Capítulo 1 Preso
Aarón
Las paredes grises están algo desgastadas y con manchas de humedad, el olor a café y desodorante de piso invadía mis fosas nasales produciendo un picor un poco molesto, este lugar apestaba o quizás era el sujeto frente a mí.
Mis ojos se detienen frente al gran vidrio, está diseñado para que parezca un espejo, pero detrás de este, siempre hay personas, les sonreí coqueto y luego suspire mientras seguía observando, el piso gastado estaba lleno de manchas de desinfectante.
Observo cada detalle de lo que se encuentra frente a mí porque siendo honesto es más interesante que el sujeto que tengo sentado enfrente, además porque sé que si hablo lo más probable es que lo arruine todo, no porque sea inocente, no, yo no era inocente, pero ellos no tenían las pruebas precisas para decir que era culpable.
Era jodidamente bueno para meterme en problemas.
Siendo honesto, yo mismo me había auto- inculpado, esto no era más que obra mía, lo había planificado todo, cada parte de lo que pasaría hasta que llegara este momento, solo estaba haciendo tiempo, esperando que mi hermana o Barbie llegarán para salvarme, pero siendo honestos tampoco las había llamado, quizás mis padres lo harían o tal vez me dejarían acá hasta mañana por imbécil, no los culpaba, lo merecía, pero todo tenía una razón.
— Pareces tranquilo – mis ojos vuelven al sujeto que está frente a mí.
Lleva la barba mal cortada y el cabello desarreglado, sus uñas están sucias y olía a tabaco, sexo y transpiración, siendo honesto me asombra que alguien se acueste con él, estaba completamente desalineado.
El sujeto masca chicle igual que como un caballo pasta.
Es desagradable.
Mis ojos se desvían a la comisura de su boca donde un hilo de baba cae hasta su hombro, arrugo mi nariz y tomo aire, no puedo apartar los ojos de la zona, solo me quedo viendo el hilo de baba que sale de su costado y luego como lo limpia, hago una arcada y su compañero se aleja, seguramente teme que lo vomite, bueno no está muy lejos de la realidad, quiero hacerlo, quiero vomitar, pero no a él, quizás al imbécil que ahora me mira con suficiencia.
Estoy seguro de que vomitare solo por verlo, es que, siendo honesto, es más de lo que tolero, sobre todo porque me tocó con esa mano, joder, me tocó.
— ¿Por qué estaría nervioso? – subí mis hombros. – No tengo frente a mí nadie que me intimidé – respondí mordaz.
— ¿Las ganas de vomitar es porque estás muy tranquilo? - el sarcasmo afloro, estaba seguro que él no sabía con quién se metía, yo era el rey del sarcasmo.
— Oh señor oficial, me ha descubierto, tengo miedo de un hombre tan fuerte y poderoso como usted - hice un mohín y su compañero tosió tapando la risa.
— Te recuerdo que estás preso y yo, puedo ser tu peor pesadilla - lo observe de arriba abajo.
— Dudo que pueda caminar tres paso sin agitarse - tome aire - Tiene las manos hinchadas y rojas, sobrepeso, es obvio que tiene problemas cardiacos, seguramente le han dado una dieta que usted no sigue - ladeé mi rostro - Las marcas en su cuello dicen que ya tiene diabetes, pero las rosquillas de la comisaría valen más la pena que evitar un paro cardiaco, así que - tome aire y moví mi cuerpo - No, no es mi pesadilla - mire a su compañero - Él quizás sí - volví a mirarlo - Pero respondiendo a su primera pregunta - suspiré aburrido - Las ganas de vomitar es porque me resulta desagradable - me incline hacia delante - Dígame una cosa - me concentro en analizarlo - ¿Se acuestas con la oficial que recibió mis cosas o con la enana que tenía su cabello desarreglado? - su cuerpo se pone rígido con lo último - La enana - sonrió satisfecho.
— No es lo que te pregunté - habla rígido.
— ¿Está permitido acostarse con los compañeros? - me inclino hacia atrás - ¿O hay reglas contra eso? - su puño se aprieta. - No te culpo, ella es linda - lo miro - No puedo decir lo mismo de ti, de hecho, tengo curiosidad - entrecierro los ojos ¿Por qué se acuesta contigo? - muevo mis manos y ala esposas tiran - ¿Es por la placa o la tienes muy grande? - su compañero no se aguanta y se ríe. - Oh, quiere un ascenso.
— Cállate - gruño y movió las manos - Tú - señaló al otro oficial - Fuera.
— Es momento de usar la fuerza bruta - suspiré - Eres consciente de que te pueden ver por allá - señaló el vidrio con mi dedo - Además déjame decir que pegarme del cuello para abajo no funcionara - apretó su puño.
— ¿Te crees muy listo? - lo era, pero no necesitaba saberlo.
