Cuatro años atrás
—¿Por qué tardaste tanto?
La expresión del rostro de George al recibirla demostraba ansiedad. Chloe comprobó que estaba pasando por una crisis ansiosa al no verla llegar.
No había terminado de ingresar a la cabaña y al ver el recibimiento se detuvo en la entrada, recargó su cuerpo en el marco de la puerta, ladeó la cabeza a un lado sintiéndose más enamorada, le dedicó una tierna mirada y sonrió con gusto, su rostro se iluminó y el cansancio se esfumó de solo verlo dedicarle también una espléndida sonrisa, de esas que tiene atrapada a más de una mujer en el Palacio Legislativo. Ha sido difícil no notarlo, es discreta, su cargo le exige serlo, y lo ha internalizado tanto que ha llevado esa características a otras área de su vida, una condición propia de su perfil por estar en un área de mucha relevancia, la asumió con tal seriedad que poco habla en su trabajo, nada le comenta a George sobre la cantidad de chicas enamoradas silentemente de él, y nada comenta con nadie del amor correspondido que ambos están viviendo. No ha sido difícil para ella ignorar los suspiros, y hasta las insinuaciones de una que otra mujer que trabaja en cualquier área del monstruoso edificio blanco.
Tienen ocho meses viviendo un amor inmenso, el más grande que ambos han podido sentir por nadie más. A solo dos meses de comenzar a verse, George fue el que propuso comprar un lugar que fuera solo de los dos, que nadie más conociera, así como nadie más que ellos tuviera conocimiento de su relación, ambos lo quisieron así, y les ha servido. Han sido felices.
Llegar a la cabaña prácticamente todas las noches después de una extensa jornada de trabajo ha sido el premio de consolación a tanto esfuerzo diario.
Este recibimiento vale el estrés que Chloe vivió minutos atrás. Paralizada en un tráfico propio de las horas pico en el centro de la ciudad se vio atrapada por media hora. No cuenta con el equipo de seguridad del que dispone George, lo que le permite evadir hasta los trancones debido al exceso vehicular en cualquier lugar del país, la inmunidad que tiene da para eso y muchas otras cosas más. Al vivir una vida de un ciudadano común la única inmunidad que Chloe tenía era ser la dueña del corazón del Senador, y con eso le bastaba, se sentía feliz y tan completa en la vida que no reparaba en nada más, por más complicado que pudiera resultarle ciertos momentos o situaciones, procuraba ver la vida de manera positiva; no obstante tal actitud, en ese día la desesperación por estar al lado del hombre que tanto ama, le hizo desear tener alas para llegar pronto a su lado.
Complacida de estar finalmente ahí frente a él, paseó fugazmente la mirada alrededor de la cabaña y sintió su corazón acrecentarse de la emoción tan grande que sintió al ver el interior del refugio de ambos. George era un caballero en toda la extensión de la palabra. En cada rincón había un toque de su creatividad.
¿Quién diría que por ser hombre, con la profesión y el cargo que ocupaba tendría tiempo y creatividad para hacer tales cosas? Pues así era George, desde que se conocieron se ha dedicado a sorprenderla con detalles y situaciones alucinantes inesperadas que le han cortado la respiración como en este momento.
Es una cabaña pequeña pero lujosa y bien distribuida que está alejada de la capital. Una hora y media de viaje les toca hacer en cada traslado, pero valía la pena. Ambos agradecían llegar y encontrar la mejor de las compensaciones después de uno de esos tantos duros días de trabajo.
—Termina de entrar, te vas a resfriar.
George se acercó a ella para ayudarla quitarse el abrigo y tomar su bolso. Chloe, hizo caso a su petición e ingresó del todo a la cabaña, cerró la puerta colocando el seguro digitalizado con su huella dactilar y se giró para permitirle hacer lo que él deseaba, consentirla, llenarla de mimos. Abrió los brazos para que le quitara el abrigo y luego de darle un sonoro beso en el cuello, se inclinó para buscar su boca, la atrapó y se deleitó por unos minutos buscando su boca con muchas ansias.
—Felices ocho meses juntos, amor —le dijo al soltar su boca, tomar el bolso de la espléndida morena que movía todos los cimientos externos e internos de su ser y caminó hacia el armario.
