Cerrando la puerta de su camerino, Sam apoyó su espalda sintiendo como su corazón bombeaba violentamente como si quisiera salir de su pecho, su respiración era agitada mientras sus pulmones buscaban oxígeno.
Había algo de sudor en su frente y tenía un increíble calor perforándolo desde lo más profundo debajo de su piel.
El suave movimiento de sus manos le decía que estaba algo nervioso. Una pequeña sonrisa brotó de sus labios al pensar en aquella penetrante mirada, si cerraba sus ojos aún podía sentirlos sobre su cuerpo, atento a cada uno de sus movimientos.
Esta noche había sido rara para Sam, quien no bailó disfrutándolo totalmente, no para divertirse cómo usualmente lo hacía.
No, él bailó de forma más sensual que de costumbre, más caliente, tratando de llamar la atención de aquel hombre apuesto cómo el infierno.
Un ligero rubor apareció en sus mejillas al recordar cómo había restregado su trasero con el tubo, casi imaginó las manos de aquel hombre apretándole y jugando.
Mordiendo su labio sacudió su cabeza para quitar aquellos tontos pensamientos.
Ese hombre estaba muy por encima de él además de ser peligroso, pero no exactamente del tipo peligroso como se lo describió Nail, ya que no sintió nada de eso, era más como una especie de aura oscura poderosa que lo rodeaba y gritaba que no se acercaran, era lago... Difícil de explicar sinceramente.
Obligándose a dejar de pensar en ello, se cambió rápidamente de ropa, tenía que ir a su departamento y tocarse en la intimidad de sus cuatro paredes.
Con cada roce de ropa con su perceptiva piel lo calentaba más, mirando hacia abajo, confirmó algo que ya sabía.
Tenía una erección y eso era nuevo.
Era la primera vez que con su baile conseguía una erección.
Agarrando su gran sudadera unas tallas más grandes, esta cubrió un poco más abajo de su trasero, perfectamente ocultando el problema entre sus piernas cuando la puerta se abrió sin aviso.
—Sam, estuviste increíble —sonrió Nail— Necesito otro favor para mañana.
—Ya decía yo que no venías solo a felicitarme —bufó tomando su mochila.
—No seas así, hombre, necesito que mañana reemplaces a Oliver en el club del Este —Sam hizo una mueca, no le molestaba el club del Este pero...
—La última vez tocaron mi trasero y me estaban pidiendo que follara en una de las habitaciones especiales Nail, fue asqueroso, el tipo ni siquiera era lindo —se quejó con un infantil puchero.
—¿Qué? ¿Por qué no me lo dijiste antes? —exclamó con voz seria y su ceño fruncido profundamente.
—¿Para qué?
—¿Cómo, qué para qué? Obviamente para ir y golpear al imbécil que te hizo eso y además a los guardias por no hacer algo. —gruñó.
—Nail, exactamente por eso no lo hice —anunció—. Tienes que aprender a controlar tu lado de hermano mayor sobreprotector que nace cada vez que me pasa algo, y Jinian también tiene que empezar a controlar ese lado —comentó—. ¿Sabes que los bailarines de éste club y los del Este me tienen celos por la especial atención que me brindan ustedes dos? —cuestionó arqueando una ceja—. Claro que solo te echo la culpa a ti para no hacer sentir mal a Jinian —añadió con un suspiro.
—Lo siento, ¿si? —rasca su nuca—. Es algo difícil para los dos siendo que Jinian te encontró a los quince...
—Dieciséis —corrigió.
—Y ambos te ayudamos a que terminaras tus estudios y a que bailaras, prácticamente estuvimos contigo toda tu adolescencia viendo como te convertías en adulto —prosiguió ignorándolo.
—Y yo viendo el tonto enamoramiento entre los dos, tardaste para convencerlo de que en verdad lo amabas y amas —se burló con una ligera y tierna risa.
—Hey, tú sabes por qué —se defendió—. Lo bueno es que esa linda persona ya es mía y solo mía —sonríe.
