Cuatro años atrás:
—No mires atrás Chloe —escuchó que le dijo Samantha.
Apenas podía mantenerse en pie. Se sentía débil, por más que lo intentaba el cuerpo no le daba. Lleva rato intentando luchar en contra del malestar que amenazaba con hacerla colapsar. Con la ayuda de Samantha pudo despojarse del vestido y ponerse ropa cómoda.
Insistió en bajar a buscar a George, Samantha se lo impidió. Con dificultad le hizo lograr que entendiera que la advertencia de Anna de Gautier era real. Tan real era que en el lobby del hotel se dieron cuenta que había guardia de seguridad con la mirada fija en ambas.
Llegando al lugar donde había dejado estacionado su auto fue cuando las fuerzas no le dieron más y comenzó a ver borroso, pero le dio tiempo a reconocer a Aristides, su compañero de equipo de trabajo, quien la tomó por el brazo al verla en mal estado.
—Chloe, Licenciada Campbell, ¿A dónde vas? ¿No es la hora? —le inquirió él totalmente ajeno a lo que ella estaba viviendo.
Chloe no entendía qué hacía él allí, dentro de su escasa capacidad de comprender lo que estaba sucediendo en ese instante, bajo la creencia de que la ceremonía sería con los más allegados, no esperó encontrarlo ahí—¿No es contigo con quien se va a casar el candidato?
Antes de que pudiera responderle se desmayó en sus brazos.
—Chloe —gritó Samantha asustada—. Hermanita por Dios, ¿Qué te pasa?
La chica se asustó tanto que se bloqueó, no supo qué hacer. Aristides, quien sostenía a Chloe en los brazos miró a una y luego a la otra.
—Vamos a llevarla adentro —dijo al tiempo que se inclinó para levantar en sus brazos a Chloe.
Espantada, Samantha lo tomó por el brazo.
—No, no, no podemos volver allí, por favor, ayúdame a subirla al auto, la llevaré a un centro médico —le dijo espantada.
—Pero adentro está George, él sabrá qué hacer —dijo el joven.
—No, haga lo que le pido, por favor, debo llevarla a un lugar donde la atiendan rápido —dijo Samantha y miró hacia atrás preocupada.
Aristides le hizo caso, y la acostó en la parte de atrás del auto de Chloe.
—¿Sabes manejar? —le preguntó preocupado.
—Sí, sí, sé, mi hermana me enseñó —le dijo la chica.
—Pero, ¿tienes licencia? —inquirió el hombre con duda.
—Sí, sí —contestó y abrió la puerta del lado del conductor y tomó lugar en el asiento con rapidez.
Iba a cerrar la puerta sin decirle nada más cuando él detuvo su intención.
—Te sigo, ya llamaré a George para avisarle —advirtió el hombre preocupado por lo que estaba viendo.
—No, no llames a George, por favor, cuando Chloe se recupere ella le hablará —le pidió Samantha.
—Bueno, anda, voy detrás de ti —le anunció y se devolvió a su auto.
Con suerte Samantha logró sacar a Chloe del hotel, manejó varias cuadras hasta que divisó a un enorme centro médico, no sabía cómo iba a hacer para pagar pero ahí se estacionó, en toda la entrada de la emergencia.
—Atienda a mi hermana, por favor —le pidió a un paramédico que estaba en la entrada.
Dos horas después Chloe estaba con los ojos abiertos sobre la camilla.
—¿Por qué no me dijiste que estabas esperando un hijo de George? —le preguntó Samantha en actitud de decepción, estaba enfadada pero con la madre de George—. ¿Por qué no se lo dijiste a la mujer esa?
Al lado de Samantha estaba Aristides, a quién no vio al instante pero al ver su reflejo moverse, curiosa giró la vista para comprobar que ahora también él conocía su secreto.
Chloe se cubrió el rostro al ver que todo se le complicaba.
—Era una sorpresa para él y para todos —confesó Chloe.
