VI

1313 Words
Cuando Santiago alcanzó al hombre lo tomó del cuello mirándolo con furia. Casi no lo reconocía lucía tan distinto a la última vez que lo vio —¡Al fin nos volvemos a encontrar! —exclamó Santiago Michael Jones le rehuía la mirada, estaba más delgado, demacrado y avejentado que hace cinco años. Su cabello rubio era mucho más claro, y había arrugas debajo de sus ojos y en su frente —. Mírame a los ojos. ¿Puedes actuar como un hombre de honor? Michael tuvo que sostener la mirada de Santiago, cuyos ojos azules le miraban con odio y estaba justificado. —¿Qué quieres de mí? —preguntó Michael. Mientras Allegra miraba con incredulidad la escena—. ¿Has venido a humillarme, has venido a vengarte? Ahórralo, mírame ahora, estoy destruido, ¡No puedes destruirme más! —¿Tú estás destruido? ¡Tú me destruiste a mí! —exclamó Santiago lanzándole un puñetazo a la cara haciendo que Michael cayera al suelo. Allegra se asustó demasiado y se interpuso entre Santiago y Michael. —¡Detente! ¡Vas a matarlo! —exclamó Allegra—. ¡Por Dios, Santiago! ¡No te atrevas, es un pobre hombre! —¡Él es un desgraciado!, No es un pobre hombre —dijo Santiago y rodeó a Allegra para después volver a atacar a Michael, quien ni siquiera se defendía, pateaba su estómago y su rostro. Allegra intentó detener a Santiago tomando sus brazos, pero él se liberó del agarre —¡Déjalo! —¡No lo defiendas! —¡No más! ¡Detente ahora mismo Santiago Sanders! —exclamó Allegra haciéndolo detenerse. Frustrado, Santiago dio media vuelta y caminó lejos de ahí.   Allegra ayudó a Michael a levantarse y sentarse al borde de una banqueta. El pobre tenía la nariz ensangrentada y el cuerpo adolorido —¿Estás bien?, Pero, ¿Por qué te odia tanto? —Te sorprendería saber que alguna vez fue mi mejor amigo, casi como mi hermano —dijo Michael sosteniendo un pañuelo que la chica le dio para limpiar la sangre. Allegra abrió bien los ojos, incrédula ante aquel comentario. No podía comprender como era posible que Santiago Sanders golpeara de forma tan cruel a un amigo suyo, incluso a uno que era capaz de considerarlo hermano. —¿Por qué han terminado así? —preguntó intrigada —Pasó lo que siempre envenena el amor; enfermamos de mentira y traición —Allegra lo miró compasiva al notar como lágrimas surcaban el rostro del hombre.   Santiago estaba de pie sobre una acera. Miraba hacia el cielo azulado, intentaba contenerse. A su salud no le ayudaba ese estado de ánimo, pero a pesar de que intentaba no podía controlarse. Pensaba en el pasado, que estaba anclado en su interior y se negaba a abandonar. Su alma estaba ennegrecida por el odio, el rencor, la tristeza y esa frívola autocompasión que disfrazaba de orgullo y vanidad. Volver a ver a Michael le había dolido en el alma, sus ojos se nublaron, pero la vocecita de Allegra lo volvió al aquí y ahora —¿Qué quieres? —preguntó con firmeza —¿Estás bien? —Por supuesto, ¿Dónde está el hombre? Allegra hizo una señal y Santiago caminó hacia allá —¡No te atrevas a lastimarle de nuevo, Santiago! —exclamó Allegra, sin detener el paso de Sanders   Santiago se acercó a Michael con lentitud, lo escudriñaba con intensidad. Sus ropas eran viejas y de poca calidad, sus zapatos estaban sucios y rotos. Parecería un vagabundo si lo hubiese visto en cualquier lugar. Pero era Michael Jones, su mejor amigo, aquel del que alguna vez recibió tan buenos consejos y tantas alegrías. Una punzada de nostalgia golpeó el cuerpo de Santiago, pero mantuvo una postura fría. —Te he buscado por años —dijo Santiago—. Ven