¿Eres feliz?

1771 Words
—Como lo prometí, aquí estoy para llevarlos de vuelta a casa —anunció Travor. Chloe se giró sobre sus pies para mirarlo, mientras que Nahel se acercó para abrazarlo por una pierna. Como con muy pocas personas, Nahel encontró cierta familiaridad en Travor y él en Nah. Eso era algo que ella agradecía, los dos últimos años habían sido prácticamente ella y él. Samantha por iniciativa de Chloe recomenzó una vida en otra ciudad, una donde pudo ejercer su profesión; de modo pues que Travor era ese amigo que tanto Chloe como Nahel encontraron en ese proceso de adaptación a la nueva vida en un lugar donde finalmente Chloe logró sentirse en casa después de mudarse dos veces más luego del nacimiento de sus gemelos. Aunque cerca de Washington, Chloe no sabe si por morbo o por amor al peligro, como le decía Samantha, solo encontró tranquilidad, familiaridad, calor de hogar en Montana. Su hermana no conocía el trasfondo de ese deseo que parecía tentador al destino. Samantha le propuso irse del país, pero Chloe negada a estar tan lejos de la otra mitad de su corazón se negó. No lo tenía al lado, pero el simple hecho de saberlo ahí, a unos pocos kilómetros, era el consuelo a su corazón y su alma atormentados. —Hola —saludó con una sonrisa a Travor. —Hola —le dijo él resplandeciendo con una sonrisa más demostrativa que la de ella. —Hola —le dijo Nahel—. ¿Si trajiste el carro mágico? —le preguntó sin soltarle la pierna. —Sí, ahora sí —le dijo alborotando su cabello. —Vamos, mami, vamos —le pidió Nahel a Chloe en una emoción que para cualquiera que no conociera sus cambios repentinos de humor producto de su condición para ella eran normales. —Vamos —accedió ella sin mirar atrás. Chloe es consciente que llama la atención de todos, y la envidia de muchas mujeres, porque antes de ella Travor no se detenía allí sino a hacer su trabajo cuando era requerida su presencia. El tiempo que llevan siendo amigos Travor asiste casi a diario a verla, se busca cualquier excusa para imponerle de manera positiva y bonita su presencia, hasta lo veían sonreír, lo que no sucedía las veces que las compañeras de su trabajo lo habían visto. Varias de ellas se encargaron de hacerle un resumen del Travor antes y después de su llegada al condado de Flathead, del estado de Montana. Se sabe ser el objeto de cotilla de la mayoría de las mujeres que desean estar más cerca de él, y tener su atención. Como ella no ve mal en la amistad que vienen teniendo, poco le importa lo que se diga, a fin de cuentas aprendió que por más esfuerzo que hiciera si al final el resultado iba a ser que se dijera lo que no era de ella, eso no debía afectarle. Lo vivió en el pasado y por dejarse afectar no evitó la avalancha de hechos traumáticos que hoy padece en silencio. —Iré de una vez al taller a ver si está listo mi auto —le dijo Chloe. —No es necesario, te llevo a casa a descansar y yo iré por él, ¿te parece? —se ofreció con una expresión de cariño en su rostro. Se detuvieron en la puerta del lado del copiloto del carro policial, su ofrecimiento la detuvo. Dudó, en su rostro Travor vio el proceso de análisis de la situación. —Estás agotada después de lo que te toca allá dentro, déjate ayudar —le dijo él enseguida antes de que ella expresara el no que estaba seguro le transmitirá y como no estaba dispuesto a dejarse vencer sin luchar, en su deseo de mostrarse más presente y disponible en su vida, logró hacerla tragarse esa respuesta. Chloe se adentró en el auto sin decirle nada, y solo cuando él ocupó su lugar detrás del volante, habló. —No quiero desviarte de tus actividades —le dijo apenada. —No lo haces, no te preocupes, siempre debo hacer algo en las calles, que pase por el taller no me quitará tiempo —le dijo él y le guiñó un ojo—, además este uniforme es un signo de presión, no solo para que aceleren el trabajo sino también para que hagan bien el trabajo, así se darán cuenta que no estás sola, que no te pueden hacer un trabajo a medias. —Bueno, en eso sí que tienes razón, tu uniforme es una forma de intimidación —le dijo Chloe y sonrío. —¿Ves la ventaja? —inquirió y encendió el auto. —Está bien, vamos a casa, así aprovecharé para que Nah haga su siesta como acostumbra sin que lo interrumpa —respondió. —Y tú también, trabajas mucho, mereces descansar —le recalcó Travor. —Lo normal —respondió en voz dulce—. Lo que debe trabajar una madre soltera —se dio cuenta que él la miró de manera extraña—. No me quejo —se defendió al pensar que él la había interpretado de ese modo—. Solo lo digo porque siempre es más llevadero todo si son dos quienes cubren los gastos, pero no me quejo, mi trabajo me ha ayudado a resolver, Nah es feliz, tenemos medianamente todo. —Y tú ¿Eres feliz? —le preguntó Trevor mientras llevaba la dirección del auto al pequeño embote de la ciudad a esa hora. Chloe por momentos apretó sus labios al sentir que Travor había tocado una parte sensible de ella, una parte que ella no se atreve ni siquiera a analizar porque no lo era, pese a sus esfuerzos por mostrarse una mujer fuerte, y feliz con la vida y demostrarle a Nahel felicidad, solo era actuado, no era feliz. Sentía que jamás podrá lograrlo, aunque el consuelo de que del otro lado de la frontera si había felicidad, sus hijos eran felices y eso era lo único que debía importarle. Ella no importaba. —Sí, claro que soy feliz —respondió y miró hacia atrás para ver a Nahel que estaba sumergido en su videojuegos—, claro que lo soy, soy una madre muy feliz —agregó con adoración—. ¿Qué madre no es feliz si sabe que sus hijos lo son? Inconscientemente cuando habla de hijos lo hace en plural y las personas no prestan atención a ese detalle, pero ella era perfectamente consciente que se refería a Nahel y el que se quedó al lado de George. —La vida solo te ha dado uno, serías una madre formidable si logras tener otro más o una niña tan hermosa como tú —comentó Travor también hablando de manera disfrazada. —Bueno, no creo que llegue ese momento y si llega solo Dios lo sabe —le dijo ella pensativa mientras miraba por la ventana las calles que iban dejando atrás. —No debes cerrarte, eres una mujer joven, hermosa y trabajadora —dijo adulando. Solo le sonrió y volvió la atención al exterior. Travor, para no asustarla antes de tiempo decidió callar. —Bueno, en un rato te informo si tu auto está disponible, y si no es así, no te preocupes, con gusto te llevo a donde quieras y te traigo de regreso. —Eres demasiado bueno, y yo voy a parecer una aprovechada —adujo apenada. —Pues me gusta que seas aprovechada —le aclaró y se alejó para dejarla salir del auto. Nahel corrió a la entrada de la casa sin despedirse de Travor y al ver que se desesperó por ingresar a la casa, dado que del otro lado Got ladraba y arañaba la puerta, Chloe decidió finalizar la despedida. —Me llamas, por favor —le dijo ella y le dio un beso en la mejilla. —Seguro —respondió él luego de devolverle el beso de despedida. Suspiró profundamente al verla alejarse de él. Sintió que había tomado la mejor decisión, esa noche le abriría a Chloe su corazón. Al ingresar a la casa, todo transcurrió como era la rutina que se había fijado desde que compró esa casa y se mudó con Nahel. Él subió a su habitación a despojarse de la ropa, ducharse, y esperar a que ella le diera su almuerzo para descansar al lado de Got. Lo hizo y una hor ay media ella tuvo un tiempo para sí misma. Travor no la llamó de inmediato como prometió, y no le dio importancia porque sabía que tal vez por su trabajo alguna complicación se le presentó, así como también estaba segura que si de él dependía ella no andaría a pie ni poniéndose en riesgo al tomar transporte público. Agradece que en ese lugar ella haya encontrado apoyo en un hombre con tanta disposición a ser su ángel guardián. El sonido del timbre que anunciaba la llegada de algún visitante la sacó de la tranquilidad que tenía recostada en su sillón en la sala mientras miraba una serie, o eso intentaba hacer. Al abrir la puerta se vio sorprendida. —Bue… —sus palabras murieron al ver el enorme ramo de rosas perfectamente decorado. —¿Señorita Chloe Campbell? —le preguntó el chico que estaba detrás de semejante sorpresa. —Sí, sí, soy yo, pero ¿Quién envió esto? —preguntó sin podérselo creer. —¿Me permite dejarlo adentro? —le preguntó el chico demostrándole lo incómodo que estaba cargando el ramo. —Sí, sí, por supuesto, pasa —le dijo y entró delante de él para indicarle dejarlo en la mesa del comedor. —Tenga, firme aquí, por favor —le pidió el joven y le entregó una tablet. Después que el chico se fue, Chloe hurgó entre las rosas para ver si encontraba algo que le indicara quién era el remitente de semejante preciosura. Tenía años que no vivía una emoción similar, aunque su situación era totalmente distinta cuando recibía en el pasado ramos de rosas, otro tipo de flores y diversos regalos de George. Sintió nostalgia y al sentirse caer en espacios depresivos sacudió la cabeza y continuó buscando hasta que dió con una tarjeta que estaba bien escondida. La sorpresa fue mayor al comprobar quien era el promotor de semejante regalo. “Espero que estas rosas no opaquen la belleza que te hace relucir entre muchas. Acepta una salida a cenar esta noche conmigo. Travor”. Si quería dejarla sin palabras, lo logró, no supo cómo sentirse, ni interpretar este gesto. Se mordió el labio al sentirse abrumada.

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