—Sorpresa es lo que tienes ahora, debiste decirle en el momento —adujo Samantha con los dientes apretados.
—Ella no me iba a creer, ¿No viste todo lo que dijo que piensa de mí? —le recordó Chloe.
—Esa vieja desgraciada —manifestó Samantha con coraje al tiempo que apretó sus manos en su puño al sentir impotencia por la injusticia que se estaba cometiendo con su hermana.
—Deja que yo me encargo de hablar con George —intervino Arístides—, y disculpen la mujer de la que hablan ¿Quién es?
Samantha miró a Chloe para ver si ésta iba a responderle. Al ver que no tenía intención de delatar a la mujer ella si no tuvo reparo para hablar mal de la mujer.
—La madre de George, esa desgraciada mujer se atrevió a amenazar a Chloe de cosas que nunca en su vida ha hecho —escupió con odio—. No quiere que su hijo se case con ella.
—¡Wow! ¿Te echaste de enemiga al oso blanco? —preguntó Arístides sorprendido.
—¿Oso blanco? —cuestionó Samantha—. Esa mujer es el demonio —lo dijo como si le hubiera salido del alma tal afirmación, Chloe estaba en silencio, parecía abstraída en sus pensamientos—. Ya no sé ni que es mejor —continuó Samantha desahogandose sin importarle quién pudiera ser Arístides—, cuando íbamos bajando de la habitación pensaba que era bueno que sucedió eso antes de la boda, no quiero imaginar si ya estuvieran casados, pense que solo tocaba ayudar a Chloe a superarlo, ¿Dime ahora qué va a ser de mi hermana con un hijo acuesta y desempleada? 0ùle inquirió mirándolo a los ojos, como si lo conociera de mucho tiempo, cual íntimos amigos.
Samanyha solo actuaba según el efecto de la ira, y la confusión tan grande de verse nuevamente en la nada, casi como al comienzo cuando decidieron irse juntas a Washington.
—¿Desempleada? —inquirió el abogado atónito con los últimos acontecimientos.
—Sí, la Ministra me dijo que no quiere verme cerca de George ni en algún lugar cerca de su familia, eso se traduce en que debo abandonar mi trabajo —le respondió Chloe con tristeza, su voz era apenas audible.
—Pero, ¿Cómo hacen esas cosas? —preguntó el abogado sin poder entender el nivel de maldad—. Disculpa que no te apoye Chloe, pero opino igual que tu hermana, si ya sabías que estabas esperando un hijo de George ¿Por qué no se lo escupiste a la vieja? A ver si con eso se le bajaban los humos de superioridad que se carga —le dijo Arístides indignado.
—No valía la pena, no me iba a creer —suspiró, sintió un leve dolor de cabeza—. Y ahora que lo pienso hasta temo que si se entera busque hacerme algo para que lo pierda con tal de no dejar que tenga un hijo de George, no quiere por nada del mundo verme ligada a él ni a su apellido.
—Se ensañó contigo —concluyó Arístides.
—Sí, me iré de la ciudad, no puedo estar aquí —adujo Chloe e intentó sentarse en la camilla—. Vamos al despacho a buscar mis pertenencias —no pudo sentarse, el dolor de cabeza arreció.
—Señorita no puede levantarse —escucharon la voz de una mujer—. Se le bajó mucho la presión y debe mantenerse en observación.
—Ay Dios, debo ir —manifestó con temor—Si no voy hoy no tendré más oportunidad.
Arístides, colocó su mano sobre su brazo.
—Supongo que no quiere que más nadie se entere de tu embarazo, pierde cuidado que respetaré tu decisión y pierde cuidado, mañana estaré al pendiente del momento en el que George salga del despacho para que te acerques a buscar tus cosas y presentes tu renuncia, por ley deben pagarte todas tus prestaciones, ahora más que nunca las necesitas. Insisto, George debe conocer esta noticia, ese bebé es responsabilidad de ambos —declaró el abogado.