conmigo, debemos hablar. Me lo debes. Michael Jones se levantó de inmediato, y siguió el camino de Santiago, quien no se detuvo hasta llegar a un parque y se sentó en una banca. Allegra los siguió y se sentó en la banca más cercana que encontró, pero se lamentó de no poder escuchar nada de lo que decían. —Así que aquí te has estado ocultando, ¿Verdad? —Solo quería recomenzar —dijo Michael con la voz apagada —Por lo que veo te ha ido muy mal. —Seguro de que te hace feliz saberlo, y sí, me ha ido mal, pero tengo vida, y mientras haya vida, hay esperanza. Santiago esbozó una cínica sonrisa. —Los traidores como tú no merecen algo más. ¿Qué esperabas?, si existe el Karma, tú eres el mayor ejemplo —dijo Santiago mirándolo con firmeza —Vale, tienes razón. Supongo que viniste a escuchar y disfrutar de mi desgracia. Siéntate, Santiago, escúchala con atención. Santiago le miró interesado y se sentó a su lado, miró al suelo, mientras Michael comenzaba su discurso —Bien, habla ahora —dijo Santiago. Michael tomó fuerza e impulso para contar toda su verdad —Debes saber que mi padre me retiró todo su apoyo económico después del escándalo. Él nunca estuvo de acuerdo. Nadie me daba trabajo, pues todos mis conocidos estaban en mi contra, y Megan y yo nos mudamos a San Francisco, pero unos meses después la relación se desmoronó —Michael hizo una pausa y Santiago enderezó su postura, mientras el recuerdo de Megan afloraba en su interior—. Ella terminó por abandonarme y yo caí en una profunda depresión. Luego vine a Orlando, y lo demás ya lo sabes. No soy ni la sombra de lo que fui. —No voy a fingir que esto me entristece. —Lo sé. Sé que te lastimé. No quise hacerlo, pero me enamoré, yo creí que jamás tendría una oportunidad, y un día cualquiera Megan me habló de amor. No pude resistirme, tú sabes cuánto la amé —dijo Michael con los ojos llorosos —¿Y tú sabes cuánto la amaba yo? —Supongo que, tratándose de Megan, uno de los dos siempre sería el perdedor. —El perdedor eras tú, Michael, ella me eligió a mí, e íbamos a casarnos. Me la robaste el día de la boda —dijo Santiago mirándolo con decepción—. No te importó ni un poco nuestra amistad. —¡Estaba enamorado, Santiago! —exclamó Michael con un hilo de voz y poniéndose de pie—. Se que debí ser leal a nuestra amistad, pero Megan dijo que me amaba, que quería hacer una vida a mi lado. Lo lamento, te robé a la mujer que amabas, ¡Soy un traidor!, lo siento. Allegra escuchó aquellas palabras con los ojos bien abiertos por la sorpresa —¿Dónde está Megan? —preguntó Santiago acercándose a Michael —¿Aún te importa? ¿Aún la amas? —¿Dime dónde está? —No lo sé —dijo Michael decepcionado—. Y no me importa. Ella fue cruel contigo y conmigo. Destruyó nuestra amistad, y destruyó mi amor, pero no lo puedes ver. Nunca entendí por qué de un día a otro dejó de amarte. ¿Qué le hiciste? ¿Qué provocó su desamor? Santiago guardó silencio con el rostro consternado. —Voy a encontrar a Megan —dijo Santiago determinado, Allegra se acercó a los hombres escuchando más de la conversación Michael lanzó una risa sarcástica. —¿Crees que vale la pena?, Megan no vale nada, Santiago, ella nunca te amó, te traicionó con tu mejor amigo y lo único que piensas es en encontrarla. —Ese es mi problema, no el tuyo, Michael, adiós —dijo determinado Michael asintió y se alejó del parque caminando de prisa. —¿Estás bien? —preguntó Allegra —Sí. Hay que irnos —dijo Santiago y caminaron hasta el auto para volver a Miami.   
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