—LUCERO—
La alarma sonaba incesante hasta que me levanté para apagarla.
Froté mis ojos con pesadumbre, seguía con sueño. ¿Cómo es que me dormí con la misma ropa? Me dolía el cuello, la noche había sido muy extraña y no tenía ni idea de porqué mi alarma estaba activada si hoy era domingo. No tenía nada para hacer y menos a las siete de la mañana.
Quise volver a acostarme, pero el cuerpo me pesaba, tanto para quedarme despierta, como también para volver a la cama.
Indecisa, me fui al baño, recién me daba cuenta de que me estaba orinando.
¡Qué alivio era poder descargar!
De paso me quité el pantalón y solo me quedé con la camiseta.
Tomé mi cepillo, quedando frente al espejo y viendo aquello horriblemente rojo en mi cuello.
¿Era…una mordedura?
Acerqué mi mano un poco temblorosa, se veía horrible, pero no me dolía o no parecía dolerme.
¿Una mordida?
Mordida…
Cerré mis ojos muy confusa y me llegaron los recuerdos de la noche anterior, el hombre en el bar, el mismo hombre que creí ver dentro de mi casa, pero que eso resultaba ser imposible, debía de ser algún tipo de alucinación, quizás yo estaba borracha, pero esta mordida era muy real.
Tomé un poco de agua entre mis manos y la rocié en mi cuello. No me dolía ni un poco pero su aspecto era muy feo. Busqué en mis cajones para ver si tenía alguna crema que ponerme allí, pero no contaba con nada, nada para una mordida.
Caminé dubitativa de regreso a la cama.
Hubo un hombre en mi casa, anoche, el mismo que estuvo en el bar, el mismo que me había hecho esta mordida y el mismo que dijo que yo era la elegida para ser su compañera.
La compañera del alfa.
Un hombre del cual no tenía ningún rostro en mi memoria, nada, solo el olor y esta mordida que confirmaba su existencia y que lo que pasó anoche fue real, muy real.
¡¿Qué diablos significaba todo eso?!
¡Qué alfa ni qué nada! ¡Chorradas!
Toqué mi frente porque repentinamente empezaba a sentirme mal y noté que estaba muy caliente, un fuerte escalofrío me recorrió y ahora todo mi cuerpo tembló, mis dientes estaban a punto de castañetear, me cubrí con las sábanas y me quedé dormida.
«Estaba descalza, pero ¿dónde? El suelo que pisaban mis pies se sentía muy real, algunas ramas rozando mis piernas desnudas y un frío helado azotar mi cuerpo, me abracé y miré a los alrededores; estaba claro que esto era un sueño, puesto que yo estaba dormida en mi cama con posible fiebre.
“¡Hay una mujer aquí!”—escuché decir a una voz, aunque sonaba dentro de mi cabeza, era fuerte y latente, pero se fue escuchando cada vez mas lejos, solo para escuchar a muchas otras.
“¡No es posible”.—decía una voz.
“¿En qué dirección? ¡No la huelo!”—preguntaba otra y mas voces se unían.
Cubrí mi cabeza y me tiré al húmedo suelo, de verdad hacía mucho frío.
Una rama pinchó mi trasero y yo me puse de pie.
“¡La huelo cerca!”—rugió la primera voz, muy enojado.
Sentí el impulso de correr y eso hice.
Me eché a correr sin rumbo, contrario a donde yo creía que provenían esas voces, aunque estaban en mi cabeza.
Comencé a escuchar unas fuertes pisadas y mientras corría ahora miraba hacia atrás, estaban mas cercanas a mi, pero…¡parecían animales! Eran pisadas muy fuertes, muchas, casi como una manada.
Me detuve sin aire, las piernas me dolían, tenían algunas marcas en ellas de ciertas ramas que me rozaron muy cerca y hasta me habían hecho algunos raspones de los que salían algunas finas tiras de sangre. Comencé a limpiarlas con las manos, allí, oculta detrás de un árbol, un enorme árbol.
Me acurruqué a mis piernas y apreté mis ojos con fuerza, queriendo despertar ya, estaba asustada, en un bosque con algunas criaturas que me hablaban a la cabeza, esto ya no era un sueño, se estaba convirtiendo en una pesadilla.
