaciones que me pediste, son como dijiste, repetidores, la señal está más cerca de lo que pensamos - bebí mi café. — Bien, eso es bueno, necesitamos saber dónde será la reunión, si encontramos a los empleados, podremos dar con los cabecillas - le devolví los papeles - Gracias - sonrió. — De nada - escuché un bufido en mi espalda. — ¿Algún problema Dylan? - enarque una ceja. — ¿Por qué a ella si le das las gracias? - lo observe. La mancha de café en su camiseta parecía recién hecha, el pelo desordenado y los papeles tirados en el escritorio me dejaron pensando en sus palabras. — ¿Tienes las cuentas de suiza? - consulte. — Todavía no… - lo interrumpí. — Por eso, llevas tres días, al quinto se lo paso a otro o lo hago yo - gruño. - Ponte a trabajar. Seguí caminando hasta dar al pasillo que daba justo a mi oficina y la salida de emergencia, había pedido una oficina apartada, no me gustaba estar con todos y Ron lo respetaba, al final de cuentas era el mejor en esto, le resolvía más casos que la mayoría de estos idiotas. Entre bebiendo un poco más de café y un fuerte golpe en mi nuca me hizo maldecir, la vista se me nublo y las piernas se me debilitaron, caí al piso, intenté abrir de nuevo los ojos, pero solo vi unos zapatos. Mi cuerpo dolía, la cabeza me palpitaba, abrí los ojos despacio y observé el piso sucio, un charco de agua se encontraba en una orilla, las paredes descascaradas eran de un color naranja, hacía calor y olía a baño público. Moví mi cuerpo, pero estaba sujeto a la silla, mire mi cuerpo, las piernas, las manos, todo completamente atado. Mi día se puso interesante. — Despertaste - la voz ronca de un hombre me hizo levantar la vista. — Oh, esto - hago una mueca - No, soy sonámbulo - sonreí — ¿Te crees muy listo? - se acercó furioso y golpeo mi rostro. — Mi sobrina pega más fuerte - escupí el suelo. — Veamos qué - volvió a mover su brazo. — ¡Basta! - gruño otro. — Oh, papá te ha retado - miré al otro hombre - Bien, todo esto fue interesante, ¿Me desatan? - moví mi cuerpo. — Creo que no entiendes lo que pasa acá - el que supongo que era el jefe se acercó - Tú no eliges. Su cabello oscuro estaba desarreglado, los ojos marrones me miraban ladinos, tenía barba desarreglada, su cuerpo estaba cubierto por una remera verde militar y pantalones de jean gastados, no se cubrían, ninguno de los dos, lo que me decía una cosa. Iban a matarme. — Oye, me encanta el suspenso, pero - me acerque un poco - Creo que se equivocaron de persona - volví para atrás - ¿Por qué mejor no me sueltan y hacemos de cuenta que no nos vimos nunca? Ya saben, como con los ex - negó. — Eso no pasará. — ¿Sigues viendo a tu ex? - consulte - Hermano, eso no es sano - el que me golpeo suspiro. — No saldrás con vida - aclara como si fuera un imbécil. Tenía los ojos rojos, claramente estaba drogado, no paraba de sorber, las pupilas estaban dilatadas a pesar de la luz, sus ojos eran de un extraño color miel y su cabello igual que la arena, vestía igual. — Idiota, cállate - el primero se levantó y golpeo su nuca. - Ahora desátalo para que vaya a la máquina - mire la laptop en la mesa. — ¿Por qué? ¿Vamos a jugar al counter strike? ¿GTA? - ladee el rostro - Oh, podemos jugar Fortnite - hable con falsa emoción. — Vas a entrar al sistema y nos dirás todos los códigos para acceder a las armas nucleares - murmuró - También nos darás acceso a los satélites - parpadee. — ¿Quieren ver televisión por cable? - consulte con indiferencia. — La NASA, hackearas la NASA. Oh, yo no haré eso, no esta vez, u otra vez, ahora que lo pienso bien, puedo hacerlo en segundos, pero no para estos imbéciles, no lo haría, ahora estaba de este lado de la ley, por lo qué. — Yo no sé hacer eso. - me empujaron frente a la máquina. — Quiero que entres ahora en el