CAPÍTULO V—¡La Duquesa está encantada con usted! Y le aseguro, señorita Langholme, que Su Señoría es muy difícil de complacer— dijo la señorita Marshbanks a Virginia, cuando estaban terminando de cenar en su salita privada. Las había atendido un lacayo, que sirvió la comida en fuentes de plata realzadas con el escudo ducal en una mesa muy bien puesta. La señorita Marshbanks vestía con gran elegancia. Llevaba puesto un elaborado traje de noche de tul n***o y había sustituido sus impertinentes por unos anteojos de aros con cadena de oro. Usaba, también, pendientes y pulseras de granate. —¡Qué amable es la señora Duquesa!— exclamó Virginia con adecuada humildad. —Créame que es un gran cumplido de parte de la señora Duquesa, a la que, por lo general, no le gustan mucho las caras nuevas. —