—Felices ocho meses, mi vida —le respondió Chloe mientras lo miraba alejarse, luego se dedicó a mirar la decoración.
En toda la cabaña, que constaba solamente de tres ambientes, había globos de corazones rojos suspendidos en el techo y cintas decorativas, pétalos de rosas esparcidos por todo el piso, pequeños ramos de rosas rojas en las diferentes mesitas que hay en esa área. Al fondo, en la mesa del pequeño comedor vio que estaba decorada con una delicadeza que derritió su corazón, sus piernas temblaron de la emoción al ver el enorme ramo de rosas rojas que ocupaba una buena parte de la mesa, al lado había una botella de champagne sumergida en una hielera y dos copas dispuestas también cerca de un par de velas encendidas, las cuales le daban una sensación de romanticismo al espacio. La iluminación de todo el espacio era tenue, la apropiada para la ocasión.
Ahí se quitó los tacones para evitar dañar los pétalos de rosas. Estaba tan distraída y extasiada con la sorpresa que no lo escuchó regresar, solamente fue consciente de ello cuando se detuvo detrás de ella y rodeó su cuerpo con sus brazos para pegar la espalda de Chloe a su tórax y abdomen. George feliz de tenerla finalmente consigo se inclinó para hablarle al oído.
—¿Te gusta? —susurró causando el estremecimiento de su cuerpo.
No era raro para George recibir esa reacción de Chloe, le encantaba cada vez que eso sucedía, ella le demostraba el poder tan grande que tiene su amor.
—Sí, es perfecto, amor.
—¡Perfecta eres tú! —le dijo y lamió el lóbulo de su oreja.
Sin reparo alguno, liberó los primeros botones de la blusa de seda de Chloe, dejando a su disposición el espacio necesario para llevar su mano al interior, atrapó su pecho izquierdo e hizo presión de éste sobre el encaje del brasier, lo que hizo que Chloe echara la cabeza hacía atrás reposandola en su tórax mientras cerró los ojos complacida por todo lo que George con tan simple acto despierta en ella.
—Démonos un baño relajante en la tina —le dijo dándole la vuelta.
—¿Seguro que será un baño relajante? —inquirió con voz susurrada y sensual aún con los ojos cerrados.
Sabía que esos baños relajantes si estaban el uno frente al otro no tenían efecto, al contrario, les generaba estrés estar ahí juntos y no tocarse, al final terminaban logrando esa relajación palpándose el uno al otro.
Como se le había hecho costumbre, con lentitud la desvistió ahí en medio de la pequeña sala de estar. No dejó en su cuerpo sino su piel erizada del deseo y libre de cualquier prenda que obstaculizara la promesa de la celebración que el espacio prometía por haber llegado al octavo mes de estar viviendo la mejor etapa de sus vidas.
George, imitándola se quitó toda la ropa allí mismo. Sorprendió a Chloe al ver su enorme virilidad erguida, su cuerpo reaccionó de manera positiva. Saboreó en su mente verlo en su versión más animal, más humana y no el reconocido y discreto politólogo y abogado que todos tratan y respetan en el Palacio Legislativo. Ella era la única que tenía la dicha de ver su verdad, una exquisita verdad, y toda esa verdad era de ella, él solía repetírselo.
Al atraparla mirándolo con deseo, George se sonrió y estiró su mano para acariciar sus pechos tan grandes, endurecidos y erguidos como a él le encantaban. Chloe le sonrió y volvió a mirarlo de arriba hacia abajo recreándose en cada centímetro de su cuerpo bien esculpido.
Chloe confirmó que George, una vez más hizo gala de su figura esbelta y perfecta, tiene un cuerpo que corta la respiración, grandes biceps y triceps, su tórax prominente, un abdomen plano y endurecido con cuadritos bien definidos, y para terminar de dejar sin respiración a cualquiera que tenga por debilidad los glúteos de un hombre, los de George son divinos, de los que provoca palpar en momentos poco adecuados, a Chloe le ha sucedido, y en sufrimiento por el deseo y la imprudencia de ellos en momentos y lugares inadecuados, le ha tocado morderse el labio, disimular y seguir.