sistema - sus manos señalaron la pantalla. — ¿Quién te dijo que yo sé hacer eso? - consulte tranquilo. — Trabajas en esto, puedes hacerlo - volvió a apuntarme con el arma. — Yo no trabajo en esto, ¿de dónde sacaste esa información? - lo miro incrédulo. — No vengas con mentira, te vi en el área de sistema - el castaño habla. — ¿A mí? - entrecierra sus ojos. — A ti - responde molesto. — No lo recuerdo - me hago qué pienso - Déjame recordar… - mis labios se fruncen - No, no recuerdo — Métete en el puto sistema, eres ese cerebrito del que hablan - lo miro - El nerd. — Oh vamos, ¿estamos en la preparatoria? ¿Nerd? ¿En serio? ¿No se te podía ocurrir algo mejor? - eleva su ceja. — Eres él. — No, pero hasta un imbécil tiene mejores adjetivos - miro el suelo - Tengo hambre, ¿a qué hora llega la comida? - me miran si creérselo. — ¿Comida? Estás secuestrado, no hay comida - ruedo los ojos. — Pésimo servicio. - bien necesito ponerme el micrófono. — Métete en el sistema - me empujan el cuerpo hacía la computadora. — Que no sé hacerlo - repetí. — ¡Estabas en el área de sistema! - grita el otro molesto. — Puede que haya estado, pero no quiere decir que sea esa persona - señale - Estaba viendo porno o intentando hacerlo, hasta que me interrumpiste - El drama de Bruno debía servirme para algo - Bueno, no me dejaste llegar. — ¿Porno? — Si ya sabes, esos videos donde dos personas aparecen follando y… - me cortan. — ¡Se lo que es porno! — Bueno, yo solo explicaba lo que preguntaste - elevó mis manos — ¿Cómo es que ves pornografía en un establecimiento policial? — Cómo ellos follan en el mismo lugar - subo mis hombros - Me parece absurda esa pregunta. — Es un policía. - insiste el que me golpeó. — No lo soy, solo soy el de mantenimiento - hable tranquilo - Ya saben, fallas eléctricas, cables, focos, llaves. — No te creo. - siseo el jefe. — Si trabajará ahí como oficial, debería tener el uniforme, placa y esas cosas - cosas que no usaba porque me negaba a seguir las reglas. — Tiene lógica. - dice el idiota que me pego. — Claro que la tengo - suspiré - ¿Quién planificó esto? ¿Un bebé? - ambos me miran - No está para nada organizado, es hasta patético. — ¡Cállate! Se dan la vuelta para hablar y aprovecho para ponerme el comunicador y el micrófono en mi oído, las voces de los oficiales llenan mi cabeza haciendo que me arrepienta automáticamente. Aarón ¿estás bien? No respondí, no podía, solo me quedé ahí, quieto. — Entonces, estabas en sistemas porque veías porno. ¿Porno? ¿En serio? ¿No se te ocurrió otra cosa? La voz de Maggie me hace sonreír. — ¡Contesta! — Me dijiste que me callara - le recuerdo - Si vamos a la definición de callar, podemos apreciar que es… ¿Qué haces? — Por favor, quien me envía a estar aquí con este imbécil - lleva las manos a su cabeza. — Pobre, es tu compañero, no deberías decir eso de él, tiene la cara sí, pero ya no te puedes retractar - me mira ¿Quieres que te maten? — ¿Es broma? - sus ojos arden. — No, son códigos, supongo que los maleantes lo tienen - eleva el arma. Aaron, por favor solo cállate. — Los códigos, ahora. - gruñe. — Bueno, primero es no acostarse con la novia o ex de tu amigo, no puedes… - aprieta el gatillo. — Los códigos para entrar en el sistema - gruño. — Okay, qué humor - prendo la máquina - ¿Qué códigos? — Me estás tomando el pelo - niego. — Te dije que no se hacer esto. - elevo la voz dramáticamente. — Quiero que te metas al servicio de inteligencia y me des las coordenadas de las armas - afirmó y abro YouTube. — ¿Qué haces? — Lo que me pediste - respondo. — ¿Con música? - consulta el otro. Mis dedos se colocan frente al teclado y comienzan a teclear letra por letra, igual que cómo lo hacen mis sobrinos. — ¿Cómo hackear el FBI? - pongo el buscador. — ¿Es broma? - muevo la