El ruido del timbre me despertó y maldije al universo ese día más que nunca, me alcé sobre mis codos y tardé un par de segundos en empezar a ser consiente de todo a mi alrededor hasta que él endemoniado ruido se repitió. Lanzando una palabrota al aire aparté las sábanas y me senté sobre el borde de la cama, mientras me pasaba las manos por el rostro. «Nueve de la mañana... Qué desgracia», pensé con enojo al ver el despertador. Me puse de pie y me apresuré hacia la puerta, dispuesto a matar a quien estuviese del otro lado, pero tuve que dejar mis airados pensamientos, porque cuando abrí la puerta... Lo que encontré fue la sonrisa amable de mamá. —Buen día, cariño... ¿Te desperté? —preguntó cruzando la puerta sin esperar invitación... Nunca lo hacía. —Buen día, mamá... Sí, pero supongo