La primera dama

1762 Words
Cuatro años atrás: —Señorita —el doctor llamó la atención de Chloe mientras caminaba detrás de ella—. Debe permanecer unas horas más en observación. —Chloe —Cecil la detuvo—. ¿Qué te pasa? ¿Estás loca? Deja que te revisen. —No, ya me siento bien, solo me descompensé —le dijo y miró alrededor—. ¿Mi bolso? ¿Quién lo tiene? —Aquí está, pero debes volver a ese lugar, deja que te revisen bien para que no vuelvas a desmayarte. —Ya me siento bien, me voy a casa —le dijo Chloe mientras tomaba su bolso y lo abrió para ver en el interior si estaba todo, verificó que era así y sacó de su móvil, se dio cuenta que tenía varias llamadas perdidas de George. —¿Por qué no has dicho que estás esperando un hijo? —preguntó Cecil. Chloe levantó el rostro impactada de su interrogante, no por el contenido de ella en sí misma, sino por el tono que usó al pronunciarla. —Es parte de mi vida personal —adujo Chloe mientras devolvía el móvil al interior de su bolso. —¿El senador sabe de esto? —No tengo porqué contar mi vida personal a todo el mundo, y así espero que continúe, el que te hayas enterado de esto es un error, y te agradezco que me acompañes, pero te exijo que no hables de esto con nadie. Ya veré el momento oportuno de comunicárselo, igual no es algo que va a interferir con mi trabajo, solo es un embarazo, no una incapacidad permanente —adujo tajante—. Vamos, llévame a la residencia Gautier a buscar mi auto, por favor. —Señorita —el doctor llamó a Chloe una vez más, en ese momento estaba parado justo detrás de ella—. Como veo que no va a ceder, déjeme darle las indicaciones y el informe para que lo lleve a su médico tratante, es necesario que sepa de este episodio, así podrá llevar un control pormenorizado de su estado. —Anda, yo te espero aquí, te llevaré a donde me digas pero accede a lo que él te pide —le dijo Cecil con mirada compasiva—. Ya nos perdimos la reunión, mañana nos enteraremos de qué se dijo en ella. «¡Cómo si me importara la reunión! Me preocupa George, no sé de él, ni qué hacía con esa mujer» respondió en su mente. Sin responderle, Chloe se giró sobre sus pies y caminó de vuelta al consultorio, allí tomó asiento en una de las dos sillas que estaban frente al escritorio. —Venga y le coloco una protección allí —le dijo el doctor señalando su brazo. No había advertido que su reacción provocó un pequeño flujo de sangre al arrancarse la vía. Reconociendo que debía ser madura, levantó el brazo y colocó su mano de cara arriba para dejar a la vista del doctor su muñeca. El hombre no le habló, solo se dedicó a aplicar un poco de solución e hizo un poco de presión en la zona donde brotaba por gotas milimetricas la sangre y luego la cubrió con un apósito. —¿Sabe que lo que acaba de hacer es irresponsable? —le preguntó mientras guardaba los utensilios que uso para proteger la herida—. En su estado es cuando debe cuidarse. No debe ser irresponsable. Su sermón caló en la joven que se sentía agobiada, y aunque no es odiosa, ni de dejar a ninguna persona con las palabra en la boca, intentó ponerme de pie. —Espere mientras le entrego el informe. Al escucharlo decirle esto, Chloe se acomodó en la silla en silencio e impaciente, miraba que los minutos eran eternos, no iba a ver a George a esa hora pero sí quiere llamarle y al estar ahí o cerca de Cecil veía lejos ese deseo. Apenas le entregó el informe, Chloe no le dio tiempo a extenderse, le agradeció la atención y salió del consultorio. —Vamos por mi auto —le dijo a Cecil quien la observó de manera extraña. Chloe no le dio importancia y caminó delante de ella para abandonar la sala de emergencia del centro de salud. —Gracias, Cecil —le dijo apenas descendió de su auto que había estacionado justo al frente del suyo. Con suerte, los guardias de seguridad de la residencia Gautier la conocen y no objetaron cuando les pidió ingresar solo a retirar su auto. Al verla, uno de ellos adoptó actitud de compasión, lo que le demostró que la salida de esa casa unas horas atrás debió haber sido dramática y notoria, lo que le apena enormemente. —Maneja con cuidado —le dijo Cecil y esperó a que pusiera en marcha su auto para salir de la propiedad Gautier. Solo cuando vio que tomó dirección contraria a la que le tocaba para ir a su departamento, se sintió completamente libre de hacer lo que quería, que en realidad era liberarse de la presencia de Cecil. Media hora después, tomó asiento en el sofá de su sala de estar, y en lugar de buscar algo que tomar, sacó de su bolso el móvil, y le envió un mensaje escrito a George. No se atrevió a llamarlo al no saber dónde podía estar ni con quién. No logró que le respondiera, se le hizo la media noche en la espera y al final no le quedó más que ir por un té y luego a descansar. —Buenos días, Licenciada —la saludó Mell. —Buenos días —le respondió y siguió hacía su oficina. —Ya le llevo algunas solicitudes que recién llegaron —le advirtió Mell. Al no ver la oficina de George abierta, ni a Mell decirle algo respecto a él, Chloe dio por sentado que él no había llegado al despacho, lo que le pareció extraño, pero no pudo detenerse a considerarlo ni a llamarlo porque de inmediato su oficina se vio invadida por un representante de la cámara de diputados y ahí vio ilusoria la posibilidad de poder hablar con George de inmediato cuando él hiciera acto de presencia en el despacho. Las horas transcurrieron y le tocó asumir sus funciones como siempre las había desempeñado, con la diligencia y el compromiso que asumió, y en los cuales George le ha confiado algunas decisiones importantes que no consultaba con él y de gran de trascendencia para su trayectoria oficial y política. —Hola —la sorprendió la voz de Cecil. Era cerca de las dos de la tarde cuando iba por el pasillo de la planta baja del Palacio Legislativo, se dirigía hacia su oficina. —Cecil —le dijo apretando los dientes—. No hagas eso. Se sobresaltó cuando Cecil hizo presión en su cintura a modo de juego, solo que Chloe estaba sensible. —¿Cómo te sientes? —le preguntó ignorando su queja y se alineó con ella para subir a nivel que es el área del presidente del Senado. —Bien, te dije que era algo pasajero —le respondió Chloe en un susurro—. No toques más ese tema. —Me podrás callar pero sucede que muchos de nuestros compañeros estaban allí y vieron cuando los paramédicos te llevaron al centro médico —le dijo Cecil. —Sí, pero ellos no saben lo que tu te enteraste —le dijo Chloe apretando los dientes a modo de una advertencia—. Sí sucede sabré quién me traicionó. —Paranoica, dejate de eso que no le hace bien a la semillita —le dijo Cecil y sonrió. Para sorpresa de Chloe al llegar al despacho, se encontró con que allí estaba no solamente George sino también sus padres, Friedrich y Anne. —Buenas tarde, Licenciada —la saludó Mell. Chloe fue consciente de la presencia de ellos en el despacho cuando el mismo George después de escuchar que Mell la saludó, le hizo un llamado firme. —Chloe, pasa a mi oficina —escuchó que la llamó en voz alta. Insegura, sin soltar su agenda, la tablet ni la carpeta que tenía en sus brazos, los abrazó como si su vida dependiera de ellos. —Permiso —adujo insegura al ingresar a la oficina de George. —Adelante, Licenciada —la saludó el Ministro Friedrich. —Bu… buenas tardes —saludó. —Toma asiento aquí, Mell me dijo que estabas reunida con los directivos de la Cámara de Diputados —le dijo George al tiempo que le mostró una silla a su lado. —Espero que haya sido satisfactoria —adujo el ministro mientras que la madre de George la miraba con extraña expresión. —Bueno, vamos a ahorrarnos la introducción —George tomó la dirección de la conversación—. Los hice quedarse un rato más porque tengo algo que comunicarles —dijo de manera que a Chloe le resultó un tanto misteriosa. —¿Qué será eso que tienes que decir que tuviste que esperar que apareciera esta niña? —se quejó Anne—. Tantos pendientes que requieren mi atención y tú poniéndonos a esperar a esta niña, no entiendo tu afán de dejar en ella tanta responsabilidad. —El haber delegado en ella muchas funciones es lo que me hizo crecer, lo que nos hizo crecer, así que no desmerites el trabajo de ella y el resto —reclamó George—. Pero no nos desviemos de lo que quiero transmitirles. —Habla, hijo, sino a tu madre le va a dar un síncope —le pidió su padre. —Ya tengo resuelto el tema de la primera dama —adujo de manera tal que produjo un cambio en el semblante de su madre. La mujer dejó de erguir su delgada figura al espaldar y se inclinó sobre el escritorio con interés evidente en saber si sus intenciones coincidían con la de ella. —No me digas que… —Me voy a casa en dos días con Chloe —dijo en tranquilidad. No esperaba felicidad de parte de su madre pero sí que respetara su decisión. Y así pareció ser. La mujer quedó tan impactada que no podía creer la elección de su hijo. Enmudeció. —Llevamos ocho meses de relación, pensábamos decirles de otro modo, pero dadas las condiciones actuales, la urgencia se antepone —explicó George—. Ya todo está dispuesto, en tres días nos convertiremos en marido y mujer, amor —agregó mirando a una Chloe impactada y luego la abrazó.
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