—¿Tienes una cita con él? El sonido agudo que sale de la garganta de Kim hace que recibamos varias miradas hostiles de los comensales del restaurante. La vergüenza arraiga en mí a toda velocidad y miro a mi alrededor sólo para comprobar que Donna, la encargada, no ha oído nada. Podrían sancionarnos con un día de sueldo por aflojar en medio de la jornada. —¡Cállate! —digo entre dientes. Luego miro alrededor de las mesas para ver si alguien no requiere mi presencia. Kim también mira a su alrededor. —¿En qué momento has pasado de no querer compartir techo con él a aceptar tener una cita? —murmura. Me aclaro la garganta y sonrío a una mujer mayor que nos mira con curiosidad. Parece avergonzada por haber sido sorprendida en su intento de escuchar conversaciones ajenas, así que fija su aten