El sonido de un estruendo en la calle me despertó bruscamente aquella mañana. Mi corazón latía con fuerza mientras trataba de incorporarme en la cama. Sentí un nudo en el pecho, una sensación de incomodidad que había estado arrastrando los últimos días, pero hoy parecía haberse vuelto insoportable. Era como si, de repente, todo hubiera cambiado de un día para otro, y no solo en mi mente.
Me costaba ponerme la ropa, lo que era ridículo. ¡Ni siquiera podía abrocharme los pantalones! Un suspiro frustrado escapó de mis labios mientras me miraba en el espejo, dándome cuenta de lo evidente que era mi creciente barriga. "Debería haber empezado a comprar ropa para embarazadas antes", pensé, mientras revolvía mi armario sin éxito. Nada de lo que tenía parecía servirme.
Miré alrededor, sintiéndome
