No sé qué hacer. Una parte de mí quiere devolver el gesto, pero otra parte quiere apartarlo. No puede gritarme y luego abrazarme. No puede esperar que esté bien después de lo que pasó entre nosotros. La firmeza de su abrazo no cede ni un segundo, a pesar de que han pasado unos largos momentos desde que me envolvió en sus brazos. Quiero hundir mi cara en su pecho, pero me mantengo firme e inmóvil porque no puedo permitirme ese lujo. Tras unos instantes, parece reaccionar y me suelta lentamente. Su mirada busca la mía y todo mi pecho se contrae al ver su expresión aliviada y avergonzada. Aprieto los puños para reprimir las ganas que tengo de ser yo quien busque su abrazo. Se aparta de la puerta y espera. La tensión entre nosotros aumenta con cada segundo que pasa y no sé cómo sentirme al r