Adam dijo que pasaría por mí en la mañana, pero tampoco quiero esperar demasiado. Mi labio inferior queda atrapado entre mis dientes con tal fuerza que saboreo el sabor de mi sangre. Mi lengua recorre la zona herida, pero ni siquiera el dolor físico es capaz de alejar la angustia que me aprisiona. "¿Qué debo hacer? .....". Finalmente, decido esperar a que Kim se despierte para agradecerle su hospitalidad y marcharme; sin embargo, no es hasta las nueve de la mañana cuando sale de su habitación. Una expresión divertida se apodera de su rostro en cuanto me ve sentado en el pequeño salón de su casa con los ojos fijos en mis manos. Ha pasado un rato desde que reorganicé el desorden del sofá cama y ahora me encuentro sin nada que hacer. —Buenos días —dice Kim. La diversión tiñe su voz. Log