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Cuando anocheció y Santiago seguía sin aparecer, Allegra se convenció de que tal vez no volvería. Tenía su maleta lista desde hace varias horas, pero no se decidía a marcharse. Cuando Lorna apareció en su habitación, le informó que Santiago había llegado y estaba en la biblioteca, la joven bajó junto con su maleta, como alma en pena. Tocó antes de entrar, pero sin respuesta se aventuró a entrar sin permiso. Santiago estaba de pie al fondo de la biblioteca. —Hola —dijo ella por decir cualquier cosa, pero Santiago no contestó—. ¿Cómo te fue en tu visita? —Bien —dijo Santiago girándose y hablando con el tono de voz irónico que lo caracterizaba, Allegra se estremeció, no esperaba eso—. Me fue mejor de lo que esperaba, debo ser sincero. —Lo sé, no esperabas semejante beso —espetó con furia