—Soy consciente de que es así, pero por ahora no quiero hacer nada más, solo deseo irme lejos, ya veré qué decido, igual ya no volveré a su vida, la Ministra seguro ya se encargó de envenenarlo en mi contra, George debe estar sufriendo y odiándome como nadie —dijo en voz baja imaginando el dolor que pudiera estar viviendo.
Ella se sentía morir en vida, no imaginaba un dolor distinto para él, y más si la estaba creyendo una traidora, porque sabe bien que al abandonarlo justo el día de la boda ella quedaba como la peor de las mujeres.
Esa noche la pasó bajo observación, aceptó que así hubiere sido porque el dolor de cabeza solo cedió en la madrugada y llegada la mañana, estando bastante avanzada fue que le dieron el alta. Al sentarse en el lugar del copiloto Chloe tomó su teléfono para ver si tenía alguna llamada de George, encontró varias, dudó en devolvérsela, y al ver que también habían mensajes escritos, optó por revisar si había alguno de él.
Encontró solo un mensaje, no decía nada que no esperara leerle.
George Gautier:
3:45 p. m.
¿Qué buscabas al llevar esta farsa hasta este día? Pudiste abandonarme cualquier otro, tantos momentos que tenías para irte y escogiste precisamente el que sería el que me haría más feliz para pisotearme. Acabaste con mi vida, sabías que vivía para tí. Te felicito, mataste a un hombre que tenía ilusiones.
«¡Wow!» Pensó y recostó la cabeza en el cabezal del asiento. Cerró los ojos al sentir que algo dentro de ella se desgarraba. No podía con tanto sufrimiento. Le estaba doliendo el alma y el corazón.
—¿Qué pasó? —le preguntó Samantha cuando puso en marcha el auto.
—Nada, solo estoy algo agotada.
Decidió no decirle nada más a Samantha. Era lo mejor para evitar más conflictos.
—Llama a tu amigo para ver si vamos a buscar tus cosas al palacio —le sugirió su hermana—. Así nos ahorramos el viaje de vuelta aquí.
LO pensó por unos segundos y al final pensó que Samantha tenía razón, lo mejor era acabar con todo de una vez.
—Hola —saludó a Arístides cuando escuchó que él contestó su llamada.
—Hola, ¿Cómo sigues? —Le preguntó serio.
—Mejor, ya en la calle —dijo Chloe e hizo una pausa—. Te llamaba para saber si ¿El camino está despejado para ir?
—Dame un par de minutos y confirmo, estoy en mi oficina desde hace rato —le advirtió.
—Te espero.
Media hora después, Chloe con cierto temor ingresó al despacho.
—Licenciada —dijo Mell en un susurro—. Pensé que no vendría. El senador dijo que a partir de hoy usted ya no formaba parte del despacho, que comenzara a buscarle reemplazo.
Chloe se quedó mirándola con tristeza, Mell no le estaba diciendo nada distinto de lo que suponía era lo que procedía a partir de ahora.
—Vine por mis cosas y a presentar la renuncia, ¿Puedes redactarmela para firmarla en seguida, por favor? —le pidió en un tono de voz bajo—. Sé que no puedo pedirte eso, solo no quiero volver, ayúdame —le pidió en actitud sumisa.
—No se preocupe, tengo modelos aquí solo relleno los espacios, y se la imprimo —accedió Mell en un tono de voz de amabilidad—. Temprano recogí sus cosas y las guardé en una caja que está en su oficina, vaya por ella, ya le entrego la carta.
Estaba en la oficina, y miraba por última vez el espacio cuando giró sobre sus pies para irse, ya no debía postergar el momento, menos exponerse a encontrarse con George, se quedó muda al ver en la puerta a Anne de Gautier.
«¡Por Dios! Otra vez no» imploró en su mente al verla.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó con ira en el tono de su voz y su mirada—. ¿No fui lo suficientemente clara al ponerte sobre las ies los puntos? ¿Acaso crees que juego cuando te dije que no te quiero en ningún lugar que pise mi hijo? ¿De verda quieres que te demuestre que tanto poder puedo tener?