mano. — Shh, Quiero escuchar. Podía escuchar cómo se reían del otro lado del audífono, abrí otra pestaña y busqué FBI, mis dedos tocan letra por detrás, cómo un imbécil. — ¿A quién mierda trajiste? - grita a su compañero. — Estoy seguro que es él - sigo mi trabajo. — Chicos ¿una consulta? - levanto mi dedo - Tienen el programa que modifican el IP, acá dicen que tenemos que triangular esa señal, sino nos descubrirán - señaló el vídeo - No me pueden descubrir, no se ustedes, pero si yo vuelvo a cometer un delito, me meten preso de por vida - no era del todo mentira. — ¿Cómo? – parpadearon — Si, ya tengo cinco causas, dos fueron de mala suerte - porque me descubrieron — ¿Las otras tres? - lo hice a propósito. — También. - vuelven a reírse en mi oído. - Porque al menos que estemos en un país con extradición, estamos fritos. - captó su atención. ¿Puedes dejar de darles ideas? Me vuelve a retar. — Te dije que teníamos que salir del país - se queja el otro. Bingo, vamos todavía están aquí. — O sea que, iremos presos todos - me quejo - No se ustedes, pero yo quiero permanecer vivo unos años más, además no podría estar con tanta gente. - sacudo la cabeza - Suponiendo que no me matan al llegar, no se usar armas - respiro acelerado - Voy a morir, no quiero morir - hablo dramático. — ¿Te golpearía por charlatán? - responde molesto. — Seguramente, pero me gusta hablar - subo los hombros y mi móvil suena. - Deben atender esa llamada. - lo señaló. — Estás secuestrado, ¿Qué parte no entiendes? - en realidad, era lo mismo. — Es mi madre o padre, créeme querrás atender o llamara a todo el estado avisando que no estoy - ladearon el rostro. - Entró en pánico desde que le dije que trabajaría en mantenimiento para el FBI - subí mis hombros. — Pero si no eres importante - hablo el otro. — Para ella sí - lo observó - ¿Tú mamá no te quería? - otro suspiro en mi oreja - Debe de ser triste. Joder Aaron, ya cállate. — Bueno, no atiendas - subí mis hombros. — ¿Quién eres en realidad? - movió el teléfono. — Está bien, me atrapaste, soy el hijo no reconocido de Robert Pattinson - escucho la maldición de Maggie. La mano del sujeto frente a mí se movió y la culata del arma termino en mi rostro, me queje un poco del dolor, pero no era algo insoportable, solo un pequeño ardor en el labio y luego el caliente de la sangre, creo que me dolió más la paliza de mi hermana cuando decapite a todas sus muñecas. — Bien, mi hermana pega más fuerte - escupí. - Pero le ganas a el idiota uno. — ¿Quién carajos eres? - grito. — Ya te dije, pero no me crees - subí mis hombros. — Atiende, nos dirán quién es - volvió a sonar el teléfono. — Ni una sola palabra de más - su arma subió apuntándome. — Mamá - hable tranquilo. — ¡Qué carajos hijo! ¿Por qué no atendías? - su voz es de alarma pura. — Perdón mamá, estaba con unos amigos, me entretuve - y es ahí donde ella entra en escena. Llamen a los Hamilton, dice Maggie y sé lo que vendrá. — ¿Unos amigos? - repite. — Exacto - ruedo los ojos - Sabes que siempre me pasa cuando estoy con ellos. - se escucha otro móvil. Señor Hamilton, Soy Maggie, puede por favor poner el localizador de su hijo en acción. — Siempre lo mismo contigo, pensé que vendrías a almorzar hoy, me dijiste que venias - su falso enojo me emociona. — Lo siento, los chicos me insistieron en quedarme - suspiro. — Me das dolores de cabeza, estaba a punto de hablar con tu jefe - los mire diciendo, vieron. — Ya, lo siento - murmuró - Pero sabes qué, podrías apagar mi consola de video, me retrasare un poco - tenía que hacer tiempo. — Por todos los santos, tienes casi treinta años, pasas todo el día jugando a las consolas, no has estudiado, vives todavía con nosotros - Maggie ríe. Los tienes entrenados, me gusta. Me mordí la lengua para no decir