Sentarme a beber en este club no fue mala idea después de todo, o quizá sí, todo depende del enfoque.
El lugar ha comenzado a llenarse, gente ingresa y comienza a ocupar las mesas, las luces tenues son agradables y le dan al lugar un ambiente fresco, la música está a un volumen lo suficientemente alto para disfrutar de las melodías y al mismo tiempo idóneo para mantener una conversación sin distraerse.
Desde mi posición el entorno es aún más calmado, pues me encuentro lo suficientemente alejado del bullicio, aun así, ni siquiera esos metros que separan mi distancia de la de ella logran apaciguar las sensaciones que mi pecho está experimentando en este momento.
Verla aquí ha removido un sin fin de emociones en mi interior, trayendo a colación sentimientos que durante algunos años trate de mantener ocultos, aunque nunca logré enterrar por completo y en su mirada puedo ver qué ella tampoco.
Con su gesto frío se sienta en una de las mesas en compañía de otra mujer que no debe pasar de los treinta y cinco años, me da una mirada y después se concentra en la plática con la mujer que lleva un velo cubriendo completamente su cabeza y cuello, le hace una señal a los hombres que la custodian y estos avanzan y se acomodan un tanto alejados de ella.
—¿Sigues bebiendo? — menciona Dante interrumpiendo mis pensamientos, tomo mi vaso sin mirarlo y me sirvo otro wiskhy, de inmediato Dante se percata de que me encuentro enfocado en algo, o mejor dicho alguien.
—Ya has encontrado a tu próxima víctima— Expresa con un gesto de negativa moviendo la cabeza hacia ambos lados
—Ahí— señalo con la cabeza y el voltea sin disimulo en la dirección que acabo de indicarle
—A caso es...— interrumpo sus palabras asintiendo con la cabeza, el mejor que nadie conoce esa historia.
Antes de que sigamos hablando, escuchamos algunas risas que provienen de la sala privada en dónde nos encontrábamos hasta hace unos minutos, de ella salen Javier seguido por los demás hombres incluido Alí, no se han percatado de que seguimos en este lugar, después de intercambiar algunas palabras varios de los hombres de marchan y otros eligen una mesa, supongo para celebrar los tratos que han pactado.
Y entre ellos se queda el maldito musulmán, avanza hacia quien me pesa llamar "su mujer" y coloca una mano en su hombro, los musulmanes no demuestran afecto en público, lo cual me da un respiro y agradezco no tener que ver a ese tipo tocando la piel o los labios que en algún momento fueron míos.
Ella lo observa y le obsequia una sonrisa, para después pedir la cuenta y levantarse.
Yo hago exactamente lo mismo, me levanto azotando el vaso derramando el poco licor que reposaba en el fondo del cristal y me acomodo mi traje listo para marcharme.
—Eso que haces es una estupidez— ladra Dante colocando los codos sobre la mesa y entrelazando los dedos de ambas manos.
—Necesito hablar con ella y no voy a esperar a que esté por subir a un maldito avión para marcharse— suelto absolutamente decidido a seguirlos y buscar una oportunidad para que estemos a solas.
Hay tanto que quiero saber y sé que ella no va a buscarme, no porque no quiera, no puede hacerlo.
—Sabes que ese arrebató le puede costar mucho, al igual que a ti— expone Dante, sé que tiene razón, pero hace años la deje ir y aunque en ese momento no pude hacer nada por cambiar las cosas, sé que hoy todo puede ser diferente
—Lo sé y estoy dispuesto a lidiar con las consecuencias, no me esperes, tengo que irme— Sentencio y ordeno a León cuidar de loba, salgo del lugar luego de que ella y el maldito de Alí lo hacen y una vez sobre mi vehículo comienzo a seguirlos hasta el hotel en dónde se están hospedando.
Me acerco a la recepción del lugar con disimulo y pregunto a la mujer que atiende cuál es la habitación de la pareja.
—Lo siento señor, pero no puedo brindarle información sobre los huéspedes— responde avergonzada y coloca sus cabellos detrás de su oreja tratando de disimular su rubor
—Yo sé que puedes hacer una excepción— replico con vos seductora y le extiendo varios billetes, es más de lo que podría ganar en este lugar en un mes, dudo que quiera rechazarlo.
La mujer ahora con un aspecto serio toma en dinero y lo oculta de inmediato, me lanza una mirada de complicidad y responde
—En el 305, es la suite presidencial— sonrío, pero no me conformo con la escasa información
—Te daré mucho más si puedes hacer que me encuentre con la mujer a solas— ofrezco decidido a verla esta misma noche.
—Eso es imposible señor, cómo podría yo hacer eso— Menciona otra vez con nerviosismo, está comenzando a exasperarme
—El triple— espeto con seriedad, la mujer lo piensa por algunos segundos dudando de poder hacerlo, pero sé que quiere el dinero.
