Dicho eso escribe el título en el pizarrón. Seguido un montón de letras llamadas ejercicios. Empieza a explicar. Trato de poner atención, pero me es difícil, pues estoy absorta contemplando el movimiento de sus labios. Mientras estoy concentrada, escucho la asquerosa voz de Liz diciendo.
—Recoge tus babas, porque vas a inundar el aula —sonríe sobre bajo.
—¡Deja de j***r! —mascullo entre dientes.
Alguien lanza un papel sobre mi cabeza, me levanto y lo recojo para devolverle a quién lo hizo. Tanta es mi mala suerte que, Demian se gira y me encuentra de pie lanzando el papel enrollado a Max. Frunce el ceño y me mira con enojo.
—Señorita Maldonado, ¿no le quedaron claras mis reglas? —Su mirada azul me mata, me hace sentir débil, es fija y penetrante—. Vuelva a su asiento, por favor.
Agacho mi cabeza mientras pienso como vengarme de Max. Le regreso a ver y ríe porque mi profesor amado me regañó.
Explica dos veces el ejercicio y en este bruto cerebro no pude captar nada. Hay veces pienso que Dios olvidó poner un cerebro receptor en mi cabeza.
—Señor Maximiliano, pase a resolver este ejercicio
—Yo... no profesor, dígale a alguien más.
—Le estoy diciendo a usted. Si no lo hace, le pondré un cero en práctica —aparta la mirada de Max y la dirige a todos—. Recuerden que desde hoy empezamos con las notas. Se acabaron los días de repaso.
El tonto de Max se levanta, pues este es aún más burro que yo. Sonrío cuando le veo caminar por el pasillo en que me encuentro. Una vez que está cerca de mí línea, estiro mi pierna y bum, que cae como plancha al suelo.
Todos reímos a carcajadas. Al fin pude vengarme de ese tonto que siempre me hace maldades. Dirijo la mirada a Demian, me encuentro con la suya que fulmina.
—Después de él, sigue usted...
Trago grueso mientras pienso que, solo me pararé al frente como los años anteriores donde todos reirán como lo están haciendo con Max.
—Vamos Max, usa el cerebruto —reímos cubriendo nuestras bocas—. Une azufre con miel, Max, y saldrá un componente excepcional...
Todos sueltan una gran carcajada por el chiste de; Edu. Veo a Demian muy enojado.
—Que buen chiste, señor Samaniego —se nota que hace presión en los dientes.
—Gracias por su halago, profesor. Tengo más —responde mientras sube las piernas en la banca.
Le veo caminar a mi amado profesor hasta donde se encuentra Edu, se para justo a su costado y le exige que baje las piernas.
—No quiero —replica Edu.
—Baje las piernas, señor Samaniego —la mirada de Demián está fija en los ojos oscuro de mi compañero. Ante la insistencia de Demian, Edu se para quedando frente a frente con Demián. Están del mismo tamaño.
—¿Quién te crees para venir a decirme que hacer y que no hacer?
Demián no despega la mirada de Edu.
—Su profesor, por lo tanto, me debe respeto y obediencia. Si le digo que guarde silencio, que baje la pierna o que haga algo, usted lo hace, porque soy su superior. En mi clase se comporta.
—¡Superior! —sonríe Edu— Sepa que este instituto es de mi padre y, hago lo que se me antoje, a la hora y en el momento que me dé la gana —responde Edu, golpeando la mesa.
—¡Salga de mi clase! —replica Demián. Seguido vuelve a su escritorio, agarra el marcador y continúa en la pizarra.
Edu vuelve a sentarse y vuelve alzar las piernas sobre la mesa. Demián no vuelve a enfrentarse, lo que hace es salir del aula y cuando se va, el bullicio empieza. Los muchachos chocan las manos con Edu, pues le felicitan por haber colmado la paciencia de Demián.
Minutos después llega el inspector, pide permiso e ingresa—. Eduardo Samaniego, sígame. Dirección lo espera. Cuando va saliendo, Demián ingresa y, Edu le dice.
