Cuatro años atrás:
Los dos días transcurrieron sin que Chloe hubiera podido hacer nada para hablar personalmente con George. Quería darle la noticia personalmente, la ilusión de ver su rostro y al mismo tiempo el temor de que él pudiera rechazarla por semejante noticia jugaron con sus emociones.
Era del pensar que darle una noticia de tal magnitud por un mensaje era demasiado impersonal, carente de la seriedad que la situación ameritaba, aunado a que ambos son tan formales que son de los que le huyen a ese tipo de comunicación, son de los que si no hacen una llamada no se sienten en confianza y era de esperarlo porque en el medio donde se mueven se valen siempre de las pruebas para comprobar la certitud de sus acciones.
La notificación del embarazo de Chloe no era la excepción a tal necesidad. Chloe llevaba en su bolso las pruebas del embarazo y en sus labios y sus ojos la expresión de una verdad que los unirá de por vida. De modo que al no poder coincidir con él en las horas anteriores no le quedó más que decírselo ese mismo día antes de que la persona que iba a oficiar la boda comenzará la ceremonía.
Confiaba que si no había logrado darle esa gran noticia es porque la vida quería que ese fuera el regalo de bodas para él.
Hasta vio con buen augurio todo eso. En su momento de lucidez emocional, consideró que sería un gran premio que George recibiera ese mismo día no solo a una esposa sino también a un hijo o hija, todo en un mismo paquete, la familia organizada y dirigida a ocupar la dirección de ese país.
No aspiraba el lugar que iba a ocupar, aunque se sabía ya en él. Más que eso se sentía feliz porque finalmente estaría al lado del hombre que más amaba y sin posibilidad de encontrar más obstáculos en el camino que les impidiera verse como la vida demanda.
Estaba en la habitación del hotel que George escogió para la celebración de la ceremonia y la pequeña recepción que cuidadosamente organizó para el festejo. Solo unas pocas personas serían testigos de la realización de un amor que comenzó y vio su crecimiento en secreto.
Chloe solo pudo invitar a su hermana menor, pues su hermana mayor y su madre estaban fuera de la ciudad, aunado a que no estaban en buenos términos con ella. Una discusión que ocurrió años atrás entre ellas tuvo un efecto determinante en la relación familiar, tanto que Chloe tuvo que poner sobre una balanza sus aspiraciones, sus sueños y deseos por encima de lo que ellas unilateralmente habían decidido que sería la vida de Chloe. Con suerte pudo sacar a su hermana menor de ese círculo vicioso y la internó en un colegio que hasta el día de la boda había surtido efecto positivo en Samantha, pues estaba a punto de graduarse para ingresar a una de las mejores universidades de Washington.
—Hermanita que bella te ves —la alabó Samantha que no paraba de dejar de verla—. ¡Quién iba a imaginar que te ibas a casar y tan pronto! —exclamó emocionada—. Y con el futuro presidente del país—. ¡Dios mío! —sacudió las manos emocionada—. Tengo ganas de llorar.
—Pues contente, no puedo darme el lujo de dañar el maquillaje, demasiado tiempo se llevó es chico para lograr esto —adujo Chloe y señaló su rostro.
—Es que es increíble, Chloe. Después de tantos problemas, finalmente nuestra vida se estabiliza.
—Llevamos años estables Sam, esto solo es un logro más y de esos que jamás preví, George es un hombre maravilloso —expresó Chloe con emoción, sus labios temblaron.
—Y te lo creo, nunca antes te vi tan feliz —aseguró Samantha.
En ese instante alguien tocó la puerta de la suite donde estaban desde la noche anterior. Ambas chicas se miraron y Chloe corrió a ver el reloj para verificar que fuera la hora en la que iban a ir por ella a avisarle del inicio de la ceremonía. Faltaba cerca de una media hora, según vio en el reloj de su móvil. Levantó la mirada hacía Samantha al escuchar un toque por segunda vez.
