El destino de todos en sus manos

1999 Words
Continuación del Flashback: Totalmente confiada en que el peligro había pasado, Chloe inició su vida en Pensilvania. La Universidad donde Samantha estudiaba concedía la oportunidad de continuar sus estudios en línea, le tocó tomar esa modalidad, al tiempo que tomó un empleo para ayudar a Chloe con los gastos básicos. En pocos días vieron una tranquilidad alrededor de ellas que las hizo sentir confiadas de un futuro bastante positivo. Tal era así que terminando el octavo mes, Chloe comenzó a obtener algunos artículos para sus bebés, ya estaba cerca el día de su llegada y para que la vida no la tomara por sorpresa, con ilusión estaba en un Walmart escogiendo algo de ropa y algunos enseres para sus gemelos cuando recibió una llamada a su teléfono, la llamada que terminó de darle el giro a su vida, el cambio del que creyó haber huido. —Buenas —saludó al contestar a la llamada, la cual provenía de un número desconocido. —¿Hablo con la señora Chloe Campbell? —escuchó al otro lado una voz masculina. —Sí, soy yo, ¿Puede decirme quién es usted? —inquirió con duda. —La llamo de la estatal de la policía de Pensilvania, no se aparte de la línea, alguien le va a hablar —expresó la voz creando en Chloe una duda significativa. No estaba entendiendo para qué ni quién pudiera llamarla de un lugar como ese. Esperó unos segundos y al escuchar la voz de Samantha se puso fría, no supo qué esperar. —Sam ¿Eres tú? —le preguntó con temor. Desde el otro lado de la línea percibió un sollozo que la angustió. —Sam —llamó su atención. —Chloe estoy detenida —le dijo Samantha con la voz entrecortada. —Pero, ¿Cómo así? ¿Qué locura es esa? —cuestionó confundida. Imaginaba que había escuchado y vivido todas las desgracias que puede vivir una persona inocente e incapaz de hacer daño, pero como la vida nunca deja de dar sorpresas, esta nueva experiencia era la prueba de que nada es imposible en un mundo donde la maldad hace eco constantemente para imponer su fuerza. —Me están acusando de desviar dinero de la tienda, nunca he hecho tal cosa, tu sabes que soy incapaz de tocar nada que no sea mío —le dijo Sam llorosa y hablando acelerada. —Le queda poco tiempo —escuchó Chloe la voz masculina decirle a Sam desde el otro lado. —Chloe, necesito un abogado —le dijo Samantha. —Dime en donde queda ese departamento de policía. Samantha transfirió la llamada al hombre para que le explicara a Chloe la dirección, colgó y tuvo que recostarse de la estantería donde estaban unas camisitas que estaba entretenida viendo cuando recibió la fatídica llamada. Por momentos se sintió perdida, desorientada, en la nada, soltó la prenda que tenía en su mano y caminó en dirección hacia la salida, se le veía perturbada, tanto que chocó con un hombre que la tuvo que agarrar del brazo para evitarle caer. —Señora ¿Está bien? —le preguntó el desconocido. —Sí, sí, gracias —le dijo aturdida. Forzó una sonrisa para parecer convincente y se alejó hasta el parqueadero. Allí manejó hasta el lugar donde recordó que le indicó el oficial al otro lado de la línea telefónica. —Buenas tardes —saludó al ingresar—. Soy la hermana de Samantha Campbell. Acabo de recibir una llamada desde aquí. La recibió una oficial, quien estaba en la recepción. —Permítame revisar —le dijo la mujer. Desde ese instante la pesadilla se hizo parte de su vida. En efecto, como Samantha le dijo, la estaban acusando de desviar una buena cantidad de dinero a una cuenta bancaria a su nombre, lo que por la explicación que le dio la funcionaria, complicaba la situación de su hermana. Le dieron a Chloe la oportunidad de hablar con Samantha antes de reunirse con la oficial encargada de su caso. Samantha le dio un breve resumen, y al respecto le dijeron que había sido hecho el desvío a una cuenta que estaba a su nombre. Solo que ella jamás había agregado a la empresa para la cual recién tenía un mes y varios días trabajando. Todo estaba extrañamente armado, en el momento no supo qué pensar. —¿Cómo saben que ella desvió su cuenta? —le preguntó Chloe intrigada. Conocía a su hermana, son iguales en la forma de proceder, su personalidad es contraria a la de su otra hermana y su madre. —La información fue confirmada por la agencia bancaria de la ciudad —informó la mujer—. En el historial bancario dice que aperturó la cuenta hace dos semanas y hace cinco días su hermana hizo el desvío. —Nosotras no hemos aperturado cuenta bancaria aquí, nuestras cuentas fueron aperturadas en Washington, ¿cómo se explica eso? —cuestionó Chloe. La oficial no supo darle respuesta, solo se apegó a lo que decían los documentos que habían en el expediente que ya habían armado en contra de Samantha. La respuesta a esa misteriosa e injusta situación le llegó esa noche cuando llegó al pequeño departamento que ambas venían ocupando. Agotada porque estuvo tratando de ubicar a un buen abogado para que tomara la defensa de su hermana, sin lograr dar con alguno dado su desconocimiento de esa ciudad. —Buenas noches, ¿Con quién hablo? —preguntó al contestar la llamada. —¿Ves cómo en cuestión de segundos y cuando quiera puedo hacer de tu vida lo que me apetece? —la desagradable voz de la mujer a la que jamás imaginó odiar con tanta fuerza se hizo eco en su cabeza. —¿Qué quiere? —le preguntó sin reparo. —Nada, solo quiero saber ¿Cómo está Samantha ahora que está en el lugar donde están todos los desgraciados de este país? Un balde de agua fría fueron para Chloe esas palabras, esa mujer estaba dándole la respuesta que no encajaba