nada. — Bien Aaron, ahí tu padre se encargó de todo, nos vemos en un rato - ahora hablaba en serio - Ten en cuenta que te golpeare cuando eso pase. - comencé a reir. — No esperaba menos de ti - suspiro. — Hijo - se calló - Ten cuidado - rodé los ojos. — Mamá ¿Sigues viendo tus series policiacas? - suspiro. — Puede ser - reí. - Chau, tu padre terminó de cocinar todo. Listo Aarón, vamos para allá, por favor, no hagas nada estúpido. — Ok, chau - colgó - Bien, ahora mamá no me dejará jugar con mis juegos - suspire. — ¿Quién carajos eres? - se acercó. — Mike Douglas - respondí tranquilo. — Te equivocaste imbécil. - grito - Ahora tendremos que matarlo y volver por ese tipo. Me dio la espalda para gritarle y me levanté rápido, mi mano tomó la computadora para golpearlo, se tambaleó hacia delante, lo tomé por cuello mientras sostenía su muñeca dejando caer su arma al suelo, el otro se movió de un lado al otro para tomarme. Un codo se estrelló en mi vientre, la respiración se me corto, tosí ahogado y sin fuerzas, me pego de nuevo en el rostro, me queje y me aleje. — Joder, ¿Puedes apuntar a otro lado? - gruñí - Bien, lo quieres rudo, lo tendremos rudo. Estrelle mi puño contra su rostro dos veces, el arma estaba cerca del rubio así que no me quedó más remedio que arrastrarme para alejarla y tirarlo al suelo, el golpe duro de su cuerpo me hizo sonreír, era momento de cobrarme sus golpes. Me subí encima de él y comencé a golpear su maldito rostro con mi puño, el labio se le partió, luego la nariz. Me tomaron por la espalda y cabeceé para sacarlo, cayó cerca del arma así que tuve que moverme hasta donde estaba la mesa y cubrirme con ella para no morir en el medio de la nada. El disparo llegó. — Tiene razón, el imbécil no sirve para nada - mire a su compañero inconsciente - Creo que le rompí la nariz - volvió a disparar. — ¿Quién eres? - gruño. — Oh, bueno - saque el cuchillo - Te dije que era el hijo no reconocido de Robert, pero no me creíste - mire de reojo por la orilla y volvió a disparar. - Por cierto, consejo - me eleve y lance el cuchillo. Grito con fuerza y el arma cayó al suelo, moví la mesa hasta quedar sobre él, tome el arma y saque el cuchillo de su hombro. — Ayy - se quejó. — uh, lo siento - volví a incrustarlo y él a gritar - ¿Lo saco o lo dejo? Me mareas - escuche a su compañero así que lo saque y se lo lance - En fin… - el quejido de dolor llego - Tienen que revisar a sus víctimas - guiñe un ojo - Arriba. Lo señale con el arma y lo hice caminar hasta al lado de su compañero, luego tome el cuchillo que quedo en su pierna y los amarre a ambos con la soga que antes tuve puesta. Cuando los autos se escucharon yo estaba sentado tomando agua y mirando la televisión, Ron entro primero junto con Brooks, Holmes y Charles, los tres hombres que me habían reclutado, señale la orilla donde los sujetos estaban amordazados. — Hablaban mucho - Ron rodo los ojo. — Llévenselos - gruño y me observo - A partir de hoy tienes nueva compañera - junte mis cejas. — ¿Qué? - me queje. — Compartirán oficina - miro a Holmes - Hazla pasar. — Ron, no quiero compañera, porque haces esto, sigo vivo - moví las manos. - ¡Ron! - me ignoro — Porque no puedes simplemente callarte, podrías haber muerto - me observo - Vas a tener compañera, te guste o no, se van a cuidar y le vas a explicar lo que sea necesario. – me apunto con el dedo – Más te vale que la cuides. — Y una mierda - estábamos solo - No trabajo con nadie, lo sabes - la chica entro y me quede callado. — Bueno, no es necesario que los presente - sonrió burlesco - Pero por las dudas - me miro y luego a ella - Aarón, Denisse, Denisse, Aarón - nos señaló a ambos. - Ahora pueden matarse - salió. Destino, jodido destino.
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