Lo observe esperando que dijera lo que quería decir, sus manos se aprietan y sueltan varias veces, sé que solo me tiene que cuidar hasta que llegue alguien más, no es más que un empleado y en realidad, había hablado para las personas que estaban del otro lado del vidrio, los que habían hecho que me arresten, de ellos debería estar preocupados, pero no era así.
— Déjame peguntarte algo - apoyo sus brazos - ¿Eres así de idiota porque todavía tienes diecisiete años? - sonreí sin ganas.
— Si fueras alguien con un poco de chispas, sabrías que no importa cuantos años tenga, estoy emancipado, puedes arrestarme, sin embargo, no estás enojado por mi idiotez, sino porque te corte la follada con la pelirroja - me acomode - Aunque por su cara de alivio, le hice un favor - la puerta se abrió.
Tres agentes de n***o entraron, había llegado la caballería, esto era lo que necesitaba para entrar de una vez por todas al programa, no me dejarían preso no les convenia que alguien como yo estuviera en la cárcel, ahí podía hacer más estragos de los que ya les había hecho fuera.
— Oficial Brown, gracias por su ayuda - hablo el más alto de los tres - Nosotros nos encargamos - me observó y sonrió con malicia.
— Estás acabado niño – sonreí de nuevo.
— Lo que tu digas - lo observe salir - Deja a la colorada en paz, solo lo hace para que no la molestes - cerró la puerta con fuerza - Caballeros - los mire - Mis abogadas todavía no llegan - la puerta se abrió mostrando una cabellera roja desarregla.
— Más te vale que no hayas abierto la boca - me señaló Barbie y luego entró Sam.
— ¿Qué hiciste esta vez? - subí mis hombros.
— ¿Por qué tengo que ser el culpable? - los hombres me miraron con una ceja arqueada - Bueno, está bien, le dije aquel sujeto, el oficial Brown, que me daba asco, pero nada más - suspiraron.
— Oficiales - Barbie los miro - ¿Se puede saber de qué acusan a mi cliente? - los tres la miraron.
El más alto posó sus ojos en mi hermana primero y luego en Barbie, tenía el cabello oscuro y ojos de un color petróleo brillante, el segundo cabello como la arena y ojos miel, el tercero de los tres, estaba lleno de tatuajes, parecía perturbado y solo me observaba a mí.
— Será mejor que dejen de mirarlas de esa forma o dejaré de ser amigable – mi voz salió ronca y grave.
— No estás en condiciones – el tatuado hablo.
— Siempre tengo las condiciones, créeme – los observo sin inmutarme.
— Aaron – Sam me habló.
— Te está mirando como si eres un pedazo de carne, te aseguro que a Mateo no le gustara si le cuento – el más alto me observo - ¿Ustedes conocen al señor Mateo Wells? Capaz lo conocen como el diablo - siseo – Su esposa, mi hermana – cada vez hablaba más serio – Ahora saca tus ojos de ellas – Barbie sonrió de lado.
— Tranquilo, estoy segura que no querrán perder su licencia por una denuncia de acoso - murmuró Maze - ¿No caballeros? – el rubio carraspeo.
— Aaron Hamilton – dijo moreno - ¿Tienes algo que confesar? – junto ambas cejas.
— No - negué y me observo curioso – Oh, espera, sí - el costado de su mejilla tiro en media sonrisa – Sí, tengo algo que confesar, salí de casa sin lavarme los dientes - Sam se golpeó la frente – Mi odontólogo estará muy decepcionado – arqueo una ceja y el tatuado sonrió.
— ¿No te preocupa ir a la cárcel? – negué de nuevo.
— Para nada, seguramente hay gente muy interesante, además ¿Qué tan malo puede ser que alguien como yo vaya a la cárcel? – Maze sonrió y golpeó a Sam por debajo de la mesa.
— ¿Les parece gracioso? – las miro.
— Ciertamente no está diciendo nada interesante – Maze hablo tranquila – Al menos que nos diga que quiere con él, me temo que nos iremos, no tiene nada que lo retenga – el rubio se pavoneo.
— Somos agentes del FBI, podemos retenerlo lo que queramos – sonreí.
— Joder, el FBI – mire el vidrio – No, no tengo miedo – volví a mirarnos.
— Vayan al punto o nos vamos – Sam se paró.
El primero saco una carpeta y comenzó a dejar fotos, eran los sistemas en su estado normal y luego alterados, la pequeña frase “comete mis calzones” estaba en la pantalla, tengo que decir que ese programa de la televisión me dio la frase perfecta para molestarlos, era una forma de mantenerlos molestos durante al menos uno o dos meses, la última vez les había dejado pistas, pequeños rastros que los llevarán hacía mí.
— ¿Te resulta familiar? – mire las fotos.
— Es una computadora – dije tranquilo – He visto una o dos en mi vida – Sam y Barbie me observaron.