—Está bien, espere en el bar, tardaré aproximadamente una hora, luego le avisaré en qué habitación encontrarla.
Amplío una sonrisa y le extiendo otros billetes.
—Tendrás el resto luego de que la haya visto— le comunico y camino hacia el bar del hotel, bebo un trago mientras espero con paciencia la señal de la mujer para acudir a ese encuentro.
Bebo un trago en la barra y me limito a escribirle un mensaje a Emma.
Quedé de pasar por ella para llevarla a cenar al terminar mí reunión y eso ya no será posible.
Poco después de escribirle que me surgió un asunto importante, está me llama por teléfono completamente enfadada
—¡Eres un idiota! — es lo primero que menciona cuando presiono la tecla de "responder"
—Sí, yo también te quiero— Replico con un pequeño tono burlón ante su arrebato
—Me prometiste que vendrías hoy por mi Aidan Cassano— escucho un resoplido, pero sé muy bien como contentarla
—Descuida pequeña, te lo compensare lo prometo— expongo tratando de calmarla
—Siempre dices lo mismo ¿Qué es eso tan urgente como para que dejes plantada a la única mujer que será constante en tu vida? — cuestiona con sarcasmo, no quiero mentirle, pero no tengo opción, no puedo decirle que no iré por ella por qué estoy a punto de verme con una mujer, que además de todo no es cualquier mujer.
—Asuntos de trabajo— es lo único que digo y entiende de inmediato que no pretendo darle explicaciones y terminamos la llamada.
Momentos después se acerca la mujer que atendía la recepción.
—Aquí tiene habitación 204, no puede tardar más de una hora o me meterá en problemas y no solo a mí, también a la mujer que quiere ver— advierte entregándome la tarjeta que abre la puerta de una de las habitaciones del hotel.
Pago mi bebida y de inmediato me encamino hasta el lugar, tengo un sentimiento que no puedo describir como nerviosismo, es más la ansiedad de verla sin que esté rodeada de otras personas y al fin frente a frente.
En la puerta de la habitación está una camarera
—La señora Brahim llegará en un momento— me indica y yo asiento colocando la llave en la puerta para ingresar.
Una vez adentro veo que en una mesa han dejado una botella de vino, sonrío por qué seguramente la mujer de la recepción debió pensar que este es un encuentro entre dos amantes, aunque no está muy lejos de tener razón.
Me sirvo una copa de vino para relajarme un poco y espero unos minutos antes de que ella aparezca. Visualizo cada parte de la habitación perdiendo mi tiempo en las decoraciones neutras con alfombras marrones y un candelabro de estilo antiguo centrado en medio del salón.
El aire acondicionado está encendido meciendo mis cabellos que peino hacia atrás con mi mano.
Poco después escucho el sonido de la puerta y al fin la tengo de pie frente a mí.
Se ha cambiado de atuendo, lleva un vestido ajustado color dorado, atado por unas cintas a su delicado cuello, la tela cae con gracia un poco abajo de sus rodillas, sus tacones no son tan altos, pero hacen ver más largas sus perfectas piernas.
Sigue llevando sobre su cabeza una especie de velo que apenas la cubre con los extremos cayendo sobre sus hombros.
No sé inmuta, me observa fijamente, eso me da entender que le explicaron con quién sería el encuentro.
No ha venido engañada, decidió acudir a esta habitación sabiendo que yo me encontraba solo en ella.
—¿Qué es esto? — eleva una ceja volteando a su alrededor
—Hola princesita. ¿No te alegras de verme? — respondo con otra pregunta, sirvo otra copa de vino y avanzó hasta ella y se la entrego.
—Alí no tardará en regresar, se breve ¿qué quieres?— Me acerco hasta su cuerpo retirando la copa que hace unos momentos le extendí y sujeto con fuerza su garganta, pego mi rostro a su boca sintiendo el calor que emana de su respiración, relamo mis labios y los acerco hasta rosar su boca, con mi lengua separo los de ella y lamo su labio superior en un lengüetazo que llega hasta la punta de su nariz , durante algunos segundos intercambiamos miradas llenas de deseo, deseo de besarnos, deseo de tocarnos, deseo de sentirnos completamente, como hicimos hace un par de años.
Recorro con mi índice la curva de su columna deteniéndome en el inicio de sus nalgas, la tela es muy fina y casi puedo palpar su piel completamente erizada en mis manos, presiono su cadera y me quedo inmóvil manteniendo con fuerza mi agarre en su garganta hasta que finalmente ella termina con esa tortura que marca una pequeña distancia y acortándola totalmente presiona sus labios con los míos.
