Sam ignoró los comentarios bastantes sexuales y groseros mientras bailaba. Cuando las personas se acercaban al escenario con la intención de tocarlo después de provocarles, este se alejaba con gracia y elegancia que volvía locos a todos.
Cuando por fin llegó el momento de subir al tubo, sonrió emocionado y escaló con entusiasmo.
Su cuerpo se estremeció suavemente al sentir nuevamente aquella mirada, curioso, aprovechó que estaba en lo más alto la buscó entre el público, pero no pudo encontrarla.
Aunque sabía que estaba ahí, por alguna parte dentro del club. La sensación de aquella mirada miel había quedado grabada en su cuerpo como para estarla confundiendo.
Su cuerpo comenzó a moverse por sí solo de nuevo, y bajo los reflectores, ya no estaba bailando para él mismo, bailaba para aquellos penetrantes ojos que calaban de forma extraña en su interior.
Cuando terminó de bailar, se retiró rápidamente hacia los camarines, tratando de ocultar nuevamente su erección.
Era vergonzoso saber cuanto afectaban aquellos ojos a su cuerpo. Solo era una mirada, una muy penetrante mirada que lo encendía y llamaba.
Un sonido en la puerta lo sacó de sus pensamientos.
—Sammy, tienes que hacer un show en privado —aviso el organizador.
—Yo no hago show en privado, no interactúo con los clientes más que compartiendo mi baile —le recordó con el ceño fruncido.
—Bueno, esta vez lo harás. El tipo es uno grande y p**o mucho, mucho dinero para tener un show privado tuyo —dijo retorciendo sus manos con avaricia—. A ti te corresponde el 65 % de ese dinero y a nosotros el resto, es un buen negocio por solo bailarle a una persona en una habitación privada y hablar si es que te lo pide —intentó convencer.
—¿Y si quiere algo más? —pregunto pensándolo.
Realmente era una buena oportunidad para juntar más dinero.
—Si quiere algo más es responsabilidad tuya, ya le dijimos que eso solo puede pasar si tú también quieres, si no solo tienes que gritar y uno de los guardias entrara —se encogió de hombros.
—Está bien, lo haré —asintió—. Pero si me das menos dinero, le informaré a Nail de esto —amenazó.
—Por supuesto, te esperan en la habitación especial cinco, ya está todo arreglado —informó con una sonrisa, retirándose.
Sam mordió su labio inferior observando como la puerta se cerraba, una pequeña parte de él pedía a gritos que esa persona fuera el de la penetrante mirada pero eso sería imposible.
Saliendo del camarín, arrastró sus pies por el pasillo, hasta que estuvo frente a la puerta con un cartelito y el número 5 sobre este.
Respirando profundamente, se adentró a la habitación.
Cerrando la puerta detrás de él, se internó más en la habitación observando a su alrededor.
Había una gran cama apegada a la pared con unos pocos muebles cuidados, una caja de condones y una botella de lubricante descansaba sobre uno de los muebles de madera.
En una esquina de la habitación, había dos sofás con una pequeña mesa de centro entre ellos, y sobre esta, descansaba un par de copas con una cubeta llena de hielo y una botella de champán.
En el centro de la habitación, estaba el tubo plateado para su baile.
Todo era muy íntimo y cerrado, incluso los tonos de las paredes eran entre n***o y rojo.
Pero lo más importante, al parecer no había nadie más que él en el interior.
Encogiéndose de hombros, volvió hacia la puerta dispuesto a irse.
—Tu nombre.
Aquella voz...
Sam rápidamente se dio vuelta y aquel hermoso hombre de cabello castaño chocolate apareció como por arte de magia al lado del tubo, de brazos cruzados y comiéndose con la mirada todo su cuerpo.
Su respiración se hizo extremadamente lenta signo de la excitación, Sam no podía hablar ni moverse, era preso de aquellos pequeños y penetrantes ojos miel, la oscuridad en ellos le llamaba.
—Acércate —ordenó el desconocido y el joven pelirosa pastel casi gimió ante el exquisito tono grave.
Su cuerpo reaccionó antes que su mente y pronto, se encontró acercándose lentamente al apuesto extraño, como si avanzara hacia una trampa por voluntad propia.
Se detuvo a un solo paso de distancia, incapaz de quitar su mirada de aquellos ojos tan profundos.
—Tu nombre. —volvió a exigir, haciendo que Sam se concentrará solo en aquellos delgados labios moviéndose.
—Sam... —susurro en una exhalación, cerrando sus ojos, casi sintiendo el aliento del contrario.
—Sam... —repitió John deleitando y saboreando cada letra de ese hermoso nombre—. Bien Sam, —pronunció y sonrió ladino al observar al pequeño hombre morder su relleno labio inferior cada vez que pronuncia su nombre—, quiero que me bailes, solo para mí.
Sam quería decir que antes, sobre el escenario, también había bailado solo para él pero se contuvo.
Cerrando sus ojos respiró profundamente tratando de controlar su respiración levemente agitada sin que hubiera hecho esfuerzo alguno, todo solo por la presencia de aquel hombre.
—Sam, ¿me bailarás? —pregunto pasando el dorso de su dedo índice por la mandíbula del contrario.
Sam gimió suavemente y asintió con la cabeza. Abriendo sus ojos, siguió con la mirada al hombre cuando se alejó y se sentó en la orilla de la cama, cruzando sus piernas y viendo directamente hacia Sam y el tubo.
Mierda, cuánto deseaba Sam ir y sentarse sobre él para luego rodearlo con sus brazos y...
Sacudiendo su cabeza, el joven bailarín retrocedió un paso sacándose sus zapatillas y apretado pantalón.
Tomando el control, John puso música con una melodía sensual, creando un momento solo para ellos dos, algo íntimo.
Contemplando al chico, su boca se secó al observar como Sam comenzó a jugar con el tubo de forma sensual, dándole pequeñas y cortas miradas mientras lo hacía.
Era muy exótico contemplar cómo aquel pequeño cuerpo delgado y con músculos suaves se restregaba con el tubo casi de forma vulgar pero a la vez no.
Otra vez su entrepierna comenzó a doler por su dura m*****o apretado bajo su pantalón, y esta vez, John se permitió tocarse sobre el pantalón, disfrutando el pequeño jadeo que se le escapó al pelirosa pastel cuando le observó hacerlo.
Mordiendo su labio inferior, Sam escaló el tubo, disfrutando cada vez que este rozaba su pronunciada erección. Saber que a solo unos cuantos pasos frente a él, el posible sueño húmedo de muchos y muchas estaba tocándose mientras lo veía bailar, era muy diferente a cuando presenció a otros hacerlo.
Lo excitaba, por mucho.
Dio unas cuantas vueltas en lo alto y luego se deslizó lentamente hasta que su trasero tocó el suelo, su camiseta casi transparente había desaparecido en algún punto de su rutina, revelando su torso y sus pequeños pezones rojo oscuro.
Lentamente, comenzó a gatear por el suelo alfombrado, observando solo aquellos ojos mieles y tal vez... La erección en sus pantalones.
John se felicitaba mentalmente por aguantar tanto tiempo siendo que en ese mismo momento, el pequeño hombre relamió sus labios casi al frente de su erección, ubicado entre sus piernas.
De forma atrevida, Sam deslizó una de sus pequeñas manos por el interior del muslo y lentamente, llegó hasta el oculto m*****o de John.
Ambos gimieron desde lo más profundo. Sam juntó levemente sus cejas y apoyo un costado de su rostro en el muslo de John, observándole bajo sus largas pestañas.
Cuando esa pequeña lengua rosada surcó entre los prominentes labios, el control de John se perdió un poco.
Ya no podía soportarlo más, él necesitaba reclamar a su compañero.
Ahora.
Sam pestañeó varias veces cuando en una milésima de segundos se encontró en el aire, y otra más cuando su espalda chocó suavemente contra el colchón de la cama y unas grandes manos se posaron en su delgada cintura.
—Eras tú... —susurro bebiendo del masculino aroma, reconociendo aquellas manos con las cuales no había parado de fantasear.
—Sí, era yo —confirmó con una arrogante sonrisa mientras se acercaba para mordisquear los gruesos belfos como tanto había deseado.