Pese a ser un hombre tan ocupado, se da tiempo para ejercitarse por lo menos tres días a la semana, cuida su alimentación y para complementar hace ejercicios abdominales con ella casi todas las noches al final de sus jornadas de trabajo.
Se entretuvo tanto admirándolo que se sorprendió cuando él la elevó en lo alto cuando la tomó en sus brazos para llevarla al sanitario y depositarla con cuidado en la tina de agua tibia. Aprobó esa elección con una sonrisa y se hizo a un lado para permitirle entrar.
George no solo ingresó a la tina sino que la tomó en peso y la sentó entre sus piernas, estaba tan excitado que decidió saltar el protocolo inicial propio de la seducción para lograr llegar al clímax.
—Chiquita —le dijo en un susurro—, lo lamento, en un rato te compensaré, pero te necesito ahora —le advirtió justo cuando dejó que su virilidad tomara posesión de las paredes interiores de su centro.
Chloe se estremeció de manera más electrizante al recibir a su mejor cómplice, las paredes de su cavidad lo recibieron con todo gusto, abrazaron su potente virilidad como si no se hubieran encontrado por mucho tiempo. Sin protestar por la invasión se unió a la animalesca danza de amor que George dejó salir y que solo ellos dos conocen, porque simplemente ambos al estar ahí uno con el otro son tan volátiles que eliminan todo trato respetuoso y se dejan llevar por la lujuria.
Deseosa de darle el mejor regalo de aniversario, movió sus caderas como la propia bailarina de danza exótica, A George le encantó, tal fue el gusto que luego de varias estampidas sobre su ser, salió de ella y la ayudó a sentarse en el borde de la tina para adentrarse en su cuerpo una vez más pero mirándola a los ojos, de frente.
—Te amo tanto —le dijo justo cuando volvió a poseerla mientras colgada su mirada a los ojos color miel de la mujer que no hacía sino estremecerse en cada entrada y salida de su m*****o endurecido.
Chloe no pudo hablar, no tenía forma de responderle, el placer era tal que le cortó la capacidad de hablar, le sonrió con expresión de estar extasiada, poseída por el deseo. Solo se dedicó a sentir, y fueron tantas las vibraciones de su cuerpo que clavó sus uñas en la espalda de su fiel amante. George no resintió el arañazo, el placer era mayor a cualquier dolor provocado desde lo externo.
Mientras él acrecentaba las arremetidas, el deseo de Chloe aumentaba más y más,tanto que se asió a su cuello, reclamando subidas en la intensidad de la atención.
Compenetraron tanto el uno con el otro que sin importarles el mundo de afuera, pasaron parte de la noche amándose, tomaron champagne y probaron un poco de la comida especial que él ordenó para ellos, todo a gusto de ella, pero fue más la necesidad de estar el uno en el otro que prestaron poca atención a la comida. En ese momento para ellos era más importante llenar la carne de placer que la propia necesidad fisiológica del alimento.
—Te amo, mi vida —le dijo ella finalmente cuando a duras penas abordó su auto para ir a su departamento cuando ya eran las tres de la madrugada.
—Y yo a ti, amor, te amo muchísimo, cada día me está costando más separarme de ti —confesó George y cuando se iba a inclinar para darle el beso de despedida se sobresaltó—. Ay, casi olvido algo.
Chloe lo vio meter su mano en la cara interna de su gabardina y extrajo una pequeña caja aterciopelada.
—Toma, mi obsequio —le dijo emocionado—. No lo abras aquí, ya es tarde, vete porque sino no te dejaré ir. Maneja con cuidado. Te sigo.
—Pero déjame darte mi obsequio —protestó ella.
—Me lo das mañana —respondió dando palmadas leves a la puerta para que subiera los vidrios—, igual no era necesario que me comprarás nada, mi mejor obsequio eres tú. Sabes bien que verte durante el día, ahí al pendiente de todas mis cosas en el despacho, y luego tenerte en las noches es lo mejor que he podido recibir estos ocho meses. Créeme, ningún regalo va a igualar lo que te acabo de decir. Eres perfecta para mí. La mujer con la que haría una vida para siempre.