El tiempo, cuando estás esperando una respuesta, puede volverse tu peor enemigo. A veces, parece que cada segundo dura una eternidad. Eso era justo lo que sentía mientras permanecía tendida en la fría camilla del hospital, con el corazón latiendo desbocado y la mirada perdida en el techo iluminado por una luz demasiado brillante.
Los minutos parecían estancarse, arrastrándose con una lentitud insoportable. El médico que me atendía había salido hacía ya un rato y no podía decirme exactamente qué estaba pasando. La incertidumbre me tenía atrapada, como si una mano invisible apretara mi pecho con fuerza, impidiéndome respirar con normalidad.
Desde la ventana, podía ver el exterior. La noche había caído, profunda y oscura. Las luces del hospital apenas iluminaban los alrededores, creando som