Sam gimió y entreabrió sus labios más que gustoso de darle paso a una demandante lengua que arrasó con todo a su paso en su húmeda cavidad bucal. El hombre más pequeño gimió entre el beso, disfrutando de aquella lengua recorrer todo como si lo estuviera marcando.
—Nombre... —jadeo en busca de aire, con sus manos aferrándose a los antebrazos del hombre.
—John, John Smith, bonito —sonrió de forma ladina y arrogante.
Enterrando su rostro en el cuello desnudo de Sam, mordió y succiono suavemente la tierna piel mientras iba descendiendo.
Todo el cuerpo de Sammy estaba temblando ante aquellos labios y esa lengua sobre su cuerpo, en su piel que ya era muy sensible cuando estaba excitado, esto era...
—Demasiado~... —gimió el pequeño hombre.
Esto era el sueño de John, observar cómo al mínimo roce el tierno cuerpo debajo de él reaccionaba de forma tan maravillosa ante su tacto.
Era el paraíso.
Aquellos erguidos y pequeños pezones lo estaban llamando a gritos por ser probados, y él no era quien para negarse.
Relamiendo sus labios ansioso, jugó con su lengua con el pezón izquierdo, lamiéndolo y mordiendo.
—Ah~... —jadeó Sam sintiendo como su respiración se cortaba y su cuerpo se arqueaba.
John estaba mordiendo y succionando de forma ávida su pezón mientras que con sus dedos jugaba con el otro para no dejarle sin atención.
Sonriendo, el castaño succionó por última vez y bajó por el cuerpo, su rostro estaba tan cerca que su nariz hacía un recorrido sobre la suave pero a la vez firme piel.
Bajando hasta el tierno ombligo, lo besó unas cuantas veces haciendo un gran esfuerzo por ignorar aquella linda erección aparecer por el borde del bóxer.
Dios, su boca se hacía agua por probarla, tal vez todos sus amantes anteriores habían sido mujeres, pero ninguna se comparaba a esto.
Ninguna se comparaba a Sam, su Sammy.
—Yo... —pronunció alzando su cabeza justo cuando Sam se inclinaba e iniciaba un hambriento y necesitado beso, arrastrándolo con aquella necesidad.
El pequeño pelirosa pastel le logró dar vuelta quedando él arriba mientras aquellas pequeñas manos se deslizaban por sus brazos, quitándole su chaqueta de traje sin alejar nunca sus labios. Ambos gimieron cuando Sam se sentó a horcajadas en el regazo de John, logrando que sus miembros se rozaran exquisitamente.
Mientras John se quitaba su camisa negra, Sam comenzó un lento balanceo de caderas. Su respiración se volvió más agitada, pronto necesitó un apoyo y se inclinó hacia adelante rodeando con sus brazos el cuello desnudo del contrario.
Jadeo bajito cuando sus pezones chocaron contra el pecho desnudo y se restregaron gracias a su balanceo. Aquellas grandes manos viajaron desde su cintura hasta su trasero, apretándolo con ganas, separando y juntando sus nalgas una y otra vez.
Sam podía sentir como su bóxer se iba humedeciendo por el pre-semen. Su pene dolía en necesidad de más contacto, quería más, se estaba volviendo un adicto al tacto de John, no podía pensar en nada más, le necesitaba, le quería.
—Más... —gimoteó con un suave tono necesitado en el oído de John—. Por favor... Te necesito dentro... —jadeó.
Eso fue todo lo que el alfa necesitó.
Levantándose con el pequeño cuerpo entres sus brazos, gateo hasta estar al centro de la cama. Se inclinó hacia adelante besando salvajemente aquella pequeña boca, su lengua prácticamente estaba penetrando la húmeda cavidad bucal ahogando cada gemido y jadeo de Sam.
Mientras su boca estaba muy ocupada arriba, sus manos trabajaban para quitarse su pantalón y su bóxer de paso con la ayuda de unas ligeramente más pequeñas.
Rompiendo el beso cuando lo logró, se alejó del adictivo cuerpo. Sonrió ante el gemido descontento del pequeño hombre cuando dejó aquellos suaves labios y bajó hasta donde se podía ver el comienzo de la erección de Sam.
