Capítulo 3

2232 Words
La rubia observó como su todavía esposo, se sentada a frente a ella con un porte frío y estoico. —Bridget, creo que ya sabes por qué estoy tomando esta decisión —dijo, sin rodeos—. Nuestro matrimonio se basaba en un propósito claro desde el principio. Necesitaba un heredero, alguien que pudiera continuar con el legado de la familia Stevenson. Pero eso no ha sucedido. Y creo que es hora de aceptar que no sucederá. Bridget sintió que el aire abandonaba sus pulmones. La crueldad de sus palabras la golpeó con fuerza, pero se obligó a no desviar la mirada. "Así que era eso," pensó. —Entonces, ¿eso es lo único que yo era para ti? —preguntó, su voz firme aunque temblaba ligeramente—. ¿Solo una herramienta para darte un hijo? Andrew no parpadeó ante su pregunta, como si el dolor en la voz de Bridget no lo afectara. —Teníamos un acuerdo, Bridget, —dijo, su tono implacable—. Un acuerdo que dependía de que pudieras darme un heredero. Y no pudiste cumplir con esa parte. Andrew abrió el maletín y sacó unos papeles que Bridget no se atrevió a mirar y los puso sobre la mesa junto con un lapicero. Bridget sintió que su corazón se rompía en mil pedazos, pero no iba a dejar que él la viera caer. "No esta vez,” se dijo, reuniendo todas sus fuerzas. —¿Un acuerdo? —repitió, su voz goteando sarcasmo obteniendo nuevamente la atención del hombre—¿Eso es todo lo que éramos, Andrew? ¿Un contrato con términos y condiciones? ¿Eso es lo que piensas del matrimonio? ¿Eso es lo que piensas de mí? Andrew mantuvo su mirada fija en ella, imperturbable. —Bridget, no lo tomes de manera personal. Solo es lo que es. Intenté ser claro desde el principio sobre mis expectativas.—argumentó este desentendiéndose de su responsabilidad. —No es mi culpa que no pudieras dejar los sentimientos a un lado. Bridget sintió una oleada de rabia mezclada con tristeza. Estaba tan cansada de su frialdad, de su capacidad de deshumanizar todo lo que tenía que ver con sus emociones. Pero no iba a dejar que él tuviera la última palabra. —Lo que estás diciendo es ridículo, Andrew —dijo, tomando una postura erguida en su asiento mirándolo con toda la altivez que podía sacar a relucir—. Si todo lo que querías de mí era un hijo, un heredero, entonces me casé con un hombre mucho más vacío de lo que alguna vez pensé. ¿No ves lo absurdo de tus palabras? La vida no es un maldito contrato de negocios. Y si ese es tu enfoque para todo, entonces me alegro de que este matrimonio esté terminando y sobre todos estoy feliz de no haber quedado embarazada de ti. Tener un hijo tuyo y darme cuenta de quien realmente eres sería el peor castigo que alguien podría merecer. Andrew parpadeó, pero su expresión seguía siendo fría, como si estuviera analizando sus palabras en lugar de sentirlas. —Lo siento si te parece así, pero eso no cambia la realidad. Y como dije antes, quiero que esto sea lo menos doloroso posible para ti. He hecho los arreglos necesarios. Te dejaré la casa y una suma considerable de dinero. Bridget soltó una risa amarga, casi incrédula ante su oferta. “¿Dinero” pensó, como si eso pudiera curar el dolor de haber sido tratada como nada más que un medio para un fin. Además, a ella no le faltaba el dinero. —¿Dinero? —repitió, su voz cargada de desprecio—. ¡¿Eso es todo lo que tienes para ofrecerme después de tres años de indiferencia y desprecio?! ¿Realmente crees que una gran suma de dinero va a borrar todo lo que he soportado, todo lo que me has hecho? ¡Deje todo por ti, Andrew! Hice mi vida a un lado y lo único que recibí fue que me trataras peor que una querida. Andrew no respondió de inmediato, y por un momento, algo parecido a la culpa cruzó por su rostro. Pero fue tan breve que Bridget pensó que lo había imaginado. —No es mi intención borrarlo, Bridget, es algo imposible, sin embargo, nunca te pedí que lo hicieras. Necesitaba a alguien que fuera la madre de mi hijo solamente.