CAPÍTULO DIEZ Riley comenzó a imaginarse al asesino. ¿Qué había sentido, pensado y observado cuando vino aquí buscando el lugar perfecto desde donde disparar? Quería ser el asesino con el fin de seguirle la pista. Y podía hacerlo. Era su don. En primer lugar, sabía que tenía que encontrar ese lugar. Buscó a su alrededor, del mismo modo que él debió haber buscado. Mientras se movía, sintió una atracción misteriosa, casi magnética. Se sintió atraída a un arbusto de sauce rojo. A un lado del arbusto, había un espacio entre sus ramas y el suelo. Había un lugar un poco hueco en el suelo en ese mismo lugar. Riley se inclinó para mirar el suelo cuidadosamente. El suelo en ese lugar hueco estaba limpio y suave. “Demasiado limpio”, pensó Riley. “Demasiado suave”. El resto del suelo en esta