Ella hace un gesto desdeñoso con una mano. —¡Eso es una tontería! No me importa limpiar este lugar—, dijo. —¿Qué tal si yo me ocupo del dormitorio y tú te ocupas de la cocina?— Así terminamos antes —sugiero. Ella duda por un momento, pero termina aceptando mi propuesta. Estoy a punto de hacer la cama y luego desempolvo los muebles con un paño empapado en ambientador. Doblo mi ropa esparcida por el suelo y la meto en las bolsas de plástico que he dispuesto para guardar mis pertenencias. No me sentí cómoda. No he olvidado que no es mi casa y que tengo que encontrar un piso para alquilar lo antes posible. La ropa sucia se pone en una bolsa diferente, y recuerdo ir a la lavandería y tirar una carga de ropa en algún momento durante la semana. Recojo los libros esparcidos y los amontono en