La beso con fuerza y desenfrenada lujuria, me abro paso entre sus labios y hundo mi lengua en su boca comenzando a probar el sabor de su saliva, suelto mi agarre de su garganta y llevo mi mano hasta sus senos por encima del vestido, siento sus pezones erectos a través de la delgada tela que me separa de su cuerpo y comienzo a masajearlos, los aprieto y pellizco haciéndola soltar sonoros gemidos, con mi otra mano tomo la de ella y la presiono contra mi pantalón, justamente sobre mi pene que se encuentra putamente endurecido y se hincha más cada vez que mi lengua danza con la de ella en un beso caliente, húmedo y malditamente lascivo.
Saboreo el interior de su boca mientras bajo mi mano hasta el borde del vestido, sonrió en su boca porque sé que al introducir mi mano la encontraré completamente mojada y excitada cómo me encuentro yo en este mismo momento.
Acaricio su muslo y la levanto hasta sentarla en el mueble que está colocado junto a la puerta, muevo sus bragas a un lado y comienzo a recorrer su sexo.
—Joder— gruño putamente excitado.
Tallo mi dedo índice y medio en la abertura de su vulva separando sus labios comprobando la humedad de la desbordada lujuria y con un ritmo candente masajeo su clítoris que se hincha y se quema ante mi toque, luego los arrastro aún más hasta el interior de su v****a que se encuentra aún más mojada y hace que se forme agua en mi boca por el deseo de probarla.
Los hundo aún más profundo y siento mis dedos lubricarse por sus fluidos.
Ella hace lo mismo y después de desabrochar mi pantalón lo baja junto con mi bóxer exponiendo completamente mi m*****o, venoso, enorme y grueso, y lo rodea con su delicada mano que no logra cubrirlo por completo, comienza a masturbarme con rudeza y gruño al sentir la presión de su agarre, es una maldita diosa. Mientras nuestras lenguas se enredan intercambiando saliva suelta un gutural sonido lleno de sensualidad, de modo sexy abre aún más sus gruesos labios y gime mi nombre mientras la hago correrse en mis dedos.
El líquido caliente que brota de su delicioso coño casi me hace terminar sobre su mano, haciendo que mi deseo de penetrarla se acreciente. Aumenta el ritmo del movimiento en su mano untando con su pulgar el preseminal que ha brotado de mi m*****o que se encuentra tan endurecido cómo un tronco.
Presiono sus muslos con ambas manos elevando completamente su vestido, me sujeta con fuerza rodeando mi cuello con sus manos y tira de mi labio con una sonrisa lasciva, dejando caer la tela de su cabeza para que pueda contemplar su hermosa melena que me altera los putos sentidos.
—Señora— chilla una voz del otro lado de la puerta antes de que pueda hundirme entre sus piernas.
—El señor Alí ha regresado y la está buscando— suelta la voz de una mujer desesperada, suena asustada.
—Ya debo irme— dice con una voz firme, pero con la respiración aún agitada por lo que acaba de suceder.
—Y yo quiero que te quedes— tomo sus labios desesperadamente hambriento por continuar con lo que hemos comenzado.
—Maldita sea soy la esposa de Alí— gruñe apretando la mandíbula, tratando de resarcir lo de hace un momento
—Ninguna puta religión y ningún maldito papel me van a convencer de que no eres mía— gruño con molestia.
Se baja del mueble de un brinco y acomoda su ropa para salir y hago exactamente lo mismo, guardando mi m*****o con una maldita erección que no se oculta debajo de la tela del pantalón.
Abre la puerta sin darme tiempo de volver a besarla y aparece esa mujer que la acompañaba en el club.
—Ya tengo que irme— sentencia y se da la vuelta para marcharse.
Sostengo su brazo por encima del codo y la regreso hasta mi posición.
—Te veré en esta dirección en dos horas— Le entrego una tarjeta y ella observa detenidamente la dirección, es un hotel.
—Estás loco, no puedo ir— me la extiende de vuelta, pero la conozco y no es porque este asustada, su tono es altanero.
—Si no vas, yo mismo iré a buscarte y no me importa hacerlo frente al idiota de tu marido— coloco la tarjeta en su suave mano y la cierro con fuerza pegándome a su cuerpo, en la cercanía puedo sentir su aroma, tan embriagante y excitante como lo recuerdo, el mismo que jamás logré sacar de mi mente.
—No sabes cuánto deseo hablar contigo— Inquiero con tono sugerente, por qué hablar no es precisamente a lo que me refiero.
La mujer que la acompaña carraspea y suelto mi agarre.
—Estoy casada Aidan— sonrió irónicamente por su molestia, cómo si no hubiera estado a punto de coger conmigo hace un momento.
—Y serás viuda muy pronto si no llegas, dos horas— amenazo y dejó que se marche.
Me dispongo a salir de la habitación recogiendo el velo que dejó tirado en ella, lo levanto y lo llevo hasta mi nariz, cierro los ojos y aspiro su aroma impaciente, necesito que se cumpla el lapso que le di y acuda a nuestro encuentro.