—Si ajá —pronunció tomando su mochila—. Me voy antes de que comiences a lanzar rayos láser con forma de corazones por tus ojos —se burló.
—Espera, te compré comida —anunció entregándole la bolsa con ella—. Y espero que te la comas toda —advirtió.
Con una sonrisa, Sam salió del club despidiéndose de los guardias en la puerta. Con una mano con la bolsa de comida y en la otra apoyada en el tirante de su mochila, comenzó a caminar por las calles dirigiéndose al callejón para acortar el camino.
Realmente necesitaba llegar pronto a su departamento para encargarse del problema entre sus piernas.
El frío viento chocó con su rostro trayendo consigo el eco de pisadas detrás de él en el callejón, advirtiéndole de que le seguían.
De forma repentina y sin que pudiera defenderse, su espalda chocó contra la pared.
Un gemido de dolor escapó de sus labios mientras cerraba sus ojos fuertemente.
Mierda, eso había dolido.
Abrió sus pequeños ojos furiosos, pero ya no había nadie sobre él.
Un escalofrío recorrió toda su espina dorsal cuando se sintió observado desde las oscuras sombras.
Pero no era un escalofrío de miedo, era uno que estremeció todo su cuerpo e hizo que su erección se endureciera aún más, como si eso fuera posible.
—¿Quién está ahí? —preguntó, pero nadie respondió.
Mordiendo su labio inferior, acomodó de nuevo su mochila sobre su hombro y se alejó para seguir con su camino.
Sintió como algo rozaba su cuello y luego fue aprisionado nuevamente contra la pared pero esta vez de forma suave y sutil, dejando su rostro apegado a la fría muralla de ladrillos.
Un rostro se acercó a su cuello y respiró sobre su piel, cortándole la respiración de forma ansiosa y expectante.
Se suponía que debía de tener miedo, que debería de estar luchando por escapar e irse pero en cambio se quedó muy quieto, disfrutando de aquella helada nariz recorrer toda la extensión de su cuello.
Mordió su labio inferior para no gemir cuando algo húmedo tocó el lóbulo de su oreja, aquella respiración igual de irregular que la suya chocando contra su piel era excitante.
Su mochila fue removida al igual que la bolsa con su comida, pronto un fuerte cuerpo se apegó a su espalda transmitiendo un delicioso calor.
Esta vez no alcanzó a retener su gemido cuando una gran mano se internó entre sus cuerpos y masajeó uno de sus glúteos bien formados, apretando y soltando. Aquellos labios se arrastraron sobre su cuello mientras la otra mano avanzaba bajo su sudadera.
Sammy jadeó cuando tocó su erección sobre el pantalón, acariciándola suavemente.
—¿Quién... Eres? —preguntó algo perdido en la sensación de aquellas manos recorriendo su cuerpo, tocándolo como si estuviera en su derecho.
—Hueles bien... —murmuró aquella voz grave en su oído, enviando una electricidad excitante directo a su entrepierna.
Sin vergüenza y sin poder evitarlo más, Sam estiró su trasero hacia atrás, dejando escapar un gemido profundo cuando sintió algo duro y rápidamente se restregó descaradamente, como lo había hecho con el tubo en el club.
—Por favor... —rogó, pero no sabía exactamente por qué, solo sentía la necesidad de hacerlo.
Escuchó un bajo gruñido cerca de su oído antes de que aquellas manos se colaran bajo sus pantalones y bóxer, tocando y rodeando su duro pene.
—Ah~... —jadeo al sentir aquellas frías y grandes manos, moviéndose de arriba abajo en toda su extremidad. Aquella presión en su trasero.
Su cuerpo tembló cuando su cuello fue recorrido suavemente por unos dientes. Se sentía tan bien, tan caliente. Eran exactamente las sensaciones que se había imaginado cuando aquel hombre en el club lo observaba.
—Más... Rápido~... Por favor —rogó recargando su nuca en el hombro del contrario.