—Aun no es la hora —le dijo Chloe a Samantha—. ¿Pediste algo?
—No, no puedo comer ni tomar nada, estoy tan nerviosa como tú —le dijo la chica.
—Entonces ¿quién será? No estoy esperándola a nadie expresó con duda en abrir o no, porque pensaba que si era George dañaría la sorpresa de verla llegar al salón dispuesto para la ceremonia y el festejo.
—Yo voy a ver, y si es George lo convenzo para que espere —se ofreció Samantha.
Chloe vio como su hermana salió de la habitación y cerró la puerta detrás de ella, para cuidarla de que George no la viera ni siquiera desde la distancia. Son supersticiosas con esas cosas.
Samantha inocente de lo que pudiera encontrarse al abrir esa puerta, lo hizo con la sonrisa que demostraba la felicidad que estaba viviendo por su hermana. No sabía que detrás de ella estaba quien estaba dispuesta a cambiar para siempre el destino.
Anne de Gutier, elegantemente vestida, enfundada en un vestido Dior exudando un perfume de la misma marca, luciendo un peinado y un maquillaje impecable que resaltaban su casta, el lugar que siempre ha ocupado y que la hacía ver como una mujer recia e impecable.
—Necesito hablar con Chloe —dijo sin detenerse a saludar como normalmente lo haría cualquiera que llega a un lugar que no es el suyo y ocupado por personas que no conoce.
—Buenas tardes, señora —la saludó Samanth acompañando una sonrisa a su gesto educado—. ¿Me da su nombre por favor?
En lugar de responderle la mujer pasó frente a Samantha como un tornado, casi la tumba al piso por el movimiento brusco de su cuerpo para imponer su presencia en el espacio. Era evidente que llevaba la firme decisión de llevarse por delante todo lo que pudiera representarle un obstáculo y por su forma de actuar Samantha estaba siendo uno de ellos, pese a que la chica nada dijo para perturbarla. Pero ella ya venía perturbada, estaba así desde el día que George anunció su matrimonio con Chloe.
—¡Señora, casi me hace caer! ¿Qué le pasa? —reclamó Samantha sorprendida.
—Eso era poco para lo que se merecen tú y tu hermana —espetó Anne en un tono de voz fuerte—. Hazme el favor y cierra esa puerta con seguro y anda a llamarme a la arribista de tu hermana —le dijo en un tono de voz autoritario, como si Samantha fuera parte del equipo de domésticas o empleados del ministerio a los que suele darle instrucciones sin miramientos.
—¿Qué le pasa? ¿Quién es usted para hablarme de esta forma y darme órdenes? Casi me tira al piso y pretende que haga lo que quiera —le reclamó Samantha que pese a ser una chica pasiva, hasta aparentemente tonta cuando la sacan de su centro puede llegar a convertirse en una fiera—. Le pido que se vaya. No voy a llamar a nadie. No me haga sacarla de aquí a la fuerza.
—Claro, que podría esperar de alguien que viene educada con todos los malos ejemplos que se pueden aprender en un ambiente tan putrefacto como el que las rodea a ustedes —acusó Anne sin ninguna compasión—. Te atreves a ponerme una mano encima y verás el peso de la ley caer sobre tí, tu desgraciada hermana y el resto de tu familia, que bien merecido lo tendrían al ser una escoria en la sociedad, personas como ustedes deberían estar detrás de las rejas por el simple hecho de corromper a la sociedad.
Samantha la miraba sorprendida al no entender en nada lo que la mujer escupía sin parar, y al sentirse fastidiada y recordar que ya casi era la hora para que fueran por Chloe caminó hacia la puerta y tomó el pomo para abrirla por completo y señalar a Anne el camino.
—La invitó a salir por su propia voluntad —le señaló una vez más el pasillo—, sino los guardias de seguridad harán su trabajo. No espere a que me rebaje, no me ensucio las manos de la forma en la que insinúa, no soy ni seré una escoria —le advirtió Samantha con voz susurrada—, cuidado sino es usted quien es la verdadera escoria disfrazada de mujer de bien —se atrevió a decirle de manera educada.
