—¡Lucy, no quise...! —¡Oh, jódete! —La rabia es cegadora. No puedo pensar con claridad. No puedo detener el torrente de palabras que salen de mis labios. ¡Me he pasado toda la noche preocupada por ti! —No me importa que haya gente observándonos en este momento—, rezando a Dios para que todo estuviera bien, mientras tú estabas bebiendo y divirtiéndote con gente que ni siquiera te importa. ¿Tienes idea de lo jodido que es eso...? —se me escapa una risa sin gracia y el veneno tiñe mi voz al decir—: Cuando dijiste que no querías ponerle nombre a lo nuestro, pensé que era porque realmente sentías algo grande por mí. Ahora está claro que sólo lo hacías para poder tener la libertad de coger con todas las mujeres que quisieras sin tener que responder ante mí por nada —el dolor me forma un agujero