Soplando sobre ella la rodeó y mordió el elástico del bóxer, bajándolo lentamente, su nariz tocando suavemente la piel mientras bajaba sintiendo como el pequeño cuerpo temblaba.
—John... —gimió el pequeño hombre observándolo con sus ojos entrecerrados.
John volvió a subir sentándose sobre sus rodillas para poder apreciar lo hermoso que era Sam.
Sus abultados mofletes estaban sonrojados y sus rellenos labios rojos de tanto besarlo y morderlos suavemente. Pequeñas gotas de sudor bajaban lentamente por si sien y sus pequeños ojos apenas estaban abiertos.
Su pelirosa cabello pastel estaba desordenado y algunos mechones pegados a su frente producto de sudor, aquel pequeño pecho desnudo subía y bajaba corta y rápidamente en busca de más oxígeno.
Y lo más delicioso, aquella erección estaba alzada orgullosamente al igual que la suya.
¡Dios! Era tan hermoso, y era de él, solo suyo.
John tal vez no tenía experiencia con hombres anteriores pero su cuerpo reaccionaba solo, sabía exactamente qué hacer para brindarle placer a su amante.
Alzando su mano, ahuecó la abultada mejilla con una pequeña sonrisa y deslizó sus dedos dentro de aquella pequeña y húmeda boca.
—Sam~... —jadeó con voz entrecortada al apreciar como sus grandes y huesudos dedos se perdían en aquella boquita la cual succionaba con anhelo cada uno de ellos.
Su erección estaba dolorosamente firme, casi palpitando y deseando entrar rápidamente en el interior de su amante pero no podía, tenía que prepararlo antes. No iba a hacer nada que lastimara a Sam, nada.
Cuando el pequeño cuerpo por fin soltó sus dedos, bajó su mano y mordió su labio al contemplar como Sam abría sus piernas, sumiso y por propia voluntad.
John apreció aquel pequeño y arrugado botón, el cual se contraía ansioso. Su dedo prácticamente fue succionado y aquello era endemoniadamente caliente. Todo Sam en sí era caliente y solo le pertenecía a él.
—Por favor~... Te necesito... John~... —gimió moviendo sus caderas ansioso.
Nunca se había sentido así, nunca había necesitado a alguien así, pero le encantaba.
Un gruñido salió de su boca, afirmando aquella cintura lo alzó y dio vuelta sin mayor esfuerzo. Sam se recargó en sus codos y alzó su trasero dándole una perfecta vista a John.
Alejándose momentáneamente, John tomó la botella de lubricante y descartó los condones no queriendo ninguna barrera entre ellos. Cuando volvió al lado del pequeño pelirosa, quedó sí aliento al contemplar a Sam moviendo sus caderas sensualmente mientras se tocaba, rápidamente volvió a su lado.
“¿Eso fue un ronroneo?” se preguntó Sam y observó sobre su hombro.
Su boca se hizo agua al observar cómo aquella gran mano esparcía el lubricante en aquella dura erección, para luego acercarse a su entrada, jugando con ella al pasearse de arriba hacia abajo.
Gimiendo sonoramente, Sam apretó su propio pene para no c******e mientras volvía su cabeza al frente.
John afirmó con sus manos aquellos dos perfectos glúteos y los separó, obteniendo así una perfecta vista de aquella pequeña entrada ya dilatada y lista para recibirlo.
Lentamente, acercó su m*****o, jugando alrededor de aquel pequeño anillo, subiendo y bajando.
—John~... —rogó Sam con desespero y claro que fue escuchado, tampoco era como si John pudiera aguantar más.
Sus respiraciones se cortaron por un momento mientras John le penetraba lentamente, todo el interior de Sam le apretaba exquisitamente.
Ambos cerraron sus ojos perdidos en las emociones y sensaciones que le invadieron.
No se sabe si fue Sam, John, o ambos quien comenzó a moverse primero, pero eso fue todo lo que se necesitó para que Smith comenzará con sus movimientos pélvicos hasta que sus bolas se estrellaron con fuerza en aquel relleno trasero.
