Capítulo 4. La vida está mejorando.

1256 Words
Llegué a casa en un extraño estado. Lo que no salía de mi cabeza es que, si encontré a Olga, eso significaba que Iván existía. Pero hasta tenía miedo de pensarlo. Todo eso se parecía mucho a una locura. No tenía ningún razonamiento científico. Así que intenté quitarme esos pensamientos de la cabeza. En ese momento, tenía problemas mucho más reales. Mamá salió de la cocina, secándose las manos sobre el delantal. - Cámbiate de ropa, la cena esta casi lista, - dijo. - Ahora. En el buzón encontré esta carta, - saqué del bolso un sobre con sello del ayuntamiento, - la recogí por la mañana y casi me olvido de ella. Ella giró la carta en sus manos estudiando el sello y luego abrió el sobre con cuidado. Sabía que era otra respuesta negativa de la municipalidad. Cuando me ocurrió esta desgracia, mi madre, por insistencia de Sergei Vladimirovich, demandó a los servicios públicos y la Dirección de los Parques para que me indemnizaran por los daños a la salud. Pero nadie quería pagarme. Durante un año nos mandaban de un lado para el otro, hasta que un abogado, él que por el agradecimiento a mi madre cogió mi caso. Mamá corrió con los ojos una hoja con sellos y firmas y gritó con las manos levantadas. - Cariño, te pagaron cinco millones de rublos, - lo dijo victoriosamente y lloró. - ¡Eso es bueno! - La abracé y añadí, - mañana vamos a comprarte un equipo para esquiar. - ¿Qué equipo? - preguntó al secar las lágrimas. - ¿Vas a ir a una estación de esquí? De repente, mi madre se sonrojó, parecía una niña, que pillaron haciendo travesuras. - ¿De dónde sacas eso? - Ahora espero que me cuentes todo, - dije exigentemente, abrazándola por los hombros. Se puso tan nerviosa que sirvió la cena con las manos temblorosas y se sentó frente a mí. Sabía que era difícil para ella empezar, pero yo no tenía prisa. - Mira, hija, él me ayudó mucho en los momentos difíciles, lo que pasó, era muy duro para mí. Luego, de alguna manera, todo lo que estaba haciendo por mí, fue creciendo, no sé cómo explicarte, - respiró y tapó la cara con las manos. - Perdóname, hija. - ¡Mamá, eso es maravilloso! Y Sergio Vladimirovich me gusta mucho. Y tú mereces tener el amor y ser felicidad más que nadie. Así que creo que deberías aceptar su oferta e ir con él de vacaciones. - ¿Y tú cómo? No quiero dejarte sola en la fiesta del Año Nuevo. - Mamá, ya no soy una niña. No me va a pasar nada. Y también Tatiana me invitó a su casa. Así que puedes irte, descansar, pensar en tu vida y disfrutar de una compañía agradable. - ¿Seguro que vas junto a Tatiana? - Sí, sí. Ella quiere, que celebre la fiesta con su familia, - respondí. - Entonces mañana voy a salir del trabajo más temprano y vamos de compras. Tienes que comprarte algo, - dijo mi madre con entusiasmo. - Pero primero te compramos un traje para esquiar. Quiero que estés la más bonita. - ¡Lo mismo digo! - Se rio. En realidad, mi madre era una mujer muy hermosa, pero ha pasado demasiado disgusto por mi culpa últimamente. - Para que no te quedes con dudas, vamos a ir a un salón de belleza, - propuse a continuación. Al día siguiente después de la universidad, fui al centro de rehabilitación, donde trabajaba Tatiana, para avisarla de mi decisión para ir a su casa para la fiesta del año nuevo. Una chica en la recepción me dijo, que Tatiana había salido a tomar café con un joven. Pensé que era nuestro conocido Michael por lo de ayer, así que no quería molestarla. Salí y la esperé a la entrada. De repente escuché la voz de Tatiana y un hombre. - Deja de ser una heroína, él también es mi hermano. Te he dicho, coge el dinero, - oí una voz muy agradable desde la esquina del centro y, me parecía, conocida. Él hombre estaba claramente molesto con algo. - No necesitamos dinero, y si Slav se entera de que es tuyo, me maldecirá, - dijo Tatiana. - Cuando se despierte, entonces te preocuparás de una mentira piadosa. ¿Crees que sigo enfadado con él por esa puta? ¡No! ¡Es mi hermano y realmente quiero ayudarle! Sé cuánto cuesta el tratamiento en ese centro. Coge el dinero, - insistía el hombre, que su voz me parecía familiar, muy familiar. - No, Iván, no puedo. También le dieron una buena ayuda del sindicato. Tenemos suficiente, - escuché como mi amiga negaba, pero ya no estaba tan firme. - ¿Por qué eres tan terca? ¿Qué tipo de especialista necesita? ¿Qué medicinas necesita? ¿Cuánto tiempo lleva así, sin cambio? - Él se cayó, cuando tu fuiste, así como un par de semanas después, - respondió mi amiga. - Pero puedes venir a casa, Iván, a mamá le encantaría verte. - No sé, tal vez pasaré por casa. Hay mucho trabajo que hacer, - sentí en su voz la duda. - Pero coge el dinero. - De acuerdo, pero prométeme, que vendrás a la fiesta, - suavizó Tatiana. La curiosidad por ver al hombre, con quien estaba hablando mi amiga, se apoderó de mí y fui a la esquina donde estaba mi amiga y un hombre alto abrazados. Sólo vi su espalda ancha con una chaqueta de cuero, pero de repente mi corazón empezó a latir como loco, calentándome el estómago. Él me atraía como un imán. - Bueno, tengo que irme, nos vemos pronto, - dijo el hombre, se apartó de mi amiga y se fue rápido hacia el coche. Tatiana se giró hacia mí y me preguntó: - ¿Qué estás haciendo aquí? - Vine a decirte que acepto tu invitación a la fiesta. - dije alegremente y le pregunté, - ¿quién era el hombre con quien hablaste? - Es mi hermano mayor, Iván, hoy volvió de viaje de negocios y no sabía que paso con Slav. - contestó. - ¿Cuántos hermanos tienes, entonces? - He preguntado, porque realmente poco sabia de su familia. - Dos, pero no se llevan muy bien, y yo siempre estoy en medio y me están echando broncas de los dos lados, - respiró. - A mí me gustaría tener al menos un hermano, pero soy hija única, - sonreí. - No tienes ni idea de lo afortunada que eres. - Dijo y me cogió bajo el brazo y fuimos al centro. - Vamos, te presento a mi otro hermano, que está aquí. - ¡Espera! Me olvidé de decirte, que me pagaron la indemnización por fin. - ¡Eso es genial! ¡Hay que celebrarlo! ¿Quieres esperarme después del trabajo? - No, Tati, hoy no puedo. Prometí a mi madre que la llevaría a un salón de belleza, - me disculpé y añadí, - Mañana, después del entrenamiento con mis "pollitos", podemos salir. - ¿Quieres ir a una discoteca? - me preguntó y miró con esperanza. - ¡No! Aún no estoy lista para tanto trote, pero podemos cenar en un restaurante, yo te invito, - respondí. - De acuerdo, - la amiga aceptó y sonrió. - Por fin veo, que estas con ganas de hacer algo. - ¡Entonces hasta mañana! - me despedí, la abracé y la besé en la mejilla.
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