— Estuviste los últimos dos meses y medio hackeando todos los sistemas gubernamentales, dejando carteles, desapareciendo fichas enteras de trabajo o bloqueando el acceso, cambiaste claves de acceso – empezó a dejar foto tras foto.
— ¿Yo? ¿Por qué haría eso? – lo observe sin ninguna expresión.
— Porque tienes un IQ alto, porque has ayudado al FBI en otros casos anteriormente, no hay registro de ti en el sistema, pero lo has hecho – yo no podía hablar de eso.
— Soy un chico prodigio, pero eso no es pecado, que yo sepa - moví las manos - ¿Pueden sacarme las esposas? Resulta molesto hablar así – observó al tatuado y salió.
Me quedé en silencio esperando que volvieran con la llave, cuando entro, las abrió. Murmuré un gracias y luego refregué mis manos para aliviar la molestia que habían dejado esa cosa, Sam me paso alcohol en gel y limpie la zona con una mueca.
— ¿Tienes un problema con los gérmenes? – el rubio me observo – En la cárcel hay muchos más – su intento de ser malo me dio risa.
— Mire, agente… - esperé que hablara
— Brooks – sonreí.
— Agente Brooks, no me preocupa los gérmenes, tampoco lo que pueda haber en la cárcel, porque en realidad, como saben, puedo entretenerme igual dentro – sonreí.
— ¿Hackeando sistemas de seguridad? – subí mis hombros.
— Yo no lo dije, ahora – entrelace mis manos - ¿Por qué piensan que soy yo?
— El primero de agosto fue el primer ataque, las coordenadas dieron a una isla en las Maldivas, el segundo fueron dos semanas después, en esta oportunidad la antena era justo la que estaba en el océano Ártico. – mostró otra foto.
— Bien, vivo aquí – respondí.
— Siguieron, el límite con la frontera de México, Islas en el Atlántico y Pacifico, una tras otras, hasta que la última dio tres lugares, New York, Seattle y San Francisco – sonrió como si hubiera descubierto oro – Pusimos a seis de nuestros hombres a trabajar en esto y… - levante la mano.
— ¿Seis? – consulte - ¿Seis? – suspire – Eso demuestra lo mal que están, seis personas para dar con un chico de diecisiete años – Sam me observa.
— Cállate Aarón – gruño.
— Es que es increíble, sobre todo porque – calle – No, a ver, díganme ¿Cómo lo adivinaron? – cruce los brazos.
— Aarón – ahora Maze me regañaba.
— Eres el único de los últimos tres lugares que dio con la capacidad para hacer algo así – chasquee la lengua.
— Eso solo demuestra que su personal no sirve – tome el mapa – Me dan un bolígrafo – mis hermanas me observaron como si estuviera loco.
— Toma – el tatuado se acercó.
— Vamos a ver, Maldivas, Ártico, México, Atlántico, Pacifico – seguí marcando los puntos hasta que terminé. – Miren qué pasa si los unen, siguiendo el orden.
Forme una A, que parecía un triángulo, él punto de la misma daba justo donde estaba ubicada mi casa, los tres abrieron los ojos mientras yo se los dejaba frente a sus ojos, las chicas maldijeron, básicamente me había inculpado por todo esto, pero yo conocía lo que pasaría.
Ron me había dado la idea un tiempo atrás, no de manera directa, sino más bien diciendo lo que podría pasar si no me controlaba o cuidaba lo que hacía.
Podemos decir que yo me agarré de eso para obtener un resultado, algo seguro.
— Entonces, pueden llevarme a la cárcel – estire las manos.
— No irás a la cárcel – el tatuado nos miró a los tres. – El jefe quiere que te unas al FBI, tendrás que hacer la capacitación para usar armas, prepararte como todos y luego empezaras a trabajar en el sistema de seguridad del estado, si un chiquillo puede meterse hasta en la sopa, no podemos desperdiciarlo – Barbie me observo.
— Lo planeaste – dijo mi hermana – Joder, lo planeaste – me observo – Es peligroso.
— No es para tanto – moví a mano - ¿Dónde firmo?
Los hombres negaron con media sonrisa, al final de cuentas era lo único que podían de hacer, un chiquillo les había ganado la partida, ahora era mi momento de hacer lo que quería, nada de esperar hasta los dieciocho, nada de alistarme y lograr entrar el próximo año, yo acaba de tomar riendas en mi futuro.
— Bienvenido al FBI – la voz de Ron del otro lado del vidrio me hizo sonreí.
— Nos divertiremos mucho - la mano de mi hermana se estrelló en mi nuca.
— Pendejo, estaba en una reunión importante del colegio – giro – Mamá estará furiosa – Barbie me observo.
— Cuidaras a los mellizos un mes seguido - me señalo con el dedo.
— Nada me gustaría más - sonrió.
— Te detesto, pero eres un maldito genio – abrió sus brazos y la abrazo. – Tus padres te mataran – murmuro en mi oído.
— Claro que sí.