“¡¡La encontré!!”—la voz reventó en mi cabeza, haciéndome gritar, toqué algo caliente que salía de mi nariz y pasé mi mano por ella. Sangre, era sangre bajando de mi nariz. Lo limpie con ambas manos y era tanta que no me quedó mas remedio que limpiarme a lo único que llevaba puesto además de mis bragas, mi camiseta.
Habían unos rugidos justo detrás del árbol donde yo estaba oculta. Me fui poniendo de pie lentamente, aquí era donde tenía que echarme a correr primero.
“Si es linda, me la pido, ya que yo la escuché primero.”—era el sonido de la primera voz que escuché desde que llegué a aquel bosque. Sonaba muy cerca pero al menos ya no gritaba.
“Yo segundo, bueno…somos nueve. Habrá que esperar días”.—era una voz mas suave pero mas fría.
“Yo solo quiero que no la devoren antes de que llegue mi turno.”—esa voz sonaba mas juvenil, casi podría decir que se trataba de un adolescente.
Asomé mi cabeza para hacerle frente a mi pesadilla, solo era un sueño, lo peor que podía pasar era que despertara, ¿no?
Mi cabeza fue saliendo poco a poco de detrás del árbol solo para ver a nueve lobos con un brillante pelaje plateado mirar en mi dirección. Caí de culo ante la impresión y cubrí mi boca para no gritar, pero ya estaba al descubierto y aquellos enormes ojos marrones, grises, azules y quizás algunos un tanto rojos, no dejaban de mirarme.
“Yo seré el primero.”—ahora podía ver quien era el que hablaba en mi cabeza.
Tanteé con mis manos hasta dar con dos piedras, que para nada me servirían contra un animal de ese tamaño, pero era un sueño, ¿no? Se supone que debía despertar en cualquier momento, justo antes de que me mataran o devoraran viva por turnos.
—¡NO TE ME ACERQUES!—le grité, como si en verdad yo creyera que era capaz de escucharme.
“Tranquila, no te voy a morder, al menos no en esta forma”.—dijo.
—¿Forma? ¡Que te alejes!
Comencé a retroceder a rastras, sin soltar las piedras o apartar la vista del lobo, enorme lobo.
Arrojé la primera piedra y oí como se reía.
“Será un poco torpe.”—volvió hablar.
Al menos los demás no intentaban atacar también.
—¡Deja de reír!—le pedí, pues esa risa en mi cabeza me iba a desquiciar, me puse de pie y aquel lobo, a muy pocos metros de mi, levantó su lomo y en un abrir y cerrar de ojos, había un hombre desnudo frente a mi.—¡QUIERO DESPERTAR!—Grité entre lágrimas.
¿Por qué no podía despertar?
—Ahora sí, nena. Tú y yo vamos a bailar.—el hombre, de algunos treinta y pocos años, frente a mi, con una larga cabellera rubia que se esparcía por su espalda, fuertes brazos y una desnudez muy notable, levantó su mano para tocarme mientras yo estaba perpleja ante la escena, justo cuando iba a tocar mi rostro, sentí como el lugar donde tenía la mordida me dio una sacudida. De inmediato, el hombre cayó al suelo, retorciéndose de dolor y los demás lobos comenzaron a aullar de forma desesperada, casi agonizante. No entendía lo que pasaba, pero era como si sufrieran. El hombre frente a mi me miraba con ira y no dejaba de gritar de dolor hasta que todo su cuerpo se llenó de pelos y en un pestañeo era un enorme lobo quien se retorcía. Los demás comenzaron a correr, huían, aunque este parecía herido. El instinto me dijo que me alejara pero fue mi mano la que decidió levantarse para intentar tocarlo, para consolarlo en su dolor. Me arrodillé ante él, cerca de su cabeza, soltaba sonidos fuertes y aullaba como los demás, logré tocar cerca de su oreja y él comenzó a tranquilizarse.
Cuando los aullidos cesaron, su voz sonó de nuevo en mi cabeza, algo baja, débil, no con la misma energía que antes.
“¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento!“—repetía la disculpa sin cesar.
