Pero Brenda está enfocada en no dar su brazo a torcer, al regresar a casa su padre los espera sonriente, pero su sonrisa se disipa al ver que su hija desciende del carro con las manos vacías, sin dudarlo un minuto se acercó al auto de su hijo y lo reviso por todos lados.
Abriendo las puertas del auto miro por todos lados —¿Dónde están? ¿Dónde las escondiste?
Franco sorprendido por la extraña reacción de su padre lo interrumpió
—Papá, ¿Qué te pasa, Qué buscas?
Sin dejar de buscar y abriendo el baúl del carro le dio respuesta a su hijo.
—Las compras, no esperan que les crea que estuvieron en un centro comercial y no compraron nada.
Xiomara mostrando un par de bolsas le dio respuesta a su padre.
—O si papá compramos un par de libros y Brenda compró algunos implementos de aseo.
De forma apresurada Arturo se acercó a su hija arrebatándole las bolsas.
—Déjame ver, qué traes ahí — dijo y empezó a sacar lo que había en la bolsa.
— ¿Estos libros son tuyos? — le preguntó a Xiomara
— Sí, papá esos libros los debo tener leídos para cuando regrese a clases.
— ¿Y esto lo compraste tú? — indagó, mirando a Brenda.
— Sí señor —contestó ella
—Lo siento querida, pero no tendrás nada de esto, se lo llevaré a tu madre para que le de uso, hasta esto para ti es un lujo que no te vas a dar.
— OK como diga — dijo Brenda pero antes de que su padre ingresará a la casa volvió a hablar.
—Devuelveme la bolsa por favor—
—Ya te dije que no vas a disfrutar de esto, a no ser que aceptes— le dijo Arturo tratando de persuadir a su hija.
— Escuche muy bien lo que dijo, pero eso lo compré con mi dinero, con mis ahorros de mi mesada y si no lo voy a disfrutar, puedo decidir quién lo haga, así que devuélvame la bolsa por favor, se la daré a alguien que se lo merezca y que por lo menos lo necesite.
Su padre le devolvió la bolsa pensando que quizá se lo daría a su hermana, pero Brenda sacando algo más del auto se dirigió a la calle, su padre y sus hermanos la siguieron.
Camino hasta la esquina de su casa, en donde un hombre, una mujer y un niño dormían en el antejardín de una casa que está en venta, habían llamado su atención cuando iban llegando a casa, pero su hermano no quiso parar el auto.
Con pasó firme se acercó a ellos, les habló amablemente y les ofreció primero una bolsa de papel, luego acercándose más les dijo:
— espero no se ofendan pero quisiera regalarle estos implementos de aseo, mi padre no me va a permitir usarlos, así que prefiero que sean disfrutados por alguien que de verdad los necesite.
Las humildes personas recibieron con gran agrado lo ofrecido por Brenda, que sacando el poco dinero que tenía en su bolso, se los puso en la mano de la mujer que no terminaba de darle las gracias.
— Y te saliste con la tuya— le dijo Franco dándole un abrazo.
— No lo puedo negar, se sintió bien.
— ¿Y cuál es la moraleja de lo que acabas de hacer? — preguntó su padre.
— Lo siento, no hay moraleja, pero si así de bien se sienten las monjas con sus buenas obras, pues no estaría mal ser monja— contestó Brenda con total tranquilidad y calma, mientras su padre con mirada de asombro la observa detalladamente.
— No me vayas a decir que estás considerando la idea de ser monja — dijo Arturo incrédulo.
No estarás pensando darle la espalda a tu familia, solo imagina las puertas que se abrirán al unir las dos familias, sería una gran ganancia para todos.
Brenda no fue capaz de seguir escuchando a su padre, girando sobre sus pasos tomó camino hacia su casa, sus hermanos la siguieron y más atrás su padre.
Al llegar su madre está afuera.
— ¿Y ustedes de dónde vienen?
— De ahí de la esquina, Brenda quería dejarle algunas sobras de lo que comimos a unas personas que están durmiendo en un andén— dijo Franco siguiendo de largo sin detenerse.
— Tienes un corazón muy noble hija.
—No la alabes, sabes que está considerando irse de monja aún no me lo creo— dijo Arturo llegando al lado de su esposa.
