—¡Adam! Grito sin aliento, pero no se detiene. ¡Adam, espera! Abre la puerta del pasajero y deja las bolsas adentro antes de cerrarla de golpe y correr hacia el lado del conductor. —¿Me vas a dejar aquí?— El motor ruge a la vida, de repente. Mi respiración se engancha en mi garganta y mi corazón ruge contra mis costillas. Me quedo a unos metros de distancia, esperando a que se vaya... pero no lo hace. No sé cuánto tiempo pasa antes de que el motor del camión se detenga. Sin embargo, Adam no sale del coche. Una mezcla de humillación, indignación y confusión recorre todo mi cuerpo y me trago el nudo en la garganta antes de obligarme a caminar. Me abrazo mientras cruzo el estacionamiento porque hace mucho frío. Realmente no sé cómo me siento acerca de lo que pasó, pero tampoco me detengo