Los movimientos de manos aumentaron, y pronto, una dura erección comenzó a restregarse contra su trasero aumentando la excitación de Sam. Y antes de que se diera cuenta, ya se había corrido con un silencioso grito y arqueando su espalda.
Su cuerpo quedó con ligeras vibraciones ante la intensidad de su reciente orgasmo, sus piernas sintiéndose débiles mientras se apoyaba totalmente en el cuerpo del desconocido para no caer al suelo.
Con cuidado, sintió como volvían a acomodar su ropa casi con ternura y lentamente, alargando el momento.
—Sabes bien... —susurraron en su oído, besándolo suavemente antes de alejarse.
Aunque intentó darse vuelta rápidamente para detenerlo, ya no había nadie detrás de él, estaba solo.
Observando a su alrededor, apoyó una de sus manos contra la pared aún sintiendo sus piernas temblar como gelatina, aquellas manos sobre su cuerpo y aquel dulce calor junto a él.
Respirando profundamente, Sam tomó nuevamente sus cosas y siguió con su camino como si nada hubiera ocurrido.
Aunque sabía, que en cuanto llegara a su departamento, se masturbaría pensando en aquellas manos tocando su cuerpo.
En la oscuridad, John sonrió todavía sintiendo aquel exquisito sabor entre dulce y salado en su boca, feliz de tener impregnado aquel aroma en su cuerpo y ropa.
Lo había encontrado, por fin había encontrado a su única pareja y no lo dejaría escapar.
Aquel pequeño bailarín de cabello rosa pastel solo le pertenecería a él y a nadie más.
Volviendo a su automóvil, le dio una indicación a su conductor antes de subirse en los asientos traseros, partiendo inmediatamente.
—Lo encontré —anunció con una pequeña sonrisa a su acompañante, llamando su atención.
—¿A quién? —preguntó frunciendo el ceño al sentir otro aroma sobre él—. ¿Te acostaste con alguien?
—No Hank, lo encontré. Encontré a mi pareja —el contrario lo observó unos largos segundos y luego negó con su cabeza.
—John, sé que la quieres encontrar pero las parejas de los shifters leones se extinguieron, tu madre fue la última mujer —le recordó.
—No es un león ni una mujer —gruñó—. Es un chico humano —aclaró con voz seria, pero aquella pequeña sonrisa se mantenía.
No podía simplemente borrarla si en su mente estaba quemada la voz del joven bailarín jadeando y gimoteando por él.
—¿Es el chico del club? ¿Al que seguiste al callejón y a quién estamos siguiendo ahora? —frunció el ceño pensativo.
—Sí, él —asintió—. Un estúpido intentó aprovecharse de él en el callejón y llegué justo a tiempo. Él es mío Hank, quiero que averigües todo sobre él —ordenó observando a través de la ventana como el pelirosa entraba en un viejo edificio.
Cuando Sam ya no estaba a su vista, golpeó el techo indicando que volvían a casa. Inmediatamente el automóvil volvió a marcharse alejándose de aquel lugar.
—John... Hermano... Es un humano —recalcó como si el contrario lo hubiera olvidado—. Sabes que son pocos los que nos aceptan en esta sociedad, y además no eres un cualquier cambiaformas león, eres uno jodidamente millonario por las drogas, eres un mafioso —le recordó.
—Él no rehuyó de mi tacto, él pidió por más. Su cuerpo ya lo sabe y pronto él también —suspiró—. Solo haz lo que te ordene.
Hank apretó sus labios y asintió con la cabeza, su amigo y jefe parecía en otro mundo mientras estaba recostado en el asiento con una sonrisa ladina.
Ambos se quedaron en silencio el resto del viaje hasta llegar a la mansión de Smith.
Dejando a su amigo, John se dirigió a su habitación y suspiró relajado cuando cerró la puerta detrás de él quedando a solas.
Una de sus manos viajó a su entrepierna donde su erección persistía, mientras se restregaba en aquel exquisito trasero de burbuja había estado a punto de c******e, pero no lo hizo.