Chloe la miró con tristeza, sintió lástima por esa mujer.
—Solo vine por mis cosas, tal es así que esperé a que George no estuviera.
—Debiste hacerlo ayer que él estaba revolcándose en el dolor por el abandono de la mujer desgraciada que resultó siendo la novia que lo abandonó al pie del altar y frente a los invitados —le dijo Anne siendo tan descriptiva como cruel, sabía que eso heriría a una Chloe que estaba amando a su hijo como nunca a nadie pero al ser tan fría poco le importó prever el sufrimiento de su hijo, así como tampoco le importó verlo en su hijo, y ahora le estaba importando menos lo que Chloe pudiera sentir—. Sal de este lugar —le dijo señalándole la puerta.
Al ver que Chloe estaba paralizada, pues quedó desecha con esa descripción del sufrimiento de George, la agarró por el brazo para obligarla a salir, la zarandeó de manera agresiva y Chloe casi cae el piso si Arístides no aparece y la ataja en el aire.
—Señora ¡Qué nivel de agresividad! —la sorprendió la voz masculina expresada en su máximo nivel pero sin alzar la voz, en ella iba un rechazó que se hizo sentir.
Anne de Gautier se sorprendió al darse cuenta que su acción tuvo un espectador y precisamente uno de los más rectos del despacho de George. Se paralizó pero no duró mucho para armar su siguiente arremetida.
—¿Cómo se atreve a tratar así a una mujer en estado de….?
—No fue nada, quédese tranquilo Licenciado Mirr —le dijo Chloe interrumpiendolo para que no contara su secreto, abrió los ojos tanto que de inmediato Arístides comprendió la seña.
—¿Cómo te atreves a hablarme de este modo? —Anne arremetió en contra de él.
—No hice nada malo ni irrespetuoso, solo le estoy haciendo la observación, ¿Sabe bien que lo que acaba de hacer puede ser considerado acoso laboral y maltrato físico y psicológico? Una denuncia por esas razones puede ser devastador en la trayectoria de cualquier persona —le dijo Arístides a Anne en un tono de voz pausado pero que por su contenido llevaba implícito una amenaza.
—Tendrías que tener suficiente coraje para enfrentarte a mí —le dijo Anne negada a doblegar su carácter.
—No tengo que tener coraje en su contra, la ley es la ley Ministra, y pensándolo bien, la Licenciada Campbell no e sus empleada, y eso creo que empeora su situación, es la empleada de su hijo, del futuro presidente de este país, ¿Cómo se atreve usted á hacer semejante atrocidad en contra de su secretaria? Imagina que eso no le haría bien a su campaña política —se atrevió Arístides al sentir ira por la forma en la que la mujer pretende tapar su fatal, basándose en su posición buscaba intimidarlo.
—¿Sabes bien que esto te va a costar el puesto? —le preguntó Anne a Arístides—. Defender a los desgraciados nunca tuvo buenos resultados y esta es la prueba de ello —le dijo Anne amenazante y se alejó para abandonar el despacho—. Te quiero fuera de aquí en el acto —le dijo a Chloe antes de salir la oficina
Chloe soltó la respiración, no esperó que esto sucediera.
—¿Por qué hiciste eso? —le preguntó Chloe a Arístides—. Ahora se irá en tu contra.
—No va a ser necesario, voy a renunciar, no puedo quedarme después de ver cómo se van a manejar las cosas en este país, no puedo hacerme partícipe de un equipo donde es evidente que será fácil maltratar y vejar a un empleado y creerse que está bien, como dijo tu hermana ayer, esa mujer es un demonio. Vamos te acompaño debajo y luego subiré para recoger mis cosas.
Chloe comenzó a caminar para salir.
—Licenciada, aquí está la renuncia —le recordó Mell.