Los jadeos y gemidos pertenecientes al contrario eran como una droga para cada uno.
—Más... Rápido... —pidió Sam mordiendo su labio inferior, agarrando con sus puños las cobijas de la cama y abriendo un poco más sus piernas.
Gruñendo, John hizo caso al pedido hasta que tocó cierto punto que le arrebató todo el aire de los pulmones a Sam, con una sonrisa codiciosa, golpeó ese punto una y otra vez, logrando que el pequeño cuerpo fuera empujado hacia adelante mientras el marco de la cama chocaba contra la pared por la rapidez y fuerza de sus empujes.
De pronto, John sintió la necesidad de verlo. Él quería verlo, deseaba ver las expresiones de su pareja y quería besarlo.
Saliendo momentáneamente del interior de Sam, le dio vuelta hasta tenerlo sobre su espalda y volvió a entrar sin darle oportunidad al joven bailarín de reclamar.
Sam gimió su nombre mientras arqueaba su cuerpo.
Si presenciar aquello no era el paraíso, entonces John no sabía que era.
Agarrando los firmes y perfectos muslos del pequeño hombre, los levantó hasta su cintura y Sam rápidamente le rodeó con ellos.
Inclinándose hacia adelante, comenzó a comerse aquella boca con su dulce sabor mientras retomaba sus embestidas.
El exquisito aroma de Sam inundaba toda la habitación, arremetiéndose en lo más profundo de su cuerpo y mente.
Sam rodeó con sus brazos la espalda de John, y sin poder aguantar más sus cortas uñas se comenzaron a deslizar por la espalda blanca, logrando que el cuerpo de John vibrara excitado.
Su erección se encontraba atrapada entre el cuerpo de John y el suyo, creando una perfecta fricción, faltaba tan poco.
Una mano de John viajó hasta la erección del pelirosa pastel y la rodeó, lo siguió besando con avidez y se tragó completamente aquel gemido de Sam cuando lo comenzó a masturbar. Estaba cerca.
Sus movimientos pélvicos se transformaron más lentos, queriendo alargar el maravilloso momento. Sam sollozaba perdido en el placer, queriendo más, quería que John fuera más rápido, pero esto era igual de dolorosamente exquisito.
—Por favor~... —rogó abriendo sus pequeños ojos contemplando a John, fue lo más excitante que había visto en su vida, parecía un Dios griego.
Chillo cuando repentinamente John tampoco pudo contenerse más y comenzó a moverse rápidamente otra vez, besándolo profundo, quitándole todo el aliento.
El cosquilleo en su vientre bajo explotó y Sam suspiró con alivio cuando encontró su liberación e inclinó su cabeza hacia un lado, dejando libre toda la extensión de su cuello, por alguna razón sentía la necesidad de hacer aquello.
Su cuerpo se estremeció cuando un gruñido similar al de un animal salvaje se escuchó por la habitación. Sintió dolor en su cuello cuando unos dientes se enterraron rompieron en su piel.
El dolor que sintió por dicho movimiento quedó eclipsado ante el orgasmo que le provocó al mismo tiempo. Su interior se apretó y John por fin se vino dentro de Sam, sintiendo como la cabeza de su m*****o comenzaba anudarse.
Eso era todo.
Aquello significaba que el pequeño hombre en verdad era su pareja, y ahora que lo había mordido, le pertenecía para siempre.
Desencajado sus dientes, lamió la herida de mordedura en el cuello para ayudar a cicatrizar, disfrutando del dulce sabor que tenía la sangre de Sam.
No sabía que la sangre podía ser dulce, pero tal vez era porque Sam era su pareja.
Cuando su nudo desapareció, se acomodó de lado en la cama. Arrastrando al pequeño cuerpo junto al suyo, disfrutó de aquel rostro relajado.
Sam se había quedado dormido con una sonrisa satisfecha en su rostro.
Sonriendo, besó por última vez aquellos apetecibles labios.
—Mío —susurro alegre.
Sam le pertenecía y ya no había vuelta atrás. Ahora haría todo lo posible para mantenerlo a su lado y hacerle feliz.