No. Sonrió malvado.
Él lo haría cuando aquellas esbeltas piernas estuvieran rodeando su cadera mientras lo embestía lo más profundo que pudiera llegar, arrancándole agudos gemidos de aquellos labios bonitos.
Ah... Cómo deseaba poder mordisquear y succionar aquellos rellenos labios rosados.
Observando hacia abajo, contempló su mano descansar sobre su m*****o que estaba duro como una roca, anhelando una caricia, pero no lo haría.
Retirando su mano, se quitó su chaqueta mientras se dirigía hacia su baño para tomar una ducha de agua helada.
Lo odiaba, pero ayudaría a bajar su dura erección.
—Pronto... —susurró en una promesa, ansioso de tener a aquel hombre entre sus brazos.
Hank apareció en su oficina a la mañana siguiente con una expresión disconforme. No había encontrado nada de la supuesta pareja de John y eso le molestaba.
—¿Y? —preguntó Smith sin esconder su ansiedad.
Hank negó—. Nada, busqué y busqué pero no hay nada. Creo que están protegiendo sus archivos. Sin su nombre ni imagen tampoco pude buscar mucho.
—¿Cámaras de seguridad? ¿Algo?
—Busqué también pero el dueño del club, Nail Williams, borra las grabaciones al final del día y no se pueden recuperar. Lo único que conseguí es que al parecer solo trabaja con él, y que tu supuesta pareja parece que va a estar hoy en uno de sus otros clubs.
—No es supuesta, él es mi pareja —gruñó.
—John... Todas tus amantes han sido mujeres hasta ahora —observó.
—¿Te molesta porque es un hombre o un humano? —pregunto enojado.
—No es que me moleste, si le dices y no te acepta vamos a estar en problemas —se explicó.
—No te preocupes por nada, yo sé lo que haré con él —anunció—. Y mis antiguas parejas no tienen nada que ver, ellas solo eran un polvo de una noche y nada más, esa cosita es diferente —sonrió pensando en el bailarín.
Hank apretó sus labios y asintió con la cabeza. Conocía a John, sabía cómo era, sabía que no se iba a calmar hasta que aquel hombre estuviera entre sus brazos...
Solo deseaba que se equivocara y ese chico no fuera nada más que algo pasajero, siempre era así.
—Vamos —ordenó John saliendo de su despacho.
Solo minutos más tarde, ambos ya estaban en el club del Este.
Solo cruzando las puertas del club supieron que era diferente, a pesar de que en estructura era igual al club Moons, el ambiente era totalmente distinto y las personas eran más escandalosas y con lenguaje algo vulgar.
Los camareros incluso se paseaban con escasa ropa y algunos estaban sentados en los rezos de sus clientes coqueteándoles.
Gracias a su excelente visión, también pudo distinguir entre el público a algunos del bajo mundo.
Silencioso, fue hasta la mesa más apartada y esperó ansioso a su pequeño bailarín de cabello rosa pastel.
—Traeré algo para beber —anunció su amigo.
—Solo para ti, no quiero nada en este momento —Hank rodó sus ojos y fue en busca de un trago para él solo.
—¿Smith?
El nombrado despegó sus ojos del escenario para ver quien lo llamaba.
Apenas contuvo su mueca de fastidio al reconocerlo—. Wang.
—Hombre, no pensé que te volvería a ver. Los clubes de Nail son una verdadera adicción, ¿cierto? —John se encogió de hombros, para él no era una adición.
Adicción era aquel pequeño cuerpo sensual con cabello rosado y de sonrisa coqueta.
—Vine al club del Este porque me dijeron que había otro bailarín igual de talentoso que Sammy y lo bueno de este club es que aquí si puedes tocar además de tener un show privado si das el suficiente dinero para ello —siguió hablando el contrario, llamando la atención de John.
—¿Show?
—Eso oí —asintió distraído—. ¿Ese es Sammy? —preguntó observando hacia el escenario, su voz emocionada.