en esa retorcida trama. «¿Cómo podría saber ella que Samantha estaba mal?», preguntó en su mente atribulada por tantos pensamientos y las emociones golpeándola. —¿Usted no pudo atreverse a…? —inquirió incrédula de ver la realidad que Anne de Gautier estaba dejando ver en sus palabras. —Tienes la solución al final tétrico que puede tener tu hermanita —dijo interrumpiéndola—. Ah, y te aconsejo ponerte en contacto con tu otra hermana y tu madre, creo que están siendo acusadas de ser traficantes de estupefacientes en ese lugar donde venden sus cuerpos, hay testigos que aseguran que drogaban a los clientes para robarlos —agregó acrecentando el cuadro de desgraciadas que Chloe tenía virtualmente ante sus ojos—. Me informaron que por eso pueden ganarse cada una unos siete o diez años como mínimo, ¿Imaginas lo que sería eso? Chloe apartó el teléfono de sus oídos y lo dejó caer en el sofá. No podía creer el nivel de ensañamiento de esa mujer en su contra cuando ella nunca le hizo nada. En cuestión de segundos Chloe odió la vida, odió su existencia y odió haber conocido a George, odiaba estarlo amando como aún sentía hacia él. A la distancia escuchó la voz de Anne y en lugar de proseguir en la llamada, la colgó. No supo qué hacer en ese momento, Si Anne de Gautier estaba detrás de semejante injusticia, sabía que no tendría forma de sobresalir y ganarle. Llevada por la preocupación sintiendo dolor en sus caderas se fue a la habitación a buscar su agenda para encontrar los dos únicos números de las dos personas que aún conservaba que vivían en la misma localidad de su madre y su hermana, solo ellas podían darles respuestas. Efectivamente, no esa noche, pero sí a media mañana del día siguiente le confirmaron la noticia, Saeta y Charis, llevaban tres días detenidas, acusadas por las mismas razones que le dijo la malvada de Anne la noche anterior. Quedó de piedra al darse cuenta que la suerte de las tres mujeres de su familia estaba en sus manos. Ninguna de ellas, ni siquiera Charis ni Saeta merecían acabar en un lugar de esos por el simple hecho de dedicar su vida a lo que ellas decidan. Chloe sabía que no las estaban haciendo pagar por eso, no, el trasfondo de toda esa pesadilla se debía al odio que Anne de Gautier le tiene por nada, la mujer ha alimentado un odio gratuito en su contra. Detenida a un lado de la vía para ir a ver a Sam, se bloqueó. Lo recomendable en ese caso era llamar a un abogado para que las representara a las tres, pero sabía que perdería tiempo y dinero, no se estaba enfrentando a un enemigo cualquiera, sino en contra de quien tiene el control de todo lo que se mueve en ese país, la madre de quien tiene el poder de decidir quién es digno de caminar el territorio que representa. Chloe pese a sentirse limitada no era bruta, aprendió a analizar las situaciones a fondo, lo hacía mientras trabajaba con George, agradeció ese plus que él sumó a su experiencia laboral, la que ahora trae a su presente y a su vida personal y en contra de quien ninguno de los dos imagino podía serle útil, aunque con ello pudiera estar perdiendo. Cayó en cuenta que hasta Anne podía dañar la reputación del abogado que decida enfrentarse en su contra. Chloe no tenía corazón para arrastrar a nadie más a su desgracia de vida. Sintió mucha impotencia al verse cercada por todos los lados a los que viera. Hasta consideró llamar a Aristides para que la ayudara, para que le aconsejara, y pensando también en que si lo hacía lo destruiría personal y profesionalmente optó por dejarlo tranquilo. Su teléfono repicó haciéndola reaccionar, tenía mucha desesperación en su interior. No sabía si llorar o colapsar, la sensación que estaba sintiendo en su bajo vientre no era la más alentadora, pero procuraba ser fuerte, Samantha lo demandaba. —Por favor, bebés ahora no por favor, vamos a esperar que su tía esté con nosotros, no me hagan esto ahora —le dijo en un susurro y sobó su vientre mientras el teléfono insistió en repicar. Bajó la mirada para ver la pantalla, era un número desconocido, y como quiera que estaba atenta a su hermana contestó. Tomó una respiración profunda, antes de contestar para dejar pasar la incómoda sensación dolorosa de sus caderas. —Sí —dijo apenas pudiendo hablar. —Como imagino que ya tienes toda la información te informo como vamos a proceder a partir de ahora —escuchó al otro lado de la línea la desagradable voz de su mayor enemiga. Chloe no le contestó, solo se quedó escuchando atenta la explicación que ella le dio, y en todo momento había una marcada imposición, una que no dejaba cabida a salidas victoriosas para ella, el fin primero y último era hacerla perder. La tranquilidad con la que hablaba de algo tan importante y sensible le dio repulsión. Se expresaba como si estuviera comerciando una propiedad o aprobando un proyecto de los que ella debe decidir en su ministerio. Si aún le quedaban dudas de sus alcances, ahí tenía la confirmación de que era una mujer sin capacidad de ponerse en el lugar del otro, y no lo iba a hacer pues tenía un complejo de superioridad que no admitía verse en un lugar distinto que no fuera pisoteando al mundo. —Lamentablemente tendrán que pasar muchos años detrás de las rejas, te dí la opción de actuar con racionalidad, no lo quisiste por egoísmo, y mira donde fueron a parar —le dijo Anne con arrogancia—. Cuidate que no te pase lo mismo y luego dejas a esos niños sin madre, al servicio del estado, ¿Imaginas a dónde van a parar, no? Continuará…
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD