—Oh... —Okay. Parece... ¿decepcionado? —Deberíamos irnos —algo dentro de mí se hunde de arrepentimiento al decirlo, pero me obligo a centrar mi atención en la madre de Adam para que no se dé cuenta—. Ha sido un placer conocerla, señora. —Ha sido un placer, cariño —sonríe ella. —Diviértete —sonríe Adam, pero el gesto no le llega a los ojos. Asiento torpemente con la cabeza y me aparto de su camino antes de empezar a caminar en dirección contraria a donde están. El corazón me golpea contra las costillas, me falta el aire, me tiemblan las piernas y todo lo que he luchado por construir se tambalea en el instante en que me asaltan los recuerdos. Las caricias, las palabras susurradas; su risa ronca y aterciopelada, la suavidad de su pelo entre mis dedos, la curva de su sonrisa, el hoyuelo