El espacio era tan reducido, y ellos estaban tan juntos, que sus pechos subían y bajaban con el otro. Había tan poco aire, que respiraban por largo tiempo antes de contenerlo. Había calor, mucho, y Styx mantuvo la mirada en esos ojos de corderito agresivo que le confesaron la verdad. Sierra le dijo que lo había estrangulado con las cadenas, y que por eso la camioneta chocó y tuvo que ir por ella y rescatarla de nuevo. Styx apretó sus dientes y ella miró como su mandíbula se tornaba de acero. Esa fina barba que salpicaba su piel era exquisita, y sus dedos hormiguearon por tocarla. Su padre y su prometido jamás se dejaban la barba. Decían que eso no era elegante, y que un hombre fino no tenía vello facial. Sierra tragó y mantuvo la mirada en esa barbilla que se tensaba al igual que una vena