—Seguro que no ibas en serio con lo de hacerme daño, ¿no? Eres un lobo muy feroz, pero también eres hermoso. No me ibas a lastimar. Te perdono.
Cuando dije aquello, tuve que retroceder, pues el lobo intentó ponerse de pie hasta conseguirlo.
Se inclinó ante mi a modo de reverencia y después se marchó.
Otra vez sentí un pinchazo en mi cuello y el bosque dio vueltas ante mi, sentí el golpe de mi cabeza al pegar al suelo y mis ojos se cerraron»
Me moví en la cama, las sábanas se pegaban a mis piernas desnudas, mi cuerpo sudaba. Retiré las sábanas pues ya tenía mucho calor. Intenté sentarme, me dolía la espalda y algunas partes de mis muslos, quizás también la cabeza. Había tenido un sueño muy vívido, quizás producto de la fiebre. Me puse de pie para ir a la cocina a por agua, miré mi camiseta manchada de sangre y sentí miedo, fue allí donde limpié la sangre de mi nariz con mis manos, observé mis muslos y tenía los mismos raspones que me hice en el sueño, en aquel maldito bosque. Miré debajo de las plantas de mis pies. ¡Estaban negras! ¡Llenas de tierra! Como si…
Como si yo hubiera estado en aquel bosque.
Corrí al baño y lavé mi cara que tenía un poco de sangre pegada en la nariz, miré la mordida que seguía en mi cuello, estando muy clara, aunque nada parecía tener sentido.
Regresé a mi habitación y busqué mi móvil para llamar a Ema.
—Lucero, toqué a tu puerta muchas veces hace un par de horas. ¿Dónde estás?
—¡En casa! Estaba dormida con algo de fiebre. Necesito que vengas, creo que me voy a volver loca. Desperté con una mordida en el cuello, después caí en cama con mucha fiebre y después estaba en un bosque, corriendo, huyendo de lobos. Por favor, ven a casa un rato. No estoy bien.
—¿Mordida? ¿Te ha mordido un perro?
—¡No! Ha sido un hombre, anoche, en casa. El mismo hombre del bar, el que vimos anoche. Lo encontré en casa, me mordió, después desperté por la alarma, no sé qué hacía encendida en domingo.
—Lucero, es lunes. No fuiste a trabajar, por eso fui a tu casa. ¿Qué hombre del bar? Nos vimos el sábado, el domingo no nos vimos y hoy quise verte, para saber porqué no fuiste al trabajo ni llamaste, ¿estás bien? ¿Un hombre entró a tu casa?
—Ema…ayer sábado cuando fuimos al bar, vimos a un hombre.
—Fuimos al bar antes de ayer. No nos vimos el domingo.
—¡Pero que hoy es domingo!
—Está bien. Cálmate. Llego en veinte minutos, no hagas ninguna locura. Voy para allá.
Cuando Ema colgó la llamada, miré la fecha.
¡Maldita sea! ¡Decía lunes! ¡Era lunes!
Entonces, ¿estuve dormida desde el sábado en la noche hasta el lunes cuando sonó la alarma? Carecía de total sentido como todo lo que salió de mi boca en la llamada con Ema. Iba a pensar que estaba loca.
No podía explicar nada de lo que dije, nada de lo que pasaba.
Quizás solo fueron sueños muy vívidos, me arañé mientras dormía o no sé qué mas pensar. Los hombres lobos no existen, yo no estaba en ese bosque y en mi casa no hubo ningún hombre.
Me metí al baño para tomar una ducha, mientras me secaba busqué las heridas en mi pierna, pero habían desaparecido. Me miré al espejo para ver la mordida, aunque allí solo quedaba una marca roja casi invisible.
Me iba a volver loca con lo que estaba o no estaba pasando.
¿Qué era real?
¿Acaso mi mente me estaba haciendo una mala jugada?
Me tiré en la cama, algo en mi estaba mal, algo iba mal. No sentía que esos fueron sueños, aunque decir que toqué a un lobo o que las voces de ellos sonaban en mi mente, era una locura.
¡Necesitaba respuestas!
Algo me decía que tenía que ver con ese hombre, su mordedura.