—dijo finalmente, con un tono más suave— Acepta lo que te ofrezco. Solo quiero que puedas seguir adelante con tu vida, sin preocupaciones. Ese dinero será suficiente para que tengas una vida acomodada y así compensar lo que te hizo falta en este matrimonio. Bridget lo miró durante unos segundos, tratando de entender cómo había podido enamorarse de alguien tan insensible. Pero la verdad era que el hombre que tenía delante no era el mismo del que ella se había enamorado. O tal vez lo había sido siempre, y ella simplemente se había negado a verlo. Al parecer estaba tan enfocada en obtener el amor de Andrew, su esposo, que nunca se paró a ver lo que había dentro de ese corazón, tan oscuro y desprovisto de sentimientos. Finalmente, asintió, tomando una decisión. "No voy a luchar más," pensó, "no vale la pena." —Está bien, Andrew —dijo, sorprendida por lo firme que sonaba su voz—. Aceptaré tu dinero, y aceptaré la casa. Es lo mínimo que puedes hacer después de haber sido un esposo tan… —Bridget hizo una pausa, buscando la palabra correcta—Un esposo tan negligente y egoísta. No continuaré peleando, no lo vales. Aunque me hayas pedido el divorcio te dejo claro que la que se divorcio fui yo, ya que nunca fuiste parte de este matrimonio. Andrew no respondió. No había nada que pudiera decir para justificar su comportamiento. Lo sabía, y por primera vez, parecía estar consciente del peso de sus acciones. Pero aun así, su rostro permaneció tan inalterable como siempre. Bridget respiró hondo, sintiendo el peso del momento caer sobre ella. Se había defendido, había dicho su verdad, pero aún sentía que estaba a punto de romperse. Sin embargo, no se permitió hacerlo frente a él. —Cuando todo esto termine, Andrew, te aseguro que me olvidaré de ti—dijo, su voz más calmada. Consciente de que esas palabras eras más para ella misma que para el hombre que tenía al frente. Bridget tomó el lapicero que descansaba sobre la mesa junto al documento del divorcio con fuerza y firmó el papel que finalmente la desligaba de la vida de Andrew Stevenson para siempre. Luego de que hubo firmado en todos los espacios en blancos que eran necesarios, un vacío de posó en el interior de la mujer. Algo había abandonado su cuerpo junto con esa firma. Mientras Bridget retomaba su postura y miraba el rostro de su esposo por última vez, Andrew se levantó del asiento sin una palabra más. No hubo mirada o palabra de despedida. No era necesario. Su figura alta y rígida cruzando la sala de estar de la casa que, hasta hace poco, había sido su hogar compartido, fue la imagen que se quedó grabada en la mente de la mujer. Bridget lo siguió con la mirada mientras él salía por la puerta principal, cerrándola suavemente detrás de él, como si todo lo que acababa de suceder no tuviera más importancia que un simple trámite. Como si ella no fuera más que una formalidad a la que finalmente se había puesto fin. Bridget se quedó inmóvil, con la respiración contenida, incapaz de moverse siquiera cuando oyó el motor del auto de Andrew encenderse en la distancia. Era como si su cuerpo estuviera congelado en el tiempo, obligándola a procesar la cruel realidad de lo que acababa de ocurrir. Cuando el sonido del coche se desvaneció por completo, algo en ella finalmente termino de quebrarse. Con una lentitud deliberada, bajó la mirada hacia el papel que había firmado apenas unos minutos antes. El documento de divorcio yacía sobre la mesa, todavía fresco de tinta, como una burla palpable a los tres años que había dedicado a tratar de ganarse el afecto de Andrew. Su nombre de soltera, brillaba en la línea inferior, ya no era Bridget Stevenson. Un nombre que nunca había sentido realmente suyo, y que ahora le era arrebatado, junto con todo lo que había intentado construir. —Tres años…—se dijo a sí misma, pero las palabras parecían vacías, incapaces de transmitir el verdadero peso del tiempo que había invertido en ese matrimonio. Sus manos temblorosas se extendieron hacia el papel, sus dedos rozando la textura suave del documento. Estaba frío al tacto, como si incluso el papel reflejara la frialdad de la decisión que acababa de tomar Andrew. Bridget respiró hondo, pero el aire se le atascó en la garganta, formando un nudo que apenas podía tragar. Su cuerpo entero comenzó a temblar, un temblor que no podía controlar, y que amenazaba con derrumbar la fachada que tan cuidadosamente había construido. Con la misma lentitud, llevó la mano izquierda a su vientre