Es que simplemente no pude resistir a sus palabras. Escucharlo decir que formaría una familia con Diana, que lo perdería para siempre, fue lo que hizo que abriera los ojos. Mauro era mío, mi esposo. Por todos estos años, jamás me había interesado por nadie, porque en el fondo aún lo seguía amando tanto como el día en que lo dejé.
Intento moverme pero es imposible, sus manos me sujetan a su cuerpo desnudo, me aprieta, como si tuviera miedo a que fuera escapar de este monumento de hombre, se ve tan divino, tan guapo después de tantos años, no cabe duda que el tiempo hace mejor vino. Dios, es cierto, recién reacciono que no estoy en mi apartamento. Ayer me trajo a esta casa e hicimos el amor en la sala, no hay muchas cosas pero nada que un buen sofá y mucho deseo reprimido no puedan detener.
