Las náuseas que me habían acompañado en las últimas semanas finalmente comenzaron a disminuir, pero aún quedaba un rastro de malestar. Ahora, a las diecisiete semanas de embarazo, podía sentir que algo dentro de mí estaba cambiando, y no solo físicamente. Había una energía nueva, una emoción que me llenaba cada vez que pensaba en el futuro. Enzo había decidido tomarse el día libre del trabajo, algo que rara vez hacía, para llevarme a algún lugar especial. Me lo había dicho hacía tres días, y desde ese momento no pude contener mi entusiasmo. Pasamos más de una hora en el coche, y aunque trataba de mantener la calma, mis constantes preguntas sobre nuestro destino solo hacían que Enzo sonriera con ese aire misterioso que tanto me intrigaba. —Solo faltan veinte minutos —dijo, notando cómo me