Inicio de clases.

1228 Words
Seis y treinta pasa el recorrido hasta la siguiente cuadra, dejando un torbellino de viento que congela mis mejillas mientras sigo esperando me recoja, cuando al fin lo hace subo con calma como si los pies me pesaran. —¡Buenos días, Loren, Agus! Saludo a quienes conforman el personal del recorrido. Son los mismos que me recogían los años anteriores, hay veces pienso que papá los contrató precisamente para que año a año me lleven al instituto. —¡Buenos días, Clau! —Responden en dúo. Suelto un suspiro al dejar caer mi cuerpo sobre el abrigado asiento que calienta mis pulmones en el mismo instante que toca su corteza. Lo único que me agrada de volver a clases es, saber que veré a mis amigos, armaremos desmadres como en años anteriores. Sonrió al recordar aquellos momentos en los cuales saltamos el muro para evitar las clases aburridas. De camino al colegio coloco los auriculares en mi oído, luego duermo en el autobús y como si tuviera un reloj me levanto segundos antes de entrar al parqueadero. Vuelvo a estirar mi cuerpo, agarro mi mochila y procedo a caminar con prosa. Todo sea por perder la primera hora de clase, pues odio física, estadística, química. Odio todas las materias que tengan que ver con números y químicos. Mientras camino contando los pasos suena la campana y todos los alumnos de mi recorrido han desaparecido, soy la única que camina con mucha lentitud. En vez de acelerar el paso lo hago más pequeño. Abro mis brazos y cierro los ojos. Pareciera que camino sobre la línea de la mitad del mundo, donde la gravedad me jala a un costado. -Clau, que vaga eres-. En realidad, soy vaga, pero más allá de eso, odio estar en formación cantando himnos patrios, amo mucho a mi país, sin embargo, detesto tener que cantar en coro, como si fuéramos monjas rezando la avemaría. Cuando ya casi salgo del estacionamiento un motociclista llega y se parquea a unos metros. Regreso a ver para saber de quién se trata. Al llevar casco no puedo divisar su rostro, de lo que si estoy segura de que es un licenciado por el maletín que contiene en su espalda. Una vez que retira el casco sacude su cabeza mientras con la mano arregla su castaño cabello. Yo sigo mirándole porque aquel licenciado me parece atractivo. Aun estando a una cierta distancia puedo notar sus firmes músculos. Cuando su mirada se conecta con la mía siento el corazón acelerarse, puedo escuchar claramente como retumba haciendo ecos dentro de mi pecho. Agarra en un costado su maletín y camina con pasos firmes hacia mí. Mis piernas se han quedado inmóvil, como si estuvieran sembradas en él. Sigo mirándole fijamente hasta que se acerca más. Trago grueso cuando lo tengo más cerca. Mi corazón sigue latiendo, es como si ese hombre se hubiera apoderado de mi alma. Gruesos suspiros salen de mis pulmones esparciéndose por toda la helada atmósfera. —¿Qué hace aún aquí? —Debería estar ya en formación. Mueve los labios y no escucho nada. ¿Será que es mudo? ¡Un profesor mudo! Guao, Pero debería hacerme señales en vez de mover esos labios. No sé si es porqué estoy hipnotizada con tanta belleza varonil, o definitivamente estoy sorda. Es que jamás en mi vida había visto una escultura tan perfecta, es como un hombre salido de ensueños, de esos que aparecen en revistas, los cuales solo puedo tocar sobre un papel. Suspiro al verlo enchinar los ojos. Siento mis babas rodar, ¡Oh! Mis babas... Las retengo pasando mi lengua alrededor de mis labios. Le veo llevar su mano cerca de mi oído, aquello no solo provoca que mis oídos vuelvan a oír, también que una corriente recorra mi cuerpo hasta llegar a mi corazón y hacerlo latir a mil por segundos. —Señorita ¿Por qué no está en la formación? Esta vez sí logro escuchar el deleitoso vocablo de mi príncipe azul. ¿Qué cosas dices, Clau? Me reprendo así misma por tan osado pensamiento. Inhalo profundo mientras le sigo mirando con determinada atención. Sus ojos son azules como el mismo cielo que está sobre nosotros. Al tenerlo muy cerca puedo notar que su rostro es tan limpio sin impureza alguna. Su piel es como la de un bebé. Regreso de mis profundos y lejanos sueños, al escucharlo carraspear su garganta y decir. —Señorita ¿Se siente mal? —Cuestiona con el ceño fruncido, apenas ahí su rostro se acartona. —No ¿Por qué? —Cuestiono aún deslumbrada por tanta belleza. —Entonces ¿Qué hace aquí? ¿Por qué no está en formación? —frunzo el ceño— Diríjase ahora mismo, porque lleva quince minutos de retraso. ¡Hay no! Mi príncipe azul, parece un gruñón, de esos licenciados que se creen tu padre nomas por enseñarte unos cuantos ganchos. Sin ánimos de empezar el año discutiendo, giro mi cuerpo y camino con pereza. Por dentro voy maldiciendo todos los pensamientos de ensueños que tuve, hace minutos atrás con ese profesor. Soy una chica soñadora que vuela en los pensamientos y me pierdo en ellos, muchas veces hablo sola y río sola. —¡¿Quién se cree este viejo para enviarme a formación?! Siento sus pasos tras de mí y creo que escuchó algo de lo que dije. Mi corazón se detiene al momento que escucho. —¿Qué dijo? ¿Podría repetirlo? —Balbucea de una manera exigente. —Nada —garantizo. A sabiendas que miento acelero el paso, para así alejarme de aquel esclarecido licenciado. Una vez que llego a la formación no siento los pasos del ilustre profesor que acabo de conocer. Suspiro al girar mi cuerpo para ver si está detrás de mí, y vaya que se atrevió a quedarse parado al margen de la pista. Seguramente esperando que me forme. Ruedo los ojos mientras el inspector habla y habla como si su lengua no se cansara de moverse. Da las indicaciones de que hay que hacer y que no hacer. Me siento aburrida y abrumada al escucharlo hablar. Ya me sé ese parlamento como si fuese una canción de mi artista favorito. En serio que detesto el primer día de clases, pero mi padre insiste que todos los días hay que asistir. Por eso durante los diez meses y las mil cuatrocientas horas que recibió clases en este instituto, no falto ni un día, salvo que me enferme. Una vez que el inspector termina de hablar, cantamos el himno a la bandera, escudo, país y para finalizar una oración, pues estoy en un instituto donde los líderes son católicos, o sea mi familia. Cuando al fin terminamos la formación pasamos al salón, saludo a mis amigos de siempre los cuales adoro como si fuesen mis hermanos. —Clau... —Farfulle Jeff. —¿Qué hermosa estas? —Afirma al abrir sus brazos. —En serio que estas hermosa —Expresa Ary. —¿Están ciegos o qué? —replico entre sonrisas por sus halagos— ¡Soy horrible! —los abrazo. Estos son mis dos grandes amigos, mis compañeros con los cuales he compartido momentos de tristeza y alegrías. Nos quedamos un momento así hasta que la puerta del aula se abre. Sonrío cuando el profesor más guapo del instituto aparece en mi aula.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD