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Era un lunes común y corriente, o al menos eso creía Santiago. Estaba sentado en aquella biblioteca, leía, pero sin interés. Su salud había mejorado y se sentía fuerte. Pensaba en retomar el trabajo con la fundación Yakamoz, pero justo en ese momento se sentía desganado. Unos ruidos provenientes del exterior lo alertaron, pero no hizo caso, sin embargo, cuando se volvieron más intensos y cercanos decidió averiguar. Luego aquellas voces se volvieron familiares, al abrir la puerta se encontró cara a cara con Michael —¿Qué haces aquí? —preguntó intrigado, observó la ira hervir en los ojos azules de su amigo que se abalanzaba contra él, tomándolo del cuello y regresándolo a la biblioteca —¡Eres un hijo de gran mierda y lo sabes! —exclamó con rudeza, mientras Lorna intentaba separarl