CAPÍTULO IXVirginia se había quedado dormida hasta mucho más tarde de lo que acostumbraba. No había escuchado a la doncella que, discretamente, había descorrido las cortinas y le había dejado en la mesita de noche el té de la mañana. Despertó con un estremecimiento y enseguida deslizó la mano bajo la almohada para buscar la carta que había escondido… la carta que había leído no menos de una docena de veces la noche anterior. ¡Era su primera carta de amor! Se incorporó ahora en la cama, suelto el cabello sobre los hombros y brillantes los ojos, para abrir el grueso pliego de papel grabado con el escudo de armas ducal. Conocía ya de memoria el contenido de la carta, pero volvió a leerla: La Duquesa de Witherington nos ha invitado esta noche a mi madre y a mí a cenar a Chard a fin de que s