Sin ganas de tocar ese tema su esposa ingresa a la casa, en silencio, espera a que él entre y cierra el portón.
— No pensarás irte a esta hora, tu alcoba esta lista— dijo Sofía, dirigiéndose a Franco que ya estaba a punto de subirse al carro.
— Pero mamá.
—Pero mamá nada, no te lo estoy sugiriendo es una orden.
A pesar de parecer tranquila toda está situación la tiene cansada, su hija no habla más que lo necesario y su esposo habla demasiado, para ella la fiesta de su cumpleaños fue la última que celebrará la familia.
Sin querer discutir con su madre no tiene otra opción que despedirse de ellos, subir a su cuarto e irse a dormir, después de tanto tiempo se siente extraño y no es tan fácil conciliar el sueño en casa de sus padres.
Para ningún m*****o de la familia fue fácil conciliar el sueño y desde muy temprano hubo movimiento en la casa con la acostumbrada llamada cada sábado de los dos hermanos que están en el extranjero, como siempre Sofía diciéndole a sus hijos que los extraña y que espera que se decidan a volver así sea de visita, Xiomara se emociona mucho al verlos, pero para Brenda son solo familiares lejanos, aún era muy pequeña cuando ellos emprendieron su rumbo y sus visitas no son ni muy frecuentes ni muy largas
Después de la llamada es el momento de desayunar, Brenda se enruta hacia su cuarto pero la voz de su padre la detiene.
— ¿Y tú a dónde vas? ¿Acaso no escuchaste que el desayuno está servido?
— Si señor ya escuche, pero lo tomaré en mi cuarto— dijo Brenda empezando a subir la escaleras.
— En esta casa hay un comedor, hay es donde se desayuna, se almuerza y se cena, a no ser que estés enferma, es ahí donde los debes consumir.
— Pero yo prefiero tomar el desayuno en mi cuarto.
— Pero aquí se hace lo que yo diga y o tomás tus alimentos en el comedor, como todos los integrantes de esta familia o no comes.
Brenda empezó a descender nuevamente, su padre sonrió victorioso, pero su hija no se dirigió al comedor.
—¿ A dónde vas ahora? preguntó su Arturo.
— Al jardín o ¿tampoco puedo estar allá?
— ¿No entendiste lo que te dije? Si no te sientas en el comedor con nosotros, no vas a comer.
— Es que yo no voy a comer, solo iré a estar un rato en el jardín.
— Vete a tu cuarto, si querías desayunar en tu cuarto, entonces ve y quédate allá, cuando decidas comer en familia sales de él nuevamente— le dijo su padre, sintiendo que la situación se le está saliendo de las manos.
Brenda se dirigió a su cuarto y Arturo fue al comedor esperando desayunar en familia, pero el lugar está desierto, su esposa le sirve los alimentos y se dirige al invernadero, junto a ella van Xiomara y Franco.
El ambiente no puede estar más tenso, así que decide tomar su desayuno y luego se dirige al jardín a leer el periódico.
El timbre suena y la empleada se dirige a la puerta, al abrir hace lo posible por disimular el malestar que le causan los visitantes, que sin esperar a ser anunciados ingresan a la casa y se dirigen directamente al jardín.
—Que te dije, a esta hora el señor Castillo lee su periódico en el jardín— le dijo Patricio Santodomingo su esposa.
—Buenos días, me hubieran avisado que venían les hubiera invitado a desayunar— dijo Arturo, saludándolo muy fraternalmente.
—No te preocupes, fue una decisión de última hora, no podíamos seguir esperando noticias, estamos ansiosos por saber desde cuando nuestros hijos empezarán a dar sus muestras de afecto en público.
Necesitamos solucionar ese tema, no podemos seguir en boca de la gente, hemos logrado acallar a los periodistas, pero muchas de las esposas de nuestros conocidos le han prohibido a sus hijas tener contacto con nuestros hijos, y claro nos han llegado cancelaciones a fiestas y eventos.
En el colegio nadie quiere estar cerca de ellos, los profesores han permitido que sean aislados, algunos hasta se han atrevido a agredirlos y a tratarlos como delincuentes, los están haciendo a un lado, los han discriminado, eso no es justo.