Desde la habitación Chloe estaba escuchando la discusión, pero no alcanzaba a distinguir la voz de la persona que sostenía una acalorada contienda de dimes y diretes con Samantha, se contuvo porque no quería que la vieran en traje de novia, mucho menos alterarse. Pese a los contratiempos de último momento le estaba yendo bien anímicamente. Ni siquiera el embarazo mostró sus efectos. Estaba en su mejor momento, feliz e ilusionada de que finalmente esa misma noche dormiría al lado del hombre de su vida, de George, pero siendo marido y mujer.
—Salga —escuchó el grito de Samantha y se asustó porque su hermana no es una chica de discusiones. No le quedó más que salir a ver lo que sucedía.
Para sorpresa de Chloe se quedó fría al reconocer la figura de la mujer que estaba parada en frente a Samanth y dándole la espalda, Anne de Gautier.
«Pero ¿Por qué discute con Sam?» Se preguntó Chloe preocupada.
—Disculpen —advirtió a ambas su presencia allí—. Sam, ministra ¿Qué sucede? ¿Por qué esta discusión? —preguntó inocente de la fiera que estaba dispuesto a írsele encima con tal de ver logrado sus objetivos, que era sacarla de la vida de George y del Palacio Legislativo, borrar toda oportunidad en que ella pueda intentar relacionarse con su hijo y que el mundo supiera que ella estuvo a punto se ser parte de su familia.
—Te doy quince minutos para que desaparezcas de este hotel y de la vida de mi hijo —escuchó Chloe que Anne le dijo en una orden, su rostro estaba transfigurado, se notaba que tenía mucho odio y estaba dispuesta a desbocarlo sobre ella.
—Disculpe señora ministra, pero ¿Por qué yo haría semejante locura? —inquirió Chloe al tomarle por sorpresa ese arranque de ira en su contra.
—Locura sería que yo permitiera que mi hijo se emparente con una prostituta, porque eso es lo que eres, una vulgar prostituta, una mujer que vende su cuerpo sin ningún tipo de pudor, toda tu familia se ha dedicado a ese oficio, y tu pensaste que viniendote a la capital te harías de un totnto que te saque de esa putrefacta vida, pues te equivocaste. Entre cielo y tierra no hay nada oculto y si no quieres que saque estás pruebas a los medios te ordeno desaparecer ahora mismo —dijo Anne sin obviar detalle del informe que le fue enviado junto con un grupo de fotografías.
La mujer tiró un sobre a los pies de Chloe.
Chloe se sintió como si le hubieran dado un golpe en el centro de la cabeza. Su estómago resintió el efecto de semejante noticia. Se agarró el vientre como si su bebé fuera a sufrir algún golpe.
—Ci… cierra la puerta Sam —le pidió Chloe a su hermana que abismada también escuchó la retahíla de acusaciones de la mujer que antes le pareció admirable ahora la veía como la bruja de los cuentos que Chloe le contaba cuando era niña.
Samantha le obedeció y con rapidez llegó a su lado para apoyar a su hermana que en seguida la vio totalmente devastada.
—Deja, te ayudo —le dijo Samabntha cuando vio que Chloe se iba a agachar para tomar el sobre.
Lo tomó y lo colocó en las manos de Chloe y luego fijó su mirada en la horrorosa mujer.
Chloe lo abrió adentro, además de unas hojas que contenían palabras impresas, encontró una serie de imágenes, todas de Saeta, su hermana y Charis, su madre, ambas en su mejor versión, trabajando en un night club haciendo precisamente lo que Anne acababa de acusarla cuando Chloe ni Samantha jamás sucumbieron en dejarse llevar por esa vida. Por eso la enemistad de Chloe con ellas, por eso fue que se hizo cargo de Samantha.