Después del salón de belleza y de ir de compras, mi timidez se redujo notablemente. Parece que la confianza en sí misma de una persona aumenta proporcionalmente a la cantidad monetaria de su cartera. Aunque todavía me parecía que la gente me miraba con pena.
- ¡Eres tan bonita, cariño! - exclamó mi madre al verme cuando salí de mi habitación, preparada para ir al restaurante.
- Sí, hermosa, - sonreí sarcásticamente, - un hombro está más bajo, que el otro.
- No digas tonterías, eso casi no se nota. Y con el tiempo, la columna vertebral se enderece. Aparte, tienes una cara muy bonita, el pelo precioso y el cuerpo bien proporcionado. - me animó mi madre.
Me miré de nuevo al espejo, para no recordar todo lo negativo, y mi imagen era muy bonita. Vi una chica guapa con pelo rubio suelto, que caía por la espalda, con ojos azules, que brillaban de la esperanza y cierto nerviosismo. Llevaba un vestido de color gris plateado de cachemira hasta la rodilla, que resaltaba muy bien mis curvas, y unas botas con tacón, que estilizaban mis piernas. De repente recordé la cara de Timur, cuando vino a verme en el hospital. Su mirada sin palabras hablaba de muchas cosas, más bien de una, quería dejarme, porque no creía, que podría ser como antes. “¡Ojalá me viera ahora!” – pensé, no sé por qué.
Me puse un abrigo nuevo, cogí el bolso, besé a mi madre y salí.
- Gracias a Dios, mi niña volvió a la vida, - oí detrás de la puerta.
- Te amo mamá, - sonreí y pensé, que solo ella nunca perdía la esperanza, de que yo volvería ser la misma.
Cogí un taxi y fui al restaurante donde Tatiana y yo acordamos encontrarnos. Mi amiga aún no llegara y decidí esperarla dentro del establecimiento, porque hacía demasiado frío en la calle. El maître me llevó a nuestra mesa, reservada con antelación. Pedí una botella de agua sin gas. Saqué el teléfono y empecé a chequear las r************* , esperando a mi amiga. En la mesa de al lado, cuatro jóvenes, claramente bebidos, estaban celebrando un acontecimiento. Empezaron a mirarme y burlarse de mí.
- ¿Una chica tan guapa va a cenar sola? ¿O tu novio no tiene prisa? ¿No estas aburrida? - Oí, pero fingí, que no escuché nada.
Ya he maldecido a mi amiga por llegar tarde, y la idea de ir a un restaurante, en general. No estaba lista para tener demasiada atención sobre mi persona. Finalmente llegó. Miró con desprecio a la ruidosa compañía, se sentó frente a mí, de espaldas a ellos
- Estas muy guapa hoy, - dijo y se rio, - ¡Mira! Como calentaste a los chicos.
- ¿Por qué tardaste tanto? Ya no sabía qué hacer, - le pregunté sin subir la voz.
- Slav ya tiene un nuevo doctor, así que nos quedamos con él para hablar del nuevo tratamiento, - explicó.
- ¿Hay algunas mejorías?
- No, sabes, Slav casi en seguida empezó a salir del coma, pero pasó algo mal y empeoró nuevamente. Creo, que me escucha, pero no puede decirlo. Ahora cambiamos de médico, tal vez tenga suerte con él, - dijo.
- ¿Cuál es el nombre del nuevo médico?
- Dr. Ferreiro, - respondió. - ¿Lo conoces?
- ¡Por supuesto! Estoy estudiando en la universidad con su programa. No es un médico, es un mago. Hay tanta gente que ha devuelto a la vida, incluso a mí. - Dije.
- ¡Genial, entonces hay esperanza! - exclamó de alegría mi amiga un poco alto.
Los chicos a la espalda de Tatiana empezaron a molestarnos, gastando bromas. Uno intentó ofrecernos una botella de champán, que rechazamos cordialmente, otro se levantó y se puso de pie junto a nuestra mesa y empezó a cantar algo terriblemente mal. Nuestra paciencia estaba a punto de reventar.
- ¿Por qué no nos vamos de aquí? - ofrecí yo con un poco de miedo.
- No, querida amiga, son ellos, quien tienen que irse, no nosotras, - cortó y se levantó de la mesa.
- Oigan, imbéciles. Si no paran de portarse como unos cerdos y no nos dejan en paz, lo lamentaran, - dijo Tatiana, amenazándolos.
- ¿Qué vas a hacer, besarnos hasta la muerte? - se rio uno a carcajadas e intentó coger a mi amiga por la cintura.
No sé cómo lo hice, no recordaba, pero me desperté cuando estaba sujetando la cabeza de ese imbécil apretando la cara contra nuestra mesa y con su mano en la espalda. Él estaba sangrando por la nariz y gritaba del dolor. Una camarera corrió hacia nosotros y empezó a chillar, que era culpa nuestra.
- Ellos fueron los primeros en empezar, nosotros no hicimos nada, - justificaba Tatiana por nosotras dos, porque yo no podía pronunciar ni palabra. - Anastasia, suéltalo ya.
Sólo ahora le quité la mano de la cabeza y miré a sus amigos. Las bocas y sus ojos estaban abiertos por sorpresa o miedo. Me senté en mi silla. Alguien de la sala empezó a elogiarme y a demostrar que yo defendía a mi amiga y que esos jóvenes habían molestado a todo el mundo durante mucho tiempo.
- Vamos a salir de aquí, - dijo mi amiga en voz baja.
Cogí rápidamente mi abrigo y mi bolso. En el momento cuando nosotras queríamos salir de la sala, llegó la policía a la puerta.
- ¡Qué rápidos son! Ahora vamos a perder un montón de tiempo, - me dijo Tatiana y llamó a alguien.
No pensé que nos iban a llevar a la comisaría. Nuestra documentación estaba bien. Éramos dos chicas débiles y sobrias contra cuatro chicos borrachos, y la mitad de los clientes del restaurante estaban de nuestro lado. Pero el tiempo que podríamos perder era bastante y no quería llegar tarde a casa para no preocupar a mamá.
Me senté en la mesa con las manos en la cabeza. No podía recordar como salí de la mesa, agarré a ese tipo de la mano y le golpeé la cabeza sobre la mesa. No recordaba nada. Lo que significaba, que mi mente no se curó del todo. Y eso me asustó mucho. Creí que estaba totalmente recuperada de las secuelas del coma, pero, parece, era muy pronto para cantar victoria.
De repente, mi corazón se apretó tanto, que casi no pude respirar, así me sentí cuando mataron a Svyatoslav en mi pasado. Levanté los ojos y vi a mi Príncipe. Él con pasos rápidos y largos venia hacia nosotras.
- ¡Iván! Ayúdanos a salir de aquí. La verdad es que no es culpa nuestra. – gritó Tatiana.
- Dime rápido. ¿qué es lo que pasó aquí? - preguntó él a su hermana sin desviar su mirada de mí.
Tatiana le explicó todo, él se levantó, se acercó a la policía y les enseñó su identificación. Iván habló con ellos y volvió con nosotras.
- Bien, recoged vuestras cosas y seguidme, - ordenó.
Tatiana cogió las suyas rápidamente, pero yo estaba paralizada, lo único que pude hacer es mirar a Iván, mi marido favorito. ¡No es real! Mi mente otra vez está fallando.
- ¿Quieres una invitación especial? - me preguntó y me tendió la mano.
Cuando sus dedos calientes apenas me tocaron la mano, como si me incendiaron y sentí el dolor en el corazón, como aquel, cuando yo recibí la bala de Vasiliy, fue insoportable. "Tengo un infarto”, - pensé y me perdí el conocimiento.