plano, la cicatriz invisible del heredero que Andrew tanto deseaba empezó a tomar forma. "No fui suficiente," pensó, y esa idea, que había tratado de negar durante tanto tiempo, se apoderó de ella con una fuerza imparable. Un sonido extraño escapó de sus labios, una risa sofocada que resonó en la vacía habitación, capaz de perturbar a quien sea que la escuchara. Sin embargo, los únicos testigos de la miseria que se había apoderado de Bridget era la casa que Andrew le había dejado. La risa se fue transformando rápidamente en jadeos y sollozos estrangulados, hasta que finalmente dio paso a un llanto descontrolado. Bridget se derrumbó en el sofá, su cuerpo sacudido por cada sollozo que surgía desde lo más profundo de su ser. "Se acabó," pensó entre lágrimas. "Estoy sola. Realmente sola." El maquillaje que se había puesto para tapar las ojeras que había obtenido por esperar con ansias la llegada de su ahora ex esposo, se arruinó completamente. Ya no había nada que ocultar ni a quien. Lo único que podía y era capaz de hacer era llorar. Dejar salir todo el dolor para así poder empezar de nuevo. *** Mientras tanto, Andrew Stevenson, sentado en el asiento de su auto, observaba la casa por última vez a través del espejo retrovisor. El semblante que mostraba era tan impasible como siempre, pero dentro de él algo lo incomodaba. No era culpa, ni remordimiento, ni ninguna emoción que él pudiera reconocer con facilidad. Era una ligera perturbación, un sentimiento que no lograba identificar del todo. "¿Por qué no reaccionó?" se preguntó mientras apretaba ligeramente el volante. Había esperado algo más de Bridget. Ella siempre había sido tan expresiva, tan inclinada a hablar y a tratar de resolver las cosas. Había acudido preparado para una larga discusión, tal vez para otra ronda de súplicas o reproches. Pero en lugar de eso, lo único que recibió fue una indiferencia y altivez que de alguna manera lo había hecho sentirse incómodo. Sacudió la cabeza, tratando de alejar ese pensamiento. No había razón para preocuparse por lo que había pasado. El divorcio ya estaba hecho. Era lo mejor para ambo. No sintió la necesidad de mirar hacia atrás, ni de dudar de su decisión. Para Andrew, todo había sido un acuerdo desde el principio, y los acuerdos, cuando ya no eran útiles, se terminaban. No había espacio para las emociones en algo tan simple y racional como eso. Horas más tarde, Andrew llegó a su oficina. La ciudad se encontraba sumida en la luz tenue del atardecer, y el ambiente dentro del edificio reflejaba esa calma apagada. Mientras caminaba hacia su despacho, su mente repasaba mentalmente los próximos pasos, coordinar con su abogado, cerrar los detalles financieros, asegurar que Bridget recibiera lo que le correspondía. Todo meticulosamente planificado, como cualquier otro aspecto de su vida. Cuando llegó a su despacho, se encontró con una llamada perdida de su madre en su teléfono móvil. Sabía perfectamente cuál sería el contenido de la conversación si decidiera devolver la llamada, así que la dejó para más tarde. Entró en su oficina, cerró la puerta tras de sí y se dirigió al escritorio. El documento de divorcio aún estaba en su mente, y aunque Andrew pensó que lo había dejado atrás, la imagen de la firma de Bridget lo perseguía. Apretó los puños ligeramente, sintiendo una tensión que no había anticipado. "Esto es lo mejor," se repitió una vez más. “Es lo más lógico.” Y sin embargo, cuando se sentó en su silla y miró el atardecer desde la ventana de su oficina, el silencio que lo rodeaba parecía más opresivo de lo habitual. Era como si el eco de la decisión que acababa de tomar resonara en esa habitación vacía, llenando el espacio con una sombra que él no podía sacudir. La imagen del día pasado en dónde había visto como el corazón de Bridget se rompió fue reemplazado por la mujer indiferente y fría del día de hoy. Con una determinación fría, volvió a concentrarse en su trabajo, bloqueando cualquier pensamiento que pudiera desviarlo de su camino. De esta manera, Andrew Stevenson continuó su día como si nada hubiera cambiado, indiferente a la tormenta que había dejado atrás.
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