—Tienes que dejar de culparte por lo que pasó—. Mi voz es solo un suave y dulce susurro. Tú no iniciaste ese fuego. No tienes que sentir que le debes nada a esta gente. Encuentra mis labios una vez más, y cuando nos separamos, presiona su frente contra la mía. —A veces me pregunto si realmente no tuve nada que ver con todo eso—, murmura. Quiero decir, todo fue para hacerme daño, ¿eso no me hace culpable? —Por supuesto que no.— Me alejo y lo miro a los ojos con tanta determinación como puedo. Debes dejar de torturarte con estas ideas. No son saludables para ti y tampoco son ciertas. Una sonrisa torcida se apodera de sus labios y tira el algodón entre sus dedos a la papelera. —Lamento todo lo que pasó esta noche—, dice. El plan no era que las cosas sucedieran de esta manera. Se acomoda