—¿No eres tan hombre, Demián, que tuviste que ir a pedir ayuda a dirección? —Edu sonríe, pero Demián solo le arquea una ceja y se cruza de brazos—. Haré que lo echen del instituto, ya verá.
Edu es el alumno más grosero del instituto, siempre hace y deshace. Los demás maestros no le habían enfrentado. Es la primera vez que alguien le envía a dirección y, creo que esto llegará a oído del tío.
La clase continúa, nos deja montón de deberes. Cuando suena la sirena le veo sentarse en el escritorio, debería irse, pero está sacando otro enorme libro. Miro el horario y ahora comprendo, continúa matemática.
Paso cuatro horas mirando a mi amado profesor, no me canso de hacerlo. Salimos a recreo, una vez que estamos en planta baja, Ari vuelve al aula por su dinero que dejó en su bolso. Cuando tarda mucho, Jeff y yo nos regresamos por ella y le encontramos en el pasillo junto a Liz. La muy perra le está molestando.
—Dinos Ari. Es cierto lo que dicen, que eres la amante de un hombre de treinta y lo haces llamar por tu papá.
—Eso ¡Es mentira!
—Le vimos hoy en la mañana. Ya no lo niegues más, vives con un hombre mayor. Que cochina al meterte con un adulto, todavía hacernos creer que es tu padre, cuando sabes perfectamente que es tu amante.
—Es mi papá, lo juro.
Le veo a mi amiga caer al suelo. Corro y empujo a la estúpida de Lizet, mientras tanto Jeff ayuda a levantar a Ary. Y yo me dedico a desgreñar a Liz. Todos los que presencian la pelea, empiezan a gritar «pelea, pelea». Estoy que me le arranco todos los pelos, pero Jeff me jala.
—Vamos Clau, antes de que venga el inspector.
Corremos los tres. Pero los dos reímos por como dejé a Liz. Llegamos a una banca, donde Ary se sienta y empieza a contar lo que ya nos había dicho antes.
—Te juro Clau, no es mi esposo, menos mi amante como dice Liz. Si tiene 31 años. Papá es muy joven porque junto a mi madre se embarazaron de mí cuando tenían catorce. Les obligaron a casarse para enseñarle a ser responsable. Desde aquel día vivió frustrado por que perdió su adolescencia, y años más tarde mi madre lo traicionó para irse con otro, es por eso por lo que se desquita conmigo su enojo y coraje.
—Te creo Ari, no hagas caso a lo que digan los demás —Nos abrazamos. Mientras estamos abrazados veo al inspector acercarse.
—Señorita Maldonado, acompáñeme —voy sin rechistar, porque así no involucro a Jeff, menos a Ary. No quiero ni imaginar que le hará su padre si la vuelven a llevar a dirección.
Al llegar a la oficina veo al director hablando con el tío. Edu está con la cabeza agachada mientras la mirada de su padre se clava en la cabeza de él.
—Firme aquí, señorita Maldonado
Me habla el inspector y yo firmó mi primer mal comportamiento, Cuando estoy por salir me topo con los ojos azules más electrizantes que he visto. Demián aparta la mirada y pasa, se sienta dónde está Edu y mi tío y el director. Salgo de la oficina de maestros, me dirijo hasta donde dejé a mis amigos. Antes de llegar, escucho mi nombre.
—Clau, mira esto —giro para ver y, lo único que me cae es una pelota de tenis. Max se carcajea mientras yo sobo mi frente.
—¡Me la pagarás!
Grito corriendo tras de él, pero es muy hábil que no logro alcanzarlo. Regresó al comedor con un chichón en la cabeza, todos ríen de mí.
Mientras converso con mis amigos veo al inspector venir nuevamente hasta mí.
—Señorita Maldonado, acompáñeme.
—Otra vez, pero ahora ¿que hice?
—Nada, solo acompáñeme. Tiene que irse. Un chofer ha venido por usted.
—¿Por mí? Pero aún no termina la clase.
—Solo vaya por sus cosas, él le explicará porque ha venido a verla.