El calor se filtra en la bruma de mi sueño. El sol me da de lleno en la cara y atraviesa la delgadez de mis párpados cerrados. Soy consciente de la sensación pegajosa de la piel de mi espalda; esa que sólo precede al sudor. También soy consciente de la presión que se impone sobre el hueso de mi cadera.
Intento recuperar el hilo de mi sueño profundo, pero es imposible. Mantengo los ojos cerrados todo lo que puedo, pero sé que ya no podré dormir.
Intento moverme, pero algo me lo impide. Hay algo pesado en mi cadera y algo más ligero alrededor de mi cintura.
La confusión me hace abrir los ojos y levantar la cara para averiguar qué me impide moverme. En mi visión periférica, soy capaz de notar el brazo envuelto alrededor de mi cintura y la pierna